viernes, 27 de noviembre de 2015

MANET




Entre el realismo y el impresionismo.


Apreciaba los valores de la pintura del Renacimiento y el Barroco y admiraba las obras de Velázquez, con una tradición naturalista que partía de Corot y Millet, pero carente de los contenidos ideológicos que caracterizaban la obra de estos. Cuestionó, eso sí, la temática académica que juzgaba rimbombante y pretenciosa, y desarrolló una puesta en escena de temas más cotidianos, más cercanos a la vida de la sociedad francesa de su época, algo en lo que tuvo mucho que ver la influencia de su buen amigo Charles Baudelaire. 

Édouard Manet es uno de esos pintores difíciles de encasillar en un estilo. Fue un gran innovador por los temas que elegía y por el tratamiento pictórico que les daba. Supo combinar de un modo original la influencia de los grandes maestros de la tradición con temas contemporáneos. Revolucionó el género de la pintura de historia, tradicionalmente limitado a representaciones de la antigüedad y de la mitología. Su pintura evolucionó desde su inicial estilo tenebrista a una más luminosa.

Su técnica, atrevida, ligera y brillante sufrió el  rechazo sistemático de los salones oficiales, al mismo tiempo que se acrecentaba su fama entre los jóvenes pintores impresionistas, que intentaron sin lograrlo que se les uniera en sus muestras.

Manet es el padre y precursor del impresionismo, su pintura tiende al plain air, al igual que los artistas impresionistas. Su pincelada suelta y abocetada influyó poderosamente tanto en pintores contemporáneos como en los posteriores.

En su etapa más madura, y por problemas de salud, pintó numerosos retratos de mujeres, al óleo y al pastel, y un gran número de bodegones y jardines. Su técnica, que se había vuelto  más suelta y espontánea, abrió  un nuevo camino a la pintura moderna.







Édouard Manet fue un mediocre estudiante interesado únicamente en el dibujo. Sus primeros contactos con el mundo artístico se producen durante su etapa escolar. Su tío materno es quien le enseña las primeras nociones y le acompaña a sus clases de dibujo al Museo del Louvre.  Cuando acaba el colegio su padre quiere que estudie derecho. Pero Manet no desea ser abogado, por lo que decide presentarse al examen de ingreso en la Academia Naval, donde es rechazado, pero su deseo de navegar es tan grande que con 16 años se alista en un buque mercante rumbo a Río de Janeiro como marinero en prácticas. A su regreso a París, vuelve a intentar ingresar en la Academia Naval y es otra vez rechazado. Finalmente, su familia accede a financiar sus estudios artísticos, que inició en 1850 en el taller del pintor clásico Thomas Couture, gran admirador de Velázquez. Las clases se complementan con visitas al Museo del Louvre y a otras exposiciones pictóricas, donde estudia y copia a los clásicos.

Los Manolos de Boccherini
(Música nocturna de las calles de Madrid)


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Le Concert des Nations en la Abadía de Saint-Michel en Thiérache (Francia) en 2005
 Director: Jordi Savall 
Quinteto:
Manfred Kraemer (violín)
 Pablo Valetti (violín)
 Angelo Bartoletti (viola)
 Bruno Cocset (violonchelo)
 Antoine Ladrette (violonchelo)

Música nocturna de las calles de Madrid (Boccherini)
Minuetto Dei Ciechi








De Eugène Delacroix (1798 - 1863) obtiene el permiso para la copia de La Barque de Dante, expuesta entonces en el Palacio de Luxemburgo, mostrando su interés por lo moderno de su tiempo. En esa época, Manet realiza algunas obras propias que no le llegan a gustar y acaba por destruirlas.


Completó su formación con varios viajes por Europa que aprovechó 
para el estudio de los grandes pintores expuestos en diferentes museos.
 En 1852 viajó a Amsterdam y en 1853 a Múnich, Dresde, Praga y Viena. 
A Italia en dos ocasiones, en 1853 y 1857.





Tras seis años de aprendizaje con Thomas Couture 
y por muchas divergencias de criterio entre maestro y alumno,
 Édouard Manet abandonó el taller de Couture.

En 1856 abrió su propio estudio junto a Albert de Balleroy, también pintor. 


