domingo, 4 de noviembre de 2012

C´EST LA VIE





La Creación de Adán
Miguel Ángel

 The Church
UNDER THE MILKY WAY
(versión acústica)






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Masaccio
Adán y Eva expulsados del Paraíso
(por confundir lo que está bien con lo que les conviene)


Teorías del origen de la vida
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Creacionismo

El creacionismo es un sistema de creencias que postula que el Universo, la Tierra y la vida en la Tierra fueron deliberadamente creados por un ser inteligente. Hay diferentes visiones del creacionismo, pero dos escuelas principales sobresalen:

el creacionismo religioso y el diseño inteligente.

Tipos de creacionismo

El creacionismo religioso es la creencia que el Universo y la vida en la Tierra fueron creados por una deidad todopoderosa. Esta posición tiene un fundamento profundo en las escrituras bíblicas, en la que se basan los pensamientos acerca de la historia del mundo. Dentro del campo creacionista se hallan los que creen en una Tierra joven y los que creen en una Tierra antigua.

 -Creacionismo bíblico basado en la Biblia
-Creacionismo Islámico basado en el Qu-ran
El Diseño Inteligente (DI) infiere que de las leyes naturales y mero azar no son adecuados para explicar el origen de todo fenómeno natural. No es dirigido por una doctrina religiosa, ni hace suposiciones de quién es el Creador. El DI no usa textos religiosos al formar teorías acerca del origen del mundo, simplemente postula que el Universo posee evidencia de que fue inteligentemente diseñado. El DI restringido busca evidencia de diseño al compararla con el diseño humano, establece que todos los procesos naturales son inteligentemente diseñados.

El Creacionismo extraterrestre cree que el mundo fue creado por una raza extraterrestre que vinieron a ser adorados por los hombres como dioses y descrito en antiguos textos religiosos.

 La generación espontánea

La teoría de la generación espontánea, también conocida como autogénesis es una antigua teoría biológica de abiogénesis que sostenía que podía surgir vida compleja, animal y vegetal de forma espontánea a partir de la materia inerte. Para referirse a la "generación espontánea", también se utiliza el término abiogénesis, acuñado por Thomas Huxley en 1870, para ser usado originalmente para referirse a esta teoría, en oposición al origen de la generación por otros organismos vivos (biogénesis).

La generación espontánea antiguamente era una creencia profundamente arraigada descrita ya por Aristóteles. La observación superficial indicaba que surgían gusanos del fango, moscas de la carne podrida, organismos de los lugares húmedos, etc. Así, la idea de que la vida se estaba originando continuamente a partir de esos restos de materia orgánica se estableció como lugar común en la ciencia. Hoy en día la comunidad científica considera que esta teoría está plenamente refutada.


La autogénesis se sustentaba en procesos como la putrefacción. Es así que de un trozo de carne podían generarse larvas de mosca. Precisamente, esta premisa era como un fin de una observación superficial, ya que -según los defensores de esta corriente- no era posible que, sin que ningún organismo visible se acercara al trozo de carne aparecieran las larvas, a menos que sobre esta actuase un principio vital generador de vida. El italiano Redi fue el primero en dudar de tal concepción y usó la experimentación para justificar su duda. El experimento consistió en poner carne en un tarro abierto y en otro cerrado también puso carne. Las cresas, que parecían nidos de huevos de moscas, se formaron en el tarro abierto, cuya carne se había descompuesto. El italiano dedujo que las cresas brotaban de los pequeñísimos huevos de las moscas.

En 1765, otro italiano – Spallanzani -, repitió el experimento de Redi, usando pan, un recipiente abierto y otro herméticamente cerrado, con pan hervido. Solo brotaron cresas en el pan que estuvo al aire libre. Entonces, como ha ocurrido muchas veces al avanzar la ciencia, no faltaron incrédulos y alegaron que al hervir el pan, se había destruido ¡un principio vital!


En 1952, Miller hizo circular agua, amoníaco, metano e hidrógeno a través de una descarga eléctrica y obtuvo Glicina y Alamina, dos aminoácidos simples. Años después, Abelsohn, hizo la misma experiencia, pero empleando moléculas que contenían átomos de carbono, oxígeno y nitrógeno, y, en su experimento, Weyschaff, aplicó rayos ultravioletas. Ambos obtuvieron los aminoácidos que forman las estructuras de las proteínas.

El francés Pasteur fue quien acabó con la teoría de la generación espontánea. Ideó un recipiente con cuello de cisne, es decir, doblado en forma de S. Puso en el receptáculo pan y agua; hizo hervir el agua, y esperó. El líquido permaneció estéril.

