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domingo, 20 de enero de 2013

RELACIONES VIRTUALES





"Voy a hablar con la cabeza tapada, para que, galopando por las palabras, 
llegue rápidamente hasta el final, y no me frene, de vergüenza, al mirarte".

(Sócrates)




Su discípulo Platón, en uno de sus diálogos escritos (Sócrates y Alcibíades en el Banquete de Platón), demostró que es más fácil entablar una relación y mantenerla durante un cierto tiempo, con una persona a la que no ves, a la que no has visto nunca y a la que probablemente nunca verás, que con una persona a la que ves, sobre todo cuando lo que se quiere transmitir son afectos y sentimientos amorosos.

Aunque estos filósofos de la Antigua Grecia no conocían las tecnologías de comunicación del siglo XXI, sus palabras ayudan a entender el fenómeno de las relaciones personales remotas que se valen de la palabra escrita para comunicarse.

Entablar relaciones virtuales es más sencillo que hacerlo en persona.

Se puede mentir incluso en aquello que es más difícil hacerlo cara a cara: sexo, aspecto físico y edad. Además, se evitan los condicionantes más convencionales de nuestro entorno humano habitual, como la distancia física, la situación económica y social, etc.
Frecuentemente, en este tipo de comunicación a través del ordenador, se ocultan facetas que cuando se habla cara a cara no gusta que queden en evidencia. La vergüenza, la timidez y el miedo al ridículo quedan superados en el medio virtual porque hablamos con la "cabeza tapada".  Esto ofrece ventajas e inconvenientes. Gracias a las nuevas tecnologías se establecen fértiles relaciones entre personas con gustos e inquietudes semejantes, e incluso pueden librar a una persona del aislamiento, pero también le pueden sumir en mentiras y confusiones que causan frustración.




 IMAGINATION      Just an illusion 




¿Qué se busca en las relaciones por Internet? ¿Se pretende sustituir las relaciones cara a cara por las relaciones "ciber" por considerarlas más gratificantes? ¿Se busca una manera de ampliar el círculo de relaciones que mantenemos en nuestro entorno próximo?.

En la mayoría de los casos, Internet es la vía de contacto con personas y grupos que de otra manera nos serían inaccesibles. Se superan distancias físicas y se sacia la curiosidad de conocer gente, con quienes, por lo general, se comparten aficiones e intereses. Hasta aquí, todo es positivo.


Buena parte del problema aparece cuando esas relaciones sustituyen a las mantenidas en el mundo físico, el de nuestros amigos y familiares "reales". Pero no se puede convertir a Internet en herramienta maligna. Las patologías que evidencia son preexistentes: Internet no es causa de las relaciones anómalas, sino una oportunidad que se abre a personas con problemas emocionales y de relación que, pretendiendo resolverlos, pueden quedar atrapados hasta el punto de que se transforme en su única forma de comunicación con los demás.

Las personas que se relacionan a través de Internet experimentan una sensación de libertad que no obtienen en las relaciones ordinarias. Si bien se deben seguir unas reglas y unas normas propias del medio, se producen de forma que permiten actuar desde el convencimiento de que se eludirán posibles consecuencias no buscadas. Los internautas creen controlar la situación y usan fórmulas de expresión impensables en otros entornos. Además, la escritura les descubre interioridades que en la vida ordinaria permanecen ocultas y esta actividad le permite practicar una vieja afición de la humanidad: el simulacro, la posibilidad de jugar a ser otras personas, de vivir otras vidas, aunque sea de forma pasajera. Pero, sobre todo, quien comparte con otras personas su tiempo gracias a Internet entiende que puede romper el compromiso con sus interlocutores de manera unilateral y sin explicaciones.

Todo lo apuntado, salvo la incapacidad de asumir compromisos, no es bueno ni malo. Jugar a ser otro es una práctica unida al hombre y la mujer. De hecho, hay personas que hacen de ello su profesión, ahí están los actores; descubrir matices de uno mismo gracias a su plasmación por escrito puede ser positivo; sentirse libre y seguro con lo que se hace, también. Quienes encuentran en Internet una fórmula más que sumar a sus otras formas de relacionarse, harán un lugar donde se expresarán felices y sociables, donde conversar, donde aprender cosas nuevas y compartir sentimientos y conocimientos. Harán de su ordenador y de Internet un instrumento más para su desarrollo personal y enriquecerán su vida social.