Es en esa época cuando entabla relación con 
Henri Fantin-Latour, Edgar Degas y Charles Baudelaire.















El anhelo de Manet era triunfar en el Salón de París,
 sala de exposiciones controlada por un jurado conservador 
cuyos miembros nombraba el gobierno.
 Era el único lugar donde si se triunfaba
 se aseguraba el éxito inmediato,
 pero en aquellos años, 
el gusto oficial era muy clasicista 
y se rechazaban todas las propuestas novedosas. 
Pensaba que exponer en el Salón de París
 (la exposición oficial de arte de la Academia de Bellas Artes de París) 
era a lo que debía aspirar un artista. 

Manet presenta Le Buveur d'absinthe (El bebedor de ajenjo) en el Salón de París de 1859. El cuadro fue rechazado por el Salón, a pesar de la opinión favorable de Delacroix, que fue el único pintor que defendió la obra ante el jurado del concurso, así como Charles Baudelaire, el poeta que acababa de conocer y que le ayudaría a hacerse conocido en la sociedad parisina




En la etapa de su vida que siguió a su primera presentación en el Salón, Manet manifesta un interés y fascinación por los temas inspirados en los motivos del arte y folclore de origen español, que él denomina "sujet espagnol",  temática por la que ya se sentía atraído mucho antes de su primer viaje por España en 1865 y que en el París de mediados del siglo XIX, ya despertaron un gran interés público, influyendo en la moda textil y sirviendo de inspiración a diversos artistas, particularmente tras inauguración en el Museo del Louvre en 1838 de la GALERÍA ESPAÑOLApropiedad del rey Luis Felipe, con cuatrocientos cincuenta y tres cuadros de pintores españoles. 



Además, el gusto por lo español estaba muy enraizado desde el Romanticismo y reforzado tras el matrimonio de Napoleón III con la española Eugenia de Montijo.

Manet encuentra en esta temática una correspondencia con los estilos asociados al realismo, que considera más acordes con el espíritu moderno e innovador de su tiempo, en oposición al arte italianizante de los pintores academicistas, más formal y por tanto, desconectado del mundo que Manet quiere reflejar.

En el contexto de esta fuente de inspiración, surgió Lola de Valence y el retrato de un guitarrista romántico en Le Chanteur Espagnol, obra que le permite, por primera vez, ser aceptado en el Salón de París de 1861, donde expuso igualmente el retrato de sus padres.

"Le Chanteur Espagnol" fue reconocido por el jurado con la calificación de «honorable» y celebrado tanto por Baudelaire como por Théophile Gautier. Sin embargo, este éxito queda empañado con la desaprobación que aglutinaba para la crítica oficialista el retrato de la bailarina, Lola de Valencia, considerado excesivo en cuanto a sus vivos colores y sugerido erotismo.



Manet siguió pintando obras de «sujet espagnol» que serían expuestos en el polémico Salon des Refusés de 1863.

Todos los artistas sabían de la dificultad que suponía exponer una obra en el Salón de París, y el jurado, cada vez más conservador y académico, no se mostraba receptivo a los pintores impresionistas, cuyas obras eran normalmente rechazadas, o si las aceptaban, las situaban en lugares desfavorables. Se rechazaban cada año un gran número de obras, aunque en 1863 el número fue exagerado. Napoleón III, pensó que en vez de desechar las obras, debería ser el público quien juzgase su calidad e instituyó el Salon des Refusés. Se inauguró el 17 de mayo de 1863, marcando el nacimiento de la vanguardia.  

El Salon des Refusés (Salón de los Rechazados) es, en términos generales, una exposición de las obras rechazadas por el jurado del Salón de París, aunque el término se usa normalmente para referirse en concreto al  Salon des Refusés de 1863.

En 1863, el jurado del Salón de París rechazó un número inusualmente alto de obras (más de tres mil). Como resultado hubo protestas, en particular de los pintores que habían sido rechazados. 

Tras esta exposición, que fue el origen del Impresionismo, en 1874, se celebró la primera exposición impresionista oficial de la historia. Los impresionistas celebraron sus propias «exposiciones impresionistas» en 1874, 1876, 1877, 1879, 1880, 1881, 1882 y 1886. 