 El origen cósmico de la vida o panspermia

Según esta hipótesis, la vida se ha generado en el espacio exterior y viaja de unos planetas a otros, y de unos sistemas solares a otros.

El filósofo griego Anaxágoras (siglo VI a.C.) fue el primero que propuso un origen cósmico para la vida, pero fue a partir del siglo XIX cuando esta hipótesis cobró auge, debido a los análisis realizados a los meteoritos, que demostraban la existencia de materia orgánica, como hidrocarburos, ácidos grasos, aminoácidos y ácidos nucleicos.

La hipótesis de la panspermia postula que la vida es llevada al azar de planeta a planeta y de un sistema planetario a otro. Su máximo defensor fue el químico sueco Svante Arrhenius (1859-1927), que afirmaba que la vida provenía del espacio exterior en forma de esporas bacterianas que viajan por todo el espacio impulsadas por la radiación de las estrellas.

Dicha teoría se apoya en el hecho de que las moléculas basadas en la química del carbono, importantes en la composición de las formas de vida que conocemos, se pueden encontrar en muchos lugares del universo. El astrofísico Fred Hoyle también apoyó la idea de la panspermia por la comprobación de que ciertos organismos terrestres, llamados extremófilos, son tremendamente resistentes a condiciones adversas y que eventualmente pueden viajar por el espacio y colonizar otros planetas. A la teoría de la Panspermia también se la conoce con el nombre de "Teoría de la Exogénesis", aunque para la comunidad científica ambas teorías no sean exactamente iguales.

La panspermia puede ser de dos tipos:

- Panspermia interestelar: Es el intercambio de formas de vida que se produce entre sistemas planetarios.
- Panspermia interplanetaria: Es el intercambio de formas de vida que se produce entre planetas pertenecientes al mismo sistema planetario.

La explicación más aceptada de esta teoría para explicar el origen de la vida es que algún ser vivo primitivo (probablemente alguna bacteria) viniera del planeta Marte (del cual se sospecha que tuvo seres vivos debido a los rastros dejados por masas de agua en su superficie) y que tras impactar algún meteorito en Marte, alguna de estas formas de vida quedó atrapada en algún fragmento, y entonces se dirigió con él a la Tierra, lugar en el que impactó. Tras el impacto dicha bacteria sobrevivió y logró adaptarse a las condiciones ambientales y químicas de la Tierra primitiva, logrando reproducirse para de esta manera perpetuar su especie. Con el paso del tiempo dichas formas de vida fueron evolucionando hasta generar la biodiversidad existente en la actualidad.

 Teoría de la evolución química y celular.

Mantiene que la vida apareció, a partir de materia inerte, en un momento en el que las condiciones de la Tierra eran muy distintas a las actuales y se divide en tres:

Evolución química.

Evolución prebiótica.

Evolución biológica.

La primera teoría coherente que explicaba el origen de la vida la propuso en 1924 el bioquímico ruso Alexander Oparin. Se basaba en el conocimiento de las condiciones físico-químicas que reinaban en la Tierra hace 3.000 a 4.000 millones de años. Oparin postuló que, gracias a la energía aportada primordialmente por la radiación ultravioleta procedente del Sol y a las descargas eléctricas de las constantes tormentas, las pequeñas moléculas de los gases atmosféricos (H2O, CH4, NH3) dieron lugar a unas moléculas orgánicas llamadas prebióticas. Estas moléculas, cada vez más complejas, eran aminoácidos (elementos constituyentes de las proteínas) y ácidos nucleicos. Según Oparin, estas primeras moléculas quedarían atrapadas en las charcas de aguas poco profundas formadas en el litoral del océano primitivo. Al concentrarse, continuaron evolucionando y diversificándose.

Esta hipótesis inspiró las experiencias realizadas a principios de la década de 1950 por el estadounidense Stanley Miller, quien recreó en un balón de vidrio la supuesta atmósfera terrestre de hace unos 4.000 millones de años (es decir, una mezcla de CH4, NH3, H, H2S y vapor de agua).


Sometió la mezcla a descargas eléctricas de 60.000 V que simulaban tormentas. Después de apenas una semana, Miller identificó en el balón varios compuestos orgánicos, en particular diversos aminoácidos, urea, ácido acético, formol, ácido cianhídrico (véase Cianuro de hidrógeno) y hasta azúcares, lípidos y alcoholes, moléculas complejas similares a aquellas cuya existencia había postulado Oparin.

Estas experiencias fueron retomadas por investigadores franceses que demostraron en 1980 que el medio más favorable para la formación de tales moléculas es una mezcla de metano, nitrógeno y vapor de agua.