Pero Internet puede convertirse en un refugio y despertar patologías ocultas o agudizarlas. Ofrece la posibilidad de vivir una irrealidad sin conexiones coherentes, algo muy atractivo para quien no se siente feliz consigo mismo. También posibilita hacer daño y expone a sufrirlo. La alerta se dispara cuando esta herramienta, que da libertad, o al menos ofrece la sensación de darla, se convierte en una nueva forma de esclavitud de la que la víctima, además, no es consciente.
Pero algo más penoso se observa, y es el proceso de la nueva identidad secundaria que se estructura a partir de las redes sociales, y ni hablar del aislamiento social, la despersonalización que se da de forma masiva. 

Internet permite crear un personalidad virtual modificando las propias características físicas y psicológicas que en el mundo real son inamovibles, es decir, una persona puede reinventarse a sí misma, cubrir necesidades psicológicas previamente no afrontadas, enmascarando la inseguridad interpersonal.
Dos de estas necesidades psicológicas son la expresión de un rasgo de personalidad reprimido y los sentimientos de reconocimiento y poder.


[Vale, ya he decidido que quiero tomar las riendas. No quiero que me identidad surja de manera casual, sino pensar bien qué quiero ser. ¿Con qué ingredientes cuento para inventar mi propia receta?.

La identidad en internet se construye con muchísimos elementos.

Algunos son:

Nick:   ¿usas tu nombre real o uno ficticio?, ¿qué tipo de nombre es?,  ¿qué dice sobre ti?.

Avatar: ¿usas tu foto real, o una ficticia con la que te identificas, o ninguna?
Lo que publicas: ¿qué tipo de cosas dices?, ¿cuándo las dices?, ¿cómo las dices?.

Una parte importante de la población de Internet, aquellos que adquieren otra personalidad anónima o bajo una careta falsa, hipotéticamente podrían experimentar problemas de desdoblamiento de la personalidad cada vez que se conectan a la red. 


¿Quién habla oculto bajo un nombre supuesto y una fotografía inventada? ¿Habla el “nick” o habla la persona bajo ese "nick"? ¿Diría lo mismo si firmase con su nombre real?.]

  
Se puede entender que Internet en ocasiones cumple bastardas funciones de desahogo, cuando los enmascarados y no enmascarados vomitan su bilis sobre alguien, famoso o no famoso, vuelven más tranquilos a sus tareas diarias, a su vida normal, como persona normal quitándose la careta bajo la que ocultan un grave problema de doble personalidad.

Incluso hay gente que no tiene ideas propias, personas que hacen suyas e interiorizan las ideas de otros, y que no tienen una opinión propia formada. Muchos, quizá con personalidades débiles o no formadas del todo, no tienen opinión hasta que no lee lo que opina tal o cual gurú o lo que se difunde en una popular página web que les orienta acerca de lo que tienen que pensar sobre un determinado tema. A partir de ahí, algunos internautas se convierten en altavoces repetidores de un pensamiento que otros le han inculcado.

¿Por qué querer hacer creer a la gente que eres de otra manera que no eres, por qué intentas mostrar tu lado más dulce, sensible y simpático cuando en realidad no eres así?.

Mucha gente hoy en día crea "conexiones virtuales" en las redes sociales. Conocen a otras personas, comparten fotos, e incluso establecen conexiones románticas. Hay quienes incluso se enamoran de sus compañeros virtuales. Las relaciones amorosas virtuales son fruto de nuestra imaginación. No existe el cariño real que provoca las caricias, los besos y la vida íntima como tal.



El motivo por el cual nos vemos tan atraídos a nuestros compañeros virtuales es porque la conexión que establecemos con ellos es inmaterial, no implica contacto físico, y es incluso "espiritual", en cierta forma. Como no estamos atados por limitaciones físicas, tenemos la libertad de pensar cuanta fantasía queramos, y atribuir las mejores características y  elevar nuestra conexión con ellos "hasta las nubes", por así decirlo. Nos autoconvencemos de que esta conexión es muy especial y que es una oportunidad para lograr un amor bello y perfecto. 