Manet nunca expuso con los impresionistas, sino que siguió mostrándose en el Salón oficial. Era un acérrimo individualista y un artista lleno de contradicciones pues, al mismo tiempo que despreciaba el arte oficial, nunca dejó de inscribirse en los salones socialmente aceptados, aunque solo fuera para que rechazaran su obra. 

A pesar de no participar en las exposiciones organizadas por los impresionistas, se reunía con ellos en el café Guerbois, y llegó a ser considerado por la revista Les Contemporains como «el Rey de los Impresionistas». 


El Café Guerbois era un pequeño establecimiento ruidoso, lleno de mesas de mármol, sillas baratas y humo, situado en el nº 11 del Boulevard de Batignolles. Algunas pinturas podían entreverse en la oscuridad de las paredes artesonadas. Las noches de los jueves estaban reservadas especialmente para reuniones de artistas, que acudían a comer y beber, hablar, discutir y exponer. Sin querer se convertiría en lo que sería uno de los templos de la vanguardia artística de la década de 1860.

El centro de la tertulia del Café Guerbois era Manet, siempre acompañado de amigos. Allí se veían casi a diario, Maupassant, Huysmans, Mallarmé, Zola, Astruc, Duranty, Fantin-Latour, Constantin, Duret, Armand Silvestre, Guillemet, Bracquemond, Desboutin, Degas y el fotógrafo Nadar.




Manet escribía así sobre las tertulias del Guerbois:

Nada pudo haber sido más estimulante que los debates regulares que teníamos allí, con sus constantes divergencias de opinión. 

Mantenían aguzado nuestro ingenio, y nos proporcionaban una reserva de entusiasmo que nos duraba semanas y nos sostenía hasta que se concretaba en la realización de una idea. De esas discusiones emergíamos con una decisión fortalecida y con nuestros pensamientos más claros y mejor definidos.


El éxito de su "Almuerzo sobre la hierba", en el Salón de los Rechazados de 1863, motivó que se sumaran a la tertulia otros pintores más jóvenes como Monet, Pissarro, Renoir, Cézanne, Caillebotte, Sisley o Bazille, que más tarde constituirían la esencia del movimiento impresionista. La crítica más hostil llamarían a los componentes de este grupo "la pandilla de Manet", más tarde bautizada como "l´Ecole des Batignolles".

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En 1862, Manet presenta Musique aux Tuileries, obra que será interpretada más adelante como símbolo de ruptura con su estilo personal precedente, pero que en cambio se constituye en la primera manifestación reconocible del movimiento impresionista. Igualmente, la creación de esta obra coincide con la introducción de Manet entre las élites parisinas, impulsado tanto por sus éxitos iniciales y la resonancia de sus primeras obras polémicas, como por su carácter decidido, social y afable.

Manet aprovecha el trasfondo de un concierto al aire libre en un jardín, para realizar el retrato de un número de personajes que le son próximos. Pinta este abigarrado grupo con manchas de color. El uso de esta técnica escandalizó a los contemporáneos. Esta pintura supone la clara ruptura del pintor con su periodo realista, escandalizó cuando se expuso en 1863 en la galería Louis-Martinet, ya que mostraba a la sociedad de su tiempo y no un pasado más o menos mítico. Las críticas, también acusaron a Manet de trabajar solo esbozos borrosos y de «arañar los ojos como la música de las ferias hace sangrar la oreja».

Déjeuner sur l'herbe

“Almuerzo sobre la hierba” (anteriormente intitulada: "Le Bain" y "La partie carrée), causó una gran indignación cuando Manet pretendió inscribirla en el Salón de 1863, entre los críticos, los artistas académicos y el público. Tan solo su amigo Émile Zola, que trabajaba como crítico de arte para la revista semanal L’Evenement le dirigió palabras encomiosas tiempo después. El escándalo se debió principalmente al tema que pintó Manet: dos hombres jóvenes (el hermano de Manet, Gustave y su futuro cuñado, el escultor holandés Ferdinand Leenhoff), que podrían bien ser unos estudiantes, charlando en compañía de dos mujeres que muestran sus anatomías sin el más mínimo pudor, aunque una de ellas no está completamente desvestida. No son diosas, ni ninfas, ni bañistas, ni nada por el estilo, son mujeres comunes y corrientes, son mujeres claramente modernas; además, una de ellas mira desafiante al espectador con una leve sonrisa y sin ningún recato.