Con excepción del agua, este medio se acerca mucho al de Titán, un gran satélite de Saturno en el que los especialistas de la NASA consideran que podría haber (o en el que podrían aparecer) formas rudimentarias de vida.

Genesis
One for the Vine





PRIMOS HERMANOS
-animales todos-

Las semejanzas en el comportamiento de animales y humanos fueron claves para que Darwin propugnara una descendencia animal de los humanos (descendencia con modificación es el nombre que Darwin dio a su teoría de la transformación de las especies). En contraste, otros autores consideran que el comportamiento humano es cualitativamente distinto al de los animales, por incluir pensamiento y símbolos abstractos y desarrollar la esfera moral.
El comportamiento por tanto sigue siendo una de las claves que hacen asignar a los humanos al reino Animal o alejarlos de él, según opiniones.
En ocasiones los humanos nos vemos totalmente reflejados en situaciones de los animales que se asemejan a situaciones humanas.
La ciencia ha demostrado la naturaleza animal en la que está inmersa el hombre, su nivel de evolución, que lo llevó a desarrollar notables habilidades y aptitudes que otros miembros del reino animal parecen no poseer, el lenguaje, su cultura, su simbolismo y su capacidades cognitivas en muchos sentidos parecen ser únicas; al poseer consciencia de su existencia, al ser capaz de prever el futuro y el pasado, el ser humano ha llevado un paso más allá sus capacidades, el camino evolutivo que ha tenido que cruzar ha moldeado su genética para tal fin y su comportamiento se acopla perfectamente a estos fines, excepto en ciertos casos en que parecen haber desviaciones de esta naturaleza, son aquellos casos de trastornos, en que la naturaleza humana se ve alterada, a veces por la misma naturaleza en otros casos por factores externos.

El ser humano presenta todas aquellas conductas que el reino animal comparte (la reproducción y la alimentación notablemente) pero también su agresividad, su violencia, su necesidad de supervivencia y de trascendencia como especie, pero el ser humano al poseer un cerebro que le permite muchas más posibilidades, quizá un aspecto afortunado de la evolución, es capaz de hacer cosas que se salen de los estándares en el reino animal, es la única especie que deliberadamente puede acabar con su vida, como es también la única especie que inflige sufrimiento a sus congéneres solo por el mero placer de hacerlo. Otra característica indudable es la insatisfacción permanente del ser humano, su necesidad de tener cada vez más, los animales, a diferencia de este, solo toman de la naturaleza lo que necesitan, sin jamás dejar de ser eslabones de esta misma naturaleza.

 APARIENCIAS
NOSOTROS
Los humanos somos seres complejos, polimorfos, con actitudes, emociones y comportamientos poco coherentes entre sí, si no abiertamente contradictorios en muchas ocasiones, lo que hacemos para lograr la supervivencia en un modo hostil.
Somos capaces de prodigar auténticas ceremonias de hipocresía en nuestro entorno.

Cada día pensamos una cosa y hacemos otra bien distinta. Unas veces actuamos así por no hacer daño a los demás, otras por pura conveniencia, por comodidad...

Vamos modelando nuestra manera de ser en función de lo que los demás esperan de nosotros. Pero las cosas no suceden así por casualidad. Al cabo de los años, vivimos circunstancias en que es más sensato y conveniente "maquillar" nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o amordazar nuestra espontaneidad en aras de una supuesta convivencia armoniosa, en otras palabras: nos volvemos manipuladores e hipócritas. Puede decirse, que lo hacemos sin prestarle la atención más mínima, que la mentira es tan ubicua, que es habitual e irrefrenablemente inconsciente.

Estas representaciones actuadas, asumidas con naturalidad por casi todos, no serán perjudiciales si mantenemos la cabeza fría y sabemos distinguir lo que pensamos, lo que hacemos y lo que, en definitiva, somos de verdad. Conocer a fondo el juego de las apariencias puede resultar entretenido y muy instructivo, además de que aprenderemos mucho sobre el género humano, y sobre nosotros mismos.
Pero, no olvidemos que es un juego sin reglas y que  muchos naufragan en él.

Mi comportamiento, en suma, llega a no depender de lo que quiero, siento o pienso, sino de lo que creo que en cada situación se espera de mí. Una manera de actuar que en lugar de regirse por el "yo así, lo entiendo y así obro", se guía por el "quedar a la altura de las circunstancias", de las expectativas que hemos alimentado en los demás. El qué hacer queda supeditado a lo que intuyo que es "lo que ellos creen que debo hacer".