Pero desafortunadamente, esto es solo una ilusión. En Internet, las características físicas de una persona están ocultas y sus aspectos internos son enfatizados, incluso fingidos. 
Uno puede expresarse de la forma en que quiera hacerlo, pero el problema es que perdemos contacto con la realidad en la medida en que nos sumergimos inconscientemente en este juego. Nos olvidamos que no estamos tratando con una persona real, sino con nuestra imaginación. 



¿Qué es real en las relaciones virtuales?

En la comunicación virtual, cuando es escrita, uno puede pensar mejor lo que dice, incluso acoplarse a los gustos del otro, buscando afinidad y complicidad para llamar su atención.

Pero, ¿cómo podemos hablar de lo real en lo virtual si al fin y al cabo real es todo lo que ocurre, aunque solo ocurra en nuestra imaginación?  Sería más acertado centrarse en el valor que damos a esa comunicación, si nos la creemos o por qué razón podría decepcionarnos. Vemos que la relación virtual nos hace desconfiar porque es un medio en el que aparecen nuevos modos de mentir.

La desconfianza se mitiga si en algún momento tenemos la oportunidad de comprobar la veracidad porque se produzca el conocimiento cara a cara con la persona, por ahí se empezaría a comprobar que lo anunciado a través de una pantalla corresponde con la realidad.  Sabemos que en las relaciones virtuales se sustituye el conocimiento del otro y la convivencia por el “contar tu vida”, narración que admite todo tipo de falsedades, que no admiten los hechos en las relaciones reales.




Algo interesante aparece en lo que nos ofrece la comunicación virtual: con ella se dan relaciones que no se tendrían teniendo en cuenta el físico de la persona, factor muy importante y para nada superficial e imprescindible en una relación real.

La capacidad de autoengaño es previa al uso de la realidad virtual pero esta multiplica las oportunidades de que se dé, porque se entra en el terreno de la fantasía.

Cuando vemos a alguien en la vida real, en persona, entonces podemos saber si realmente posee ciertas características o no, y podemos ver si esas características son verdaderas. En Internet, por otro lado, solo vemos un cuadro (cuidadosamente elegido) y leemos unas cuantas líneas que lo más probable sean mentira, y nos vamos imaginando cosas que son completamente irreales. Pero, el momento en que nos encontramos con nuestros compañeros virtuales en persona, esta dulce fantasía explota como una burbuja de jabón.





El patrón típico de los romances online:

Ilusión de una relación profunda seguida de un enamoramiento acelerado y vertiginoso que, generalmente, se desvanece en el primer encuentro. Los psicólogos que estudian el tema de las relaciones virtuales atribuyen esto a la enorme diferencia existente entre los encuentros reales y los virtuales.

Lo que se pierde en el texto escrito es la dinámica de la conducta. Las palabras no tienen mucha importancia al establecer una relación, lo que cuenta es la comunicación no verbal:  los gestos, las sonrisas, las miradas...

Lo que nos lleva a sentirnos bien estando con alguien y , eventualmente, a enamorarnos, son detalles muchas veces inasibles, que tienen más que ver con el carácter, las costumbres, los olores, la forma en que ese hombre o mujer se desenvuelven y relacionan.

La dimensión física, lo que nos ocurre cuando vemos y tocamos a alguien, es fundamental.
No se trata solo del aspecto o la belleza, sino de los sentimientos y sensaciones que experimentamos cuando estamos junto a una persona, sensaciones todas estas imposibles de percibir cuando el contacto ocurre a través de un ordenador en nuestra imaginación y que son fomentados por la capacidad de fabulación de cada uno.

Una relación a través del ordenador es algo distinto a una relación en la vida real, no solo porque los cuerpos están ausentes, sino también porque al escribir solemos mostrar de nosotros aquellos rasgos que más nos favorecen. Incluso sin intención de mentir, quien escribe se deja llevar muchas veces por el flujo de ideas y termina creando ante su corresponsal una personalidad distinta a la suya. De esta manera, el precavido se hace audaz al escribir, el tímido descubre que se atreve, el lento se acelera, el sanguíneo puede parecer sabio, el amargado parecer amable y sensible. Se crean una personalidad más acorde a lo que les gustaría ser, no a lo que son en realidad. Pero cuando finalmente llega el día del conocimiento cara a cara, ocurre el desenmascaramiento.

