domingo, 29 de septiembre de 2013

RODEADOS DE KITSCH








¿Cómo sabía aquel senador que los niños son la felicidad? ¿Es que podía ver sus almas? ¿Y si en ese momento en que desaparecieran de su vista, tres de ellos se lanzaran sobre el cuarto y empezaran a pegarle? El senador tenía un solo argumento para su afirmación: sus sentimientos. Allí donde habla el corazón es de mala educación que la razón lo contradiga. En el reino del Kitsch impera la dictadura del corazón.
Por supuesto el sentimiento que despierta el kitsch debe ser compartido por gran cantidad de gente. Por eso el kitsch no puede basarse en una situación inhabitual, sino en imágenes básicas que deben grabarse en la memoria de la gente: la hija ingrata, el padre abandonado, los niños que corren por el césped, la patria traicionada, el recuerdo del primer amor.

El kitsch provoca dos lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lágrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped!
La segunda lágrima dice: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped!
Es la segunda lágrima la que convierte el kitsch en kitsch.
La hermandad de todos los hombres del mundo solo podrá edificarse sobre el kitsch.

Nadie lo sabe mejor que los políticos. Cuando hay una cámara fotográfica cerca, corren en seguida hacia el niño más próximo para levantarlo y besarle la mejilla.

El kitsch es el ideal estético de todos los políticos, de todos los partidos políticos y de todos los movimientos.

En una sociedad en la que existen conjuntamente diferentes corrientes políticas y en la que sus influencias se limitan o se eliminan mutuamente, podemos escapar más o menos de la inquisición del kitsch; el indiviudo puede conservar sus peculiaridades y el artista crear obras inesperadas. Pero allí donde un solo movimiento político tiene todo el poder, nos encontramos de pronto con el imperio del kitsch totalitario.

Cuando digo totalitario, eso significa que todo lo que perturba al kitsch queda excluido de la vida: cualquier manifestación de individualismo (porque toda diferenciación es un escupitajo a la cara de la sonriente fraternidad), cualquier duda (porque el que empieza dudando de pequeñeces termina dudando de la vida como tal), la ironía (porque en el reino del kitsch hay que tomárserlo todo en serio).

Desde ese punto de vista podemos considerar al denominado gulag como una especia de fosa higiénica a la que el kitsch totalitario arroja sus desperdicios.


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LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
MILAN KUNDERA
1984


Un Kitsch (maravilloso) cinematográfico:

LA VIDA ES BELLA


Atención

¿Alguien de aquí habla alemán? 

Escuchen con atención, solo lo diré una vez.

Han sido transportados hasta este campamento por un simple razón...

Para trabajar

Cualquier intento de sabotaje se castigará con pena de muerte, serán fusilados en la explanada con disparos en la espalda.

Ustedes tendrán el honor de trabajar en nuestra madre tierra alemana y participarán en la construcción de este imperio.

Hay tres puntos que nunca deberán olvidar:
Primero: nunca tratar de escapar.
Segundo: seguir cada instrucción sin cuestionamientos.
Tercero: cualquier intento de rebelión será castigado con muerte en la horca.

¿Está claro?

Deben sentirse felices de trabajar aquí.

No habrá beneficios para nadie, las reglas deben cumplirse.

La obediencia lo es todo.

Y una cosa más,

a este silbido todo el mundo debe salir a la explanada de inmediato.

Todos formando dos filas.

Presentarse.

Cada mañana.

En silencio

Así que debo decirles esto:
Ahí atrás van a trabajar, fácilmente entenderán las dimensiones de este campamento.

*












Continuando con "La insoportable levedad del ser".
Así ve Milan  Kundera el kitsch de la izquierda. El de la derecha (que también lo tiene) no aparece en su libro con referencias directas. 


Solo que quienes luchan contra los llamados regímenes totalitarios difícilmente pueden luchar con interrogantes y dudas. Ellos también necesitan su seguridad y sus verdades sencillas, comprensibles para la mayor cantidad posible de gente y capaces de provocar el llanto colectivo.
En cierta ocasión, una organización política le preparó a  Sabina una exposición en Alemania. Sabina cogió el catálogo: se encontró con que encima de su fotografía habían dibujado alambre de espino. En el interior publicaban su biografía, que se parecía a las biografías de los mártires y santos: padeció, luchó contra la injusticia, tuvo que abandonar la patria destrozada y sigue luchando, "Lucha con sus cuadros por la libertad", decía la última frase del texto.
Protestó, pero no la comprendieron.

¿No es verdad que en el comunismo se persigue al arte moderno?
Dijo con rabia:
-¡Mi enemigo no es el comunismo sino el kitsch!

La fuente del kitsch es el acuerdo categórico con el ser.
¿Pero cuál es la base del ser? ¿Dios? ¿El hombre? ¿La lucha? ¿El amor? ¿El hombre? ¿La mujer?