A fuerza de creer que si no eres ese alguien que los demás "exigen" no eres nada, no te querrán o no te aceptarán, puedes interiorizar esa imagen–modelo, y acabar comportándote sin discernir si quien así actúa eres tú o tu proyección ficticia.

De ese modo, caemos en el engaño psicológico de adoptar a fondo el sentido de la Personalidad Mimética con todas sus complicaciones.
Mentir, manipular, seducir sin reparar en las realidades de que,  haciéndolo así, engañan  a todos y a ellos mismos.


ELLOS
La selección natural puede favorecer una mezcla de verdad y mentira

Si se topan con un estanque lleno de ranas verdes que croan, escuchen atentamente. Puede que algunas estén mintiendo. El croar es la manera que tienen las ranas verdes macho de indicar a otras ranas lo grandes que son. Cuanto mayor es el macho, más grave es el croar. El sonido que emite un gran macho es suficiente para espantar a otros machos y que no le desafíen por su territorio.

Aunque la mayoría de los cantos son sinceros, en ciertos casos no es así. Algunos machos pequeños dan un tono más grave a su voz para parecer más grandes. Sus corpulentos cantos intimidan a ranas que les vencerían en un combate limpio.

Las ranas verdes son sólo una de las numerosas especies engañosas. La deshonestidad se ha documentado en criaturas que van desde los pájaros a los crustáceos y los primates, incluyendo, por supuesto, al Homo sapiens. "Cuando piensas en la comunicación humana, está plagada de engaños", señala Stephen Nowicki, un biólogo de la Duke University y coautor del libro The evolution of animal communication, publicado en 2005. "Sólo hace falta leer una o dos obras de Shakespeare para darse cuenta".

Como describía Nowicki en su libro, hace mucho tiempo que los biólogos se sienten desconcertados por el engaño. La insinceridad debería minar la confianza entre los animales. Por ejemplo, ¿por qué las ranas verdes siguen creyendo que un gran croar equivale a un macho grande?. Una nueva investigación ofrece algunas respuestas: la selección natural puede favorecer una mezcla de verdad y mentiras, sobre todo cuando un animal tiene un público amplio. Puede que la sinceridad no sea la mejor política, dependiendo del oyente. "Creo que eso podría explicar muchos misterios en la evolución de la comunicación en animales, incluidos los humanos", afirma Stephen P. Ellner, biólogo matemático de la Universidad de Cornell (EE UU).

Las historias sobre engaños por parte de animales se remontan como mínimo a las fábulas de Esopo. A finales del siglo XIX, el naturalista George Romanes realizó un estudio semicientífico sobre animales engañosos. En su libro de 1883, La evolución mental en los animales, Romanes escribía sobre cómo uno de sus corresponsales le había enviado "varios ejemplos de las muestras de hipocresía de un perro de aguas del rey Carlos".

A mediados del siglo XIX, los científicos documentaron el engaño en casos en los que una especie tomaba el pelo a otra. Por ejemplo, algunas mariposas no venenosas desarrollaban los mismos dibujos en las alas que utilizaban las especies venenosas para ahuyentar a los pájaros. Sin embargo, dentro de una misma especie normalmente prevalecía la honestidad. Los animales emitían llamadas de alarma para advertir a los demás sobre los depredadores, los machos indicaban su destreza en el combate, y las crías comunicaban a sus padres que estaban hambrientas. La honestidad beneficiaba tanto al emisor como al receptor. "El objetivo de las señales era transmitir información", comenta Nowicki. "El engaño prácticamente no era un problema".

Esta componenda solo tenía una pega: que ofrecía una gran oportunidad a los mentirosos. Por ejemplo, los alcaudones habitualmente utilizan las llamadas de alarma para avisar a otro de la presencia de depredadores. Pero en ocasiones los pájaros utilizan la falsa alarma para asustar a otros alcaudones y alejarlos de la comida.

Imaginen que un alcaudón engaña a otros con una falsa alarma. Este come más y, por tanto, puede empollar a más crías. Por su parte, los alcaudones crédulos y menos nutridos incuban a menos crías. Si las falsas alarmas se vuelven habituales, la selección natural debería favorecer a los alcaudones que no se dejan engatusar por ellas.

Cuando los científicos crearon modelos matemáticos de esta teoría, descubrieron que la deshonestidad podía socavar muchos tipos de comunicación vital. Por tanto, el desafío era descubrir cómo contrarrestaba la sinceridad la ventaja del engaño. "Los mentirosos deberían ser capaces de aprovecharse del sistema, de modo que serían seleccionados los oyentes que ignoraran las señales", dice Jonathan Rowell, investigador de la Universidad de Tennessee (EE UU).