Acaban de tomar una merienda campestre, cuyos restos se ven abajo a la izquierda, al lado de las ropas que se han quitado las mujeres. Al fondo se puede ver un río de y una barca, y a una de las mujeres en la orilla, cuya figura aparece desproporcionada, demasiado grande, en comparación con las figuras del primer plano.

En la mujer desnuda aparecen combinadas las dos modelos que posaron para el cuadro, siendo el cuerpo el de su esposa, Suzanne Leenhoff, y el rostro el de Victorine Meurent, también pintora, que fue modelo de Manet desde 1862 hasta 1874 .

Rechazada por el jurado del Salón Oficial de 1863, fue expuesta por Manet en el Salón de los Rechazados creado ese año. Fue algo muy impresionante para su época porque intentaba cambiar todas las reglas del arte hasta ese momento conocidas. Este cuadro fue rechazado tanto por el desnudo como por la innovación del estilo desde el punto de vista cromático y compositivo. Los personajes no parecen integrados en este decorado de maleza más esbozado que pintado, en el que la perspectiva es ignorada y la profundidad ausente. Con el “Almuerzo sobre la hierba”, Manet no respeta ninguna de las convenciones admitidas, sino que impone una libertad nueva con respecto al tema y a los modos tradicionales de representación.

La obra se convirtió en una atracción, objeto de burlas y fuente de escándalo. La presencia de una mujer desnuda en medio de hombres vestidos no estaba justificada por ningún pretexto mitológico o alegórico, la gente estaba acostumbrada a desnudos alegóricos y mitológicos, pero en esta tela están representados sin esa coartada,  lo que se consideró vulgar e indecente. La modernidad de los personajes hace obscena, a los ojos de sus contemporáneos, esta escena casi irreal. Manet critica la hipocresía social de la época.




En 1863, el mismo año que Manet pinta “Almuerzo sobre la hierba”, realiza otra extraordinaria y provocadora obra: “Olympia   Que no se decidió a presentar al Salón hasta 1865, dos años después. Para sorpresa de Manet, el cuadro fue aceptado, quizá porque el jurado ya había rechazado “Almuerzo sobre la hierba” y quería evitar la acusación de censura. 

La modelo que dio vida a “Olympia” fue, nuevamente, Victorine Meurent.


Recibió críticas tanto por su desafío a las convenciones pictóricas como a las convenciones sexuales de su época, se tomó como una provocación, por lo que de nuevo se produjo el escándalo y fue atacada tanto por el público como por la crítica. Durante los primeros días de su exposición en el Salón, la obra tuvo que estar custodiada por dos policías para protegerla de las iras de los visitantes, hasta que se pudo ubicar en un lugar mucho más alto y seguro. Las críticas que recibió fueron despiadadas.


La “Olympia” de Manet causó el mayor escándalo artístico del siglo XIX, por enfrentar al espectador con una realidad que la sociedad francesa de 1865 aún no estaba preparada para recibir. 


El crítico Jean Ravenel escribió en un artículo sobre el cuadro que cuando los visitantes lo contemplaban era como estar viendo la viciosa extrañeza de una joven de los suburbios de París o una mujer de la noche del "Paul Niquet" - un cabaret o burdel de París que gozaba de una pésima reputación -, una flor del mal o una pesadilla de Edgar Poe.


Sin embargo, recibió apoyo y felicitaciones de los jóvenes artistas que después formarían el grupo impresionista. Émile Zola, amigo y defensor de Manet, consideraría esta obra como una obra maestra, cosa que el pintor le agradecería retratándole unos años más tarde, sentado, leyendo en una estancia en una de cuyas paredes está colgada una reproducción de la "Olympia".


En 1889 fue presentada en la Exposición Universal de París, donde la pretendió comprar un coleccionista americano. El pintor Sargent advirtió a Monet, que inició una suscripción popular para comprar la “Olympia y donarla al Estado; entre julio de 1889 y enero del año siguiente se llevó a cabo dicha suscripción, no exenta de incidentes.