La realidad es siempre más rica y más compleja que todo cuando pueda comunicarse a través de un ordenador. 

Quizá el equívoco radique en confundir la afinidad intelectual con el amor. En creer que la palabra escrita puede ser instrumento suficiente para conocer a otro ser humano.

El amor ha sido y seguirá siendo un misterio y si hemos de buscar su secreto en alguna parte, haríamos mejor en acecharlo en la mirada, en los gestos que en vano tratamos de ocultar, en la complicidad de dos sonrisas que se encuentran y, más aún, en los miedos y el dolor cuando pueden compartirse de verdad.

El desafío está en mantener las ilusiones, la confianza y el amor más allá de la pantalla, saltar el abismo que separa el ciberespacio de la vida real y aprender a amar a alguien no solo por quien quieres ser o por quien nosotros quisiéramos que fuera, sino por lo que es, por lo que somos todos: una madeja de defectos e imperfecciones, de caprichos, esperanzas, temores, manías y exigencias que encuentran su mejor manifestación, no en el lenguaje escrito o el hablado, sino en los actos que realizamos cada día. De buenas intenciones y hermosas palabras está plagado el mundo. Lo que más cuenta son los actos.

En Internet la pasión amorosa es amplificada, no se ve al otro tal como es, sino como se tiene ganas de verlo. Conviene no olvidar que enamorarse a través de un ordenador, siendo posible, favorece en exceso la idealización del otro. Si tememos conocer personalmente al otro, tendríamos que reflexionar sobre si la tendencia a evitar el encuentro es un modo de defenderse de la desilusión.
Si se miente para ofrecer una personalidad más acorde a nuestros deseos o a los deseos de la otra persona, se promueve que la pareja sea inviable.
Casos ha habido de relaciones que han comenzado en Internet y han prosperado.

Es indudable que, gracias a las nuevas tecnologías, han surgido modos nuevos de relacionarnos los seres humanos. Gracias a Internet, podemos comunicarnos con cualquier persona en cualquier punto del globo, lo que permite que las relaciones, tanto de amistad, como de amor, surjan en cualquier momento.
Esto supone tanto una ventaja para las personas tímidas, con dificultades para relacionarse en la vida real, ya que el anonimato de Internet les da confianza y les permite abrirse a los demás, estableciendo un nuevo círculo de amistades.

Sin embargo esto también tiene un inconveniente, y es cuando todas las relaciones que mantiene una persona se limitan a lo virtual, apartándonos de nuestros amigos y familias reales, por llamarlos de algún modo, ya que se puede generar una dependencia de la red al tiempo que se produce una desconexión de la realidad.

La dimensión social de Internet es amplia: propicia el intercambio de conocimientos y experiencias entre personas que de otra forma sería muy difícil que se llegaran a conocer. La divulgación de conocimientos individuales en los foros de discusión suele dar como resultado el enriquecimiento de cada uno de los participantes y, en consecuencia, de la comunidad.

Aunque todavía no existen suficientes estudios que lo demuestren, parece que la imaginación se proyecta con mayor facilidad en la comunicación a través de Internet que en otro tipo de interacciones.

Algunas investigaciones indican que las personas más introvertidas se adaptan mejor a este tipo de comunicación, ya que suelen preferir actividades que se realizan de forma privada a interacciones sociales públicas.

Se trata de un medio para expresar y compartir sentimientos e ideas de una forma sencilla y sin la barrera que a veces constituye el físico.

Es un vehículo para conocer gente de cualquier parte del mundo.
Ofrece una vía para conocer opiniones y puntos de vista diferentes a los propios.
También hace posible mantener la comunicación con familiares y amigos que se encuentran lejos de nosotros.

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CELIA CRUZ



La Habana (Cuba), 21 de octubre de 1925  -  Nueva Jersey (Estados Unidos), 16 de julio de 2003

 LA VIDA ES UN CARNAVAL