Las opiniones sobre este tema son diversas y por eso hay también diversos tipos de kitsch: católico, protestante, judío, comunista, fascista, democrático, feminista, europeo, americano, nacional, internacional.

Desde la época de la Revolución francesa la mitad de Europa se denomina de izquierda mientras la otra mitad se llama derecha. Es casi imposible definir la una o la otra a partir de algún tipo de principios teóricos en los que se apoyen. Eso no es nada extraño: los movimientos políticos no se basan en posiciones racionales, sino en intuiciones, imágenes, palabras, arquetipos, que en conjunto forman tal o cual kitsch político. La idea de la Gran Marcha, por la que se deja embriagar Franz, es el kitsch político que une a las personas de izquierdas de todas las épocas y corrientes. La Gran Marcha es ese hermoso camino hacia delante, el camino hacia la fraternidad, la igualdad, la justicia, la felicidad y aún más allá, a través de todos los obstáculos, porque ha de haber obstáculos si la marcha debe ser una Gran Marcha.

¿Dictadura del proletariado o democracia? ¿Rechazo a la sociedades de consumo o incremento de la producción? ¿Guillotina o supresión de la pena de muerte? Eso no tiene la menor importancia. Lo que hace del hombre de izquierdas un hombre de izquierdas no es tal o cual teoría, sino su capacidad de convertir cualquier teoría en parte del Kitsch llamado Gran Marcha hacia delante.

¿Cómo es posible que los intelectuales de izquierdas estén dispuestos a participar en una marcha contraria a los intereses de un país comunista, a pesar de que el comunismo siempre hubiera formado parte de la izquierda?

Cuando los crímenes del país llamado Unión Soviética se hicieron demasiado escandalosos, las personas de izquierdas se encontraron con dos posibilidades: escupir sobre lo que hasta entonces había sido su vida o (con mayores o menores titubeos) incluir la Unión Soviética entre los obstáculos de la Gran Marcha y seguir andando.

Como ya dije, lo que hace que la izquierda sea la izquierda es el kitsch de la Gran Marcha. La identidad del kitsch no viene dada por una estrategia política, sino por imágenes, metáforas, por un vocabulario. Por eso es posible trasgredir la costumbre y participar en una marcha en contra de los intereses de un país comunista. Pero no se puede reemplazar una palabra por otras. Es posible amenazar con los puños al ejército vietnamita. Pero no es posible gritarle "¡abajo el comunismo!". Porque "¡abajo el comunismo! es la consigna de los enemigos de la Gran Marcha y quien no desee perder su identidad debe permanecer fiel a la pureza de su propio kitsch.


*

TOM WAITS

 Tom Waits aparece en la película de Roberto Benigni El tigre y la nieve 
interpretando este tema: 
You Can Never Hold Back Spring


You can never hold back spring
You can be sure that I will never
Stop believing
The blushing rose will climb
Spring ahead or fall behind
Winter dreams the same dream
Every time

Baby you
Can never hold back spring
Even though you've lost your way
The world is dreaming
Dreaming of spring

So close your eyes
Open you heart
To the one who's dreaming of you
and you can never hold back spring

Remember everything that spring
Can bring
Baby you can never hold back spring.

*




El verdadero enemigo del kitsch totalitario 
es el hombre que pregunta. 
La pregunta es como un cuchillo 
que rasga el lienzo 
de la decoración pintada, 
para que podamos ver lo que se oculta tras ella.
Delante hay una mentira comprensible
 y tras ella reluce una verdad incomprensible.


7 comentarios:

Sirgatopardo dijo...

Qué pareja, Waits y Benigni. Y qué película...

Juan Nadie dijo...

Estupendos los textos de Kundera. "La insoportable levedad del ser", un libro absolutamente recomendable.

marian dijo...

Absolutamente, estoy de acuerdo contigo.
Pero la película..., salvo alguna escena, me parece una no muy buena copia de "La vida es bella".

marian dijo...

El comienzo está muy bien, donde aparece Tom Waits (con cameo de Borges incluido), y a pesar de la afición a pasearse en "paños menores" de Begnini. Cuando pide la glicerina también.

Juan Nadie dijo...

No he visto la película, pero sí vi "La vida es bella", y siento disentir de la inmensísima mayoría de la gente, que ve en ella una joya del séptimo arte. No, lo siento, para mí es una películña tramposa, porque apela a los sentimientos más a flor de piel de la gente. Lacrimógena, aunque el tema y la idea sean muy buenos.

marian dijo...

Pues yo siento disentir contigo, pero no pienso lo mismo sobre "La vida es bella". Quedaría demasiado largo el comentario si explicase lo que pienso sobre la película, que va más allá de lo cinematográfico.
Pero sí te diré que no eché ni una lagrimita viéndola.

marian dijo...

Y eso que Roberto Benigni me resulta empalagante (pero en "La vida es bella" no me empalaga) y Nicoletta Braschi no me convence como actriz.