Émile Zola, manifiesta tempranamente un gran interés por la pintura. Se interesa, sobre todo, por los artistas rechazados por la crítica oficial. En 1867, escribe sobre Manet en La Revue du XXe siècle y lo defiende de nuevo al año siguiente. Zola considera al artista, discutido por los partidarios de la tradición, como uno de los maestros del futuro. En 1868, el artículo fue publicado bajo la forma de un pequeño folleto con tapa azul que aparece en el cuadro encima de la mesa de trabajo del escritor.

En agradecimiento, Manet ofrece al autor realizar su retrato. Las sesiones de posado se realizan en el taller de Manet, calle Guyot. El entorno está formado para esta ocasión con elementos característicos de la personalidad, los gustos y la profesión de Zola.

En la pared aparece una reproducción de la Olympia de Manet, el cuadro que generó un violento escándalo en el Salón de 1865 pero que Zola consideraba una obra maestra. Detrás se encuentra un grabado de Goya realizado a partir del Baco de Velázquez que demuestra el afán común del pintor y del escritor por el arte español. Una estampa japonesa de Utagawa Kuniaki II que representa un luchador, completa el conjunto. El Extremo Oriente, que revolucionó el concepto de la perspectiva y del color, en la pintura occidental, desempeña un destacado lugar en el éxito de la nueva pintura. Un biombo japonés, colocado en la izquierda de la composición, recuerda esta importancia.

Zola posa sentado en su mesa de trabajo. Lleva un libro en la mano, probablemente La Historia de los pintores de Charles Blanc, a menudo consultado por Manet. Encima del escritorio un tintero y una pluma, simbolizan la profesión de escritor.

Manet supo combinar a la perfección en el retrato de Emile Zola, la tradición y la modernidad.





Tras el escándalo causado por la exposición en el Salón de la Olympia, Manet viajó en agosto de 1865 a España, donde profundizó en su conocimiento de Velázquez y de Goya. 

En particular admiraba la obra de Velázquez, a quien consideraba «pintor de los pintores», y de quien aprendió el recurso de dotar de identidad a los personajes con gran economía de pinceladas (como en su Pífano, de 1866, con elementos que recuerdan al Pablo de Valladolid de Velázquez). También se acerca a Toledo para conocer las obras de El Greco.




La influencia de los grandes pintores españoles es muy visible en sus cuadros.




En la obra aparecen representadas tres figuras ataviadas con el gusto de la época que, ensimismadas, miran por el balcón mientras al fondo un sirviente prepara el té. Los personajes son amigos de Manet: en primer plano aparece sedente y mirando a la calle Berthe Morisot, también pintora y futura cuñada del pintor. La joven lleva un vaporoso vestido blanco y en sus manos sostiene cerrado un abanico rojizo que contrasta con la palidez de su piel y el blanco del vestido. La  muchacha que está de pie con una sombrilla entre los brazos es la violinista Fanny Claus, de su atuendo destaca la enorme flor que adorna su cabeza y el contraste entre su vestido y la sombrilla azul verdoso. La joven aparece de pie colocándose los guantes. A su lado el pintor Antoine Guillemet aparece en una pose artificial fumándose un cigarrillo.

El conjunto se completa con la figura de un sirviente, esta figura ya había sido utilizada por Manet en un pequeño óleo sobre lienzo que el artista había pintado en 1859 “Caballeros españoles” y también  en  “L'Enfant portent un plateau” (1861). Manet unifica en su obra modernidad y tradición. El tema costumbrista aparece desleído por la contemporaneidad de las formas pictóricas; la pincelada suelta y el contraste cromático entre las tonalidades blancas de los vestidos y el fondo oscuro otorga gran innovación a la composición. Ciertos aspectos, como el hecho de prestar mayor atención a detalles como las flores que a los rostros y manos de los personajes, fueron muy criticados. 



Manet escribió a su amigo, el pintor Henri Fantin-Latour:

Quizá el trozo de pintura más asombroso que se haya realizado jamás es el cuadro que se titula Retrato de un actor célebre en tiempo de Felipe IV. El fondo desaparece. Es aire lo que rodea al hombrecillo, completamente vestido de negro y lleno de vida.