Amotz Zahavi, biólogo de la Universidad de Tel Aviv (Israel), propuso un sistema para que prevaleciera la sinceridad. Su idea era que la sinceridad vencía porque la mentira conllevaba un coste relativamente alto. Su teoría finalmente llevó a elaborados modelos y experimentos matemáticos que la confirmaron.

Los gallos, por ejemplo, atraen a las gallinas con sus grandes crestas rojas. Las gallinas se benefician de la elección de machos en buenas condiciones, porque sus crías también tenderán a estar en buenas condiciones. En teoría, un gallo débil podría embaucar a las gallinas desarrollando una cresta engañosamente grande, pero le cuesta más desarrollar una gran cresta. Esta compensación lleva a señales honestas tanto de gallos débiles como fuertes. Pero si habían explicado por qué el engaño no acababa triunfando, ¿por qué seguía prosperando? "No pudimos explicar por completo la insinceridad", responde Ellner.

H. Kern Reeve, un biólogo evolutivo de Cornell, comenta que "el engaño aparece con una frecuencia sorprendente". Hasta los crustáceos pueden mentir. Los estomatópodos macho cavan guaridas, a las que intentan atraer hembras. Algunos machos optan por intentar desahuciar a otros estomatópodos de sus guaridas. Estos conflictos son peligrosos, porque los estomatópodos pueden propinar golpes apabullantes con unos apéndices similares a una garra. Pero rara vez llegan a las manos. Por el contrario, los machos se yerguen y extienden los apéndices, como cuando un boxeador levanta los guantes.

Sin embargo, incluso el estomatópodo más grande y mezquino tiene sus momentos de debilidad. Como todos los crustáceos, deben mudar de caparazón. Un estomatópodo que acaba de cambiar de caparazón presenta un exoesqueleto suave y blando. Sin embargo, aun en este estado vulnerable, los machos levantan las garras en un atrevido farol crustáceo.

Recientemente, Rowell creó un modelo más complejo de señales animales que podría explicar por qué el engaño es tan habitual. Los modelos anteriores sólo estudiaban cómo un único animal enviaba una señal a un único receptor. Pero las verdaderas señales casi nunca son tan privadas.

Un emisor de señales puede tener relaciones distintas con diferentes usuarios. En algunos casos, las señales sinceras son las mejores, pero los indiscretos podrían sacar provecho de ellas. Para reproducir este estrato adicional de complejidad, Rowell creó un modelo matemático con dos receptores en lugar de uno. El animal que emitía la señal podía optar por ser sincero o deshonesto. Los receptores podían responder como si se tratase de una señal sincera o insincera.

Rowell descubrió que la sinceridad y el engaño pueden alcanzar una coexistencia estable en el modelo, publicado en The American Naturalist. Los emisores a veces pueden ser deshonestos, y sin embargo los receptores siguen creyendo las señales a pesar del engaño. Rowell afirma que los casos reales de engaño, como los faroles, secundan el modelo. Cuando una rana verde macho o un estomatópodo se marca un farol, otros machos deben decidir si hacen caso de la señal o la ignoran y atacan. El ataque es arriesgado, porque es posible que el emisor no esté mintiendo. "El contrincante no quiere correr ese riesgo", señala Rowell.

La sinceridad vence a la larga porque la mentira conlleva un coste relativamente alto, incluyendo víctimas.
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7 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Estupendo post, de los que me gustan, con historia y con desarrollo.
Lo leeré más detenidamente. De momento sólo lo he hojeado, si es que se puede decir eso hablando de Internés - Espera, no se puede decir hojeado, pero sí ojeado.
Genial el primate con la estrella de cinco puntas en la boina y con el cartel de "Evolución". La viñeta de Mingote, también.

Juan Nadie dijo...

Con el cartel de "Viva la evolución", que es aún mejor.

marian dijo...

Está muy mono el cartel, sí.
Tú ojea u hojea (que al fin y al cabo se les llama páginas también)
lo que quieras, con confianza, eh.

Sirgatopardo dijo...

Ah claro, que el clero ¡ al fin !, ha admitido la teoría de la evolución, ya les ha costado apearse de la burra....

marian dijo...

¡¿Cuándo ha sido eso?!

Sirgatopardo dijo...

Pues no sé muy bien si ha sido el Papa Benedicto XVI....

marian dijo...

Algunos todavía siguen montados en la burra; pasa igual que con lo del Infierno, que les cuesta renunciar a él, se quedan sin armas para atemorizar a los feligreses.