La atracción hacia los temas de la vida moderna llevó a Manet a tomar como protagonista de este lienzo a la estación de ferrocarril de Saint-Lazare, anticipándose en algunos años a la obra de Monet. De nuevo aparece Victorine Meurent y la hija del pintor Alphonse Hirsch, Suzanne, en cuyo jardín fue realizada la obra, a excepción de los detalles, que se ejecutaron en el estudio; por lo tanto, se puede considerar esta escena como casi plenairista, siguiendo los dictados del Impresionismo. Bien es cierto que la estación de tren  se podía contemplar desde el estudio de Manet, en la rue Saint Petersbourg.

Las dos figuras aparecen en primer plano y sus siluetas se recortan sobre el humo blanco del tren y los barrotes. Victorine abandona la lectura para mirar al espectador, mientras la pequeña continúa observando la entrada del tren en la estación, mostrándose de espaldas. El interés por los contrastes de colores claros y oscuros sigue presente en la producción del artista, acentuados por la eliminación de las tonalidades intermedias. Su alta calidad como dibujante le permite mostrar las dos excelentes figuras, empleando una pincelada algo más suelta que de costumbre, aunque continúa interesándose por los detalles: el libro, el perrito, las flores del sombrero o los pendientes de ambas. Tras la verja aparecen las vías, las señales y los edificios a través del vapor, creándose así un interesante efecto atmosférico. La obra fue presentada y rechazada en el Salón de París de 1874.




















































































































En 1874, su amistad con Monet propició que Manet residiera en Argentuil. Y comenzó a trabajar al aire libre: “No se pinta un paisaje, una marina, se pinta la impresión de una hora al día”
A pesar de que no coincidiera, debido a su independencia, completamente con los verdaderos impresionistas, esta frase de Manet encierra la esencia del impresionismo.




Este retrato, pintado en 1876 data de la publicación de "La Siesta de un Fauno" de Mallarmé, un largo poema ilustrado con grabados de Manet. El año anterior, el pintor y el escritor ya habían estrechado lazos para la publicación de una traducción ilustrada del Cuervo de Edgar Allan Poe.
Le hace posar en su taller y elige un lienzo de formato pequeño, para pintar su modelo al natural, en una postura relajada. Sentado encima de cojines, el poeta con una mano colocada en el bolsillo de su gabán, se apoya en unos papeles, aludiendo tal vez al artículo que acababa de publicar o cualquier otro trabajo de escritura. Fuma uno de sus gruesos puros, proporcionando un gesto elegante a la mano. 
Manet le retrata para agradecerle la publicación de un artículo, impreso en una revista inglesa. Mallarmé era docente de inglés en el Liceo Condorcet. En este artículo había elogiado la pintura de Manet y situado al pintor en cabeza del movimiento impresionista. Hizo, en 1874, una inteligente defensa del artista cuando el jurado designado por el gobierno para el salón de ese año rechazó dos de cuatro pinturas que había presentado Manet.
Dos años después publicó un discurso más importante, Los impresionistas y Edouard Manet, elocuente elogio de la nueva pintura.






La camarera del  Folies-Bergère o Un bar del Folies-Bergère (Un bar aux Folies Bergère)


Pintado en 1881 y expuesto en el Salón de París en 1882,  fue la última gran obra de Édouard Manet. 

En la obra se pueden ver reflejados en el espejo que se encuentra detrás de Suzón (la camarera del local),  las piernas de un trapecista, los palcos, el público y las lámparas.

Aunque Suzón trabajaba en el Folies Bergère, la obra no se realizó allí. Ella posó para la pintura en el taller de Manet detrás de una mesa llena de botellas y otros objetos, y el pintor los combinó con los bocetos que había realizado previamente. 

El espejo ilumina lo que de otra manera hubiera permanecido invisible. La camarera, aunque aparentemente está sola, está atendiendo a un cliente, también reflejado en el espejo. La imagen frontal de la camarera habría excluido el reflejo del cliente a su espalda, únicamente sería visible si hubiera estado entre el bar y el espectador. Manet desprecia, a propósito, las reglas de la óptica y de la perspectiva, y pinta el espejo tras el mostrador como si estuviera colgando oblicuamente con el plano del cuadro. 

Este cuadro, basado en la ambigüedad del reflejo sobre el espejo, constituye una ilusoria y magnífica fiesta de luces y apariencias y proporciona al espectador la extraña sensación de ser parte de la escena.





En esta época, Manet estaba muy enfermo y mientras trabajaba se cansaba fácilmente y no le quedaba más remedio que tumbarse en un sofá. 
Por ese motivo,  durante sus últimos años Manet solo pintó pasteles y acuarelas de pequeño tamaño o su propio jardín.
Su salud experimentó un creciente deterioro a causa de una enfermedad de origen infeccioso originada en su pierna izquierda.

A pesar de ello, en 1882 participó en una importante exhibición de arte francés realizada en Londres, para cuya ocasión presentó Bar del Folies-Bergère. Al año siguiente se le declaró la gangrena en la pierna enferma y tuvo que ser amputada, operación de la cual no pudo recuperarse y que le acarrearía la muerte poco tiempo después.

La exhibición póstuma de sus obras, celebrada en enero de 1884, marcó el nacimiento de un creciente reconocimiento de su talla como artista.




Amazona de frente - 1882 (Obra inacabada)


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“Je te veux”
Música: Erik Satie
Letra: Henry Pacory

Karina Gauvin con Ensemble Caprice


























22 comentarios:

Ning Jie dijo...

Has tocado mi punto más débil. Mi tendón de Aquiles.
La delicadeza, los colores etéreos, la ternura, la valentía, todo ello salido de un mismo pincel.

La de veces que he soñado poder vivir unas horas en aquella época y en aquel Café Guerbois... Había tanto por inventar, tanto por descubrir y plasmar.

Tus post, acompañados de esas músicas tan minuciosamente escogidas, son como un desayuno con diamantes, que a las personas sensibles al arte (como todas las que pasamos por aquí) nos hacen embelesarnos con tanta maravilla.
.....................

Y ya que estamos, permíteme una frivolidad, y es que cuando veo a Russell Crowe, la delicadeza se me va al traste y solo me sale el lado más salvaje. Qué también está. Jajaja.
Un abrazo fuerte, Marian, y muchísimas gracias por estos momentos.

Carlos Perrotti dijo...

Qué belleza, Marian, la obra de Manet y qué belleza de trabajo el tuyo, qué post tan bellamente y minuciosamente y sensiblemente diagramado, craneado, diríamos por aquí. Va la segunda lectura y se viene una tercera. Un post de consulta, para recomendar a mis sobrinos que se inician en eso de laburar la sensibilidad, para recomendar hasta en los colegios...

Me dan ganas de volver a leer las cartas y anotaciones de Manet por las calles de Río de Janeiro, sus relatos y pensamientos bocetando por ahí "para hacerse la mano de pintor" o admirando durante horas la Bahía de Guanabara...

No conocía el boceto de Baudelaire ni el Manet por Degas. Me llevo a Boccherini para cuando "me entre" algo más de belleza.

Qué bien le queda siempre Satie a tus trabajos, Marian. Uno más y van...?

Juan Nadie dijo...

Manet, uno de mis pintores favoritos. El post, completito como siempre. Genial. Y la música, muy adecuada. Me encanta ese primer vídeo con Russell Crowe tocando al violín la música de Boccherini como si fuese un ukelele. Es que hasta suena igual.

marian dijo...

¿Tú por allí, Ning, por el Café Guerbois? Se iban a enterar de lo que vale un peine. "Impresionaos" los ibas a dejar:)

Me has pillado, eso es lo que pretendo, hacer disfrutar con estas maravillas, así que... gracias por disfrutarlas.

Y de "frivolité" nada, precisamente porque nos gusta el arte apreciamos la belleza masculina, pero en el caso de Russel, aunque no está nada mal, no vamos a reñir, porque no es mi tipo:)

marian dijo...

Muchas gracias, Carlos. Detrás de casi todos los cuadros hay una historia, no solamente en los de Manet, pero detrás de los de él todos la tienen, incluso están relacionadas unas pinturas con otras.
Lo bonito de la pintura, de cualquier arte, es que "llegue", no hace falta "saber" de pintura para que suceda, pero cuanto más se profundiza, más se disfruta, me parece.

Satie es uno de los nuestros.

marian dijo...

Gracias, Charlie, me has leído el pensamiento con lo del ukelele (con el que tantas veces nos has deleitado:) Por lo visto Boccherini lo compuso así, para ser "guirrateados" Le perdonamos a Russell Crow que empezase a tocar el violín cuando todavía seguía sonando "guirrateado" el violín (Un gazapo:)

Juan Nadie dijo...

Pelillos a la mar...

marian dijo...

Mucho mejor que tirarlo a él, pobrecillo, en todo caso al encargado del "raccord" de la película...

marian dijo...

He encontrado un gazapo más en la escena, qué mala soy.

Juan Nadie dijo...

¿?
Por cierto, que Russell Crowe empiece a tocar el violín cuando todavía suena guitarreado no lo veo. Es que el compañero empieza a tocar la viola guitarreada cuando el Russell comienza a tocar el violín de forma ortodoxa. Me parece.

Juan Nadie dijo...

No, no es exactamente así: el personaje de Russell Crowe empieza a tocar el violín de forma ortodoxa momentos después de que el otro haya comenzado a tocar el violonchelo (que no la viola) guitarreado. Anda, que me estoy luciendo. Es que uno presta más atención a la música que a casi cualquier otra cosa, sorry.

marian dijo...

Sí, sí. Cuando deja de tocar el chelo (ahí está el otro gazapo) y empieza a guirratearlo, al mismo tiempo el violín está guirrateándose, cuando hace el cambio para coger el arco del violín se entiende que el violín debería dejar de sonar guirrateado, pero sigue sonando (y nadie lo está tocando)
Yo me fijo en todo, en la música y en los detalles, para eso he sido fiel seguidora de "Colombo"

marian dijo...

El otro. Cuando deja de tocar el chelo, en el cambio le da con el mástil al atril y lo mueve y hace oscilar la llama, y cambia seguido el plano, pero el atril y la vela permanecen quietecitos sin continuar el movimiento del pequeño impacto del mástil del chelo. Cosas de los montajes en las películas.
En planos "secuencia" como los de "Sed de mal" de Welles, no pasaría, pero a ver quién se atreve hoy en día (y entonces) con los "planos secuencia".

Juan Nadie dijo...

Pues sigo sin verlo, para mí que en tu ordenador la música y la imagen no van acompasadas, puede pasar.
Los planos-secuencia son complicados. Hitchcock sabía de esto un montón. ¿Has visto "La soga"?

marian dijo...

Sí. Espero que no sea una indirecta?

marian dijo...

No es mi ordenador, porque está sincronizado lo demás, incluidos los diálogos. Es que graba los planos por separado y a veces no las coordinan bien en el montaje. Pasa muchas veces, aunque que casi nadie se da cuenta. Salvo las fieles seguidoras de Colombo:)

marian dijo...

Ruedan las escenas no seguidas, quería decir.

Juan Nadie dijo...

No, no es una indirecta, es que el rodaje de esa película es una genialidad para su tiempo. Da la sensación de que está rodada en un solo plano-secuencia, aunque en realidad no es así, hay cortes, concretamente diez, pero no se notan, porque a la hora de cortar, Hichtcock hace pasar la cámara por detrás de algón objeto a pared y parece que está rodada todo seguido.

Por lo demás... hum..., en fin, creo que estoy perdiendo facultades.

Juan Nadie dijo...

"de algún objeto o pared" igual quedaba mejor. (¡qué manía con no leer lo que se escribe!)

Ning Jie dijo...

Ah, pues genial, una competidora menos. Me enamoré de él después de haber visto unas cuantas pelis en las que aparecía, y fue precisamente en "Una mente maravillosa" (nada que ver con sus músculos, conste)

Pues hala, aprovecho para mandar abrazo al Sr. Perrotti, también al Sr. Juan Nadie y un montón de besos para ti ;)

marian dijo...

No te preocupes, Charlie, en eso estamos todos, pero a cambio se ganan otras facultades, las necesarias para asumir las pérdidas de las otras:)

marian dijo...

Los mismos para ti N... sita Escarlata:)