lunes, 1 de febrero de 2016

SCHIKANEDER PESSOA BRUBECK


NOTA

HE ELIMINADO (SIN QUERER -POR MANAZAS-) UN ÁLBUM DE FOTOS DEL ALMACENAMIENTO DONDE LOS GUARDA BLOGGER, ALGUNAS ENTRADAS DEL BLOG SE HAN VISTO AFECTADAS POR ESE MOTIVO; ESTA ES UNA DE ELLAS. 
IRÉ RESTAURANDO LAS FOTOGRAFÍAS POCO A POCO. GRACIAS Y PERDONAD EL DESASTRE.
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Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia. 


Disfruto la brisa que me conceden y el alma que me han dado para disfrutarla, 
y no me interrogo más ni busco.



El análisis supercurioso de las sensaciones 
-a veces de las sensaciones que suponemos tener-,




 la identificación del corazón con el paisaje, 
la revelación anatómica de todos los nervios,
 el uso del deseo como voluntad 
y de la aspiración como pensamiento, 



todas estas cosas, 
me resultan demasiado familiares para que, 
en otro, me aporten novedad, o me procuren sosiego. 




Siempre que las siento, desearía, 
precisamente porque las siento, 
estar sintiendo otra cosa. 



Desde que las últimas lluvias han dejado el cielo 
y se han quedado en la tierra 
-cielo limpio, tierra húmeda y brillante-
la claridad mayor de la vida que como el azul ha vuelto a lo alto, 
y en la frescura de haber habido agua se ha alegrado abajo,
 ha dejado un cielo propio en las almas, una frescura suya en los corazones.


Somos, por poco que lo queramos, 
siervos del tiempo y de sus colores y formas,
 súbditos del cielo y de la tierra.



  Aquel de nosotros que más se embreñe en sí mismo,
 despreciando lo que le rodea,
 ese mismo no se embreña por los mismos caminos 
cuando llueve que cuando el cielo está sereno.



 Oscuras transmutaciones, 
sentidas tal vez sólo en lo íntimo de los sentimientos abstractos, 
se producen porque llueve o porque ha dejado de llover,
 se sienten sin que se sientan porque, sin sentir, 
se ha sentido al tiempo.





Cada uno de nosotros es varios,
 es muchos, es una prolijidad de sí mismos.
 Por eso, aquel que desprecia al ambiente
 no es el mismo que por él se alegra o padece.



 En la vasta colonia de nuestro ser hay gente de muchas especies,
 pensando y sintiendo de manera diferente.




Y todo este mundo mío de gente ajena entre sí proyecta, 
como una multitud diversa pero compacta,  una sombra única. 



 Soy yo el que está viendo el cielo allá fuera,

 invisible desde aquí, 
soy yo el que está pensando todo esto, 
soy yo el que siente al cuerpo contento 
y a las manos vagamente frías.



Me da más pena de los que sueñan lo probable, 
lo legítimo y lo próximo, 
que de los que devanean sobre lo lejano y lo extraño. 


Los que sueñan en grande, o están locos y creen en lo que sueñan y son felices, 


 o son devaneadores sencillos,
para quienes el devaneo es 
una música del alma que los arrulla sin decirles nada. 


Pero el que sueña lo posible tiene la posibilidad real de la verdadera desilusión.


No puede pesarme mucho el haber dejado de ser emperador romano,  


pero puede dolerme el no haberle hablado nunca a la costurera que, 
hacia las nueve,
 dobla siempre la esquina de la derecha.



 El sueño que nos promete lo imposible ya nos priva con eso de ello,
 pero el sueño que nos promete lo posible se entromete en la propia vida
 y delega en ella su solución. 


Uno, vive exclusivo e independiente; el otro, sometido a las contingencias del acontecer.



Veo las caras de los genios y de los triunfadores reales,
 incluso pequeños,
 singlar en la noche de las cosas sin saber lo que hienden sus proas altivas,
 en ese mar de sargazos de paja de embalaje y virutas de corcho.


Por eso amo los paisajes imposibles 
y las grandes zonas desiertas de las llanuras en las que nunca voy a estar.


 Las épocas históricas pasadas son de pura maravilla, pues, desde luego, 
no puedo pensar que se realizarán conmigo. 



Duermo cuando sueño lo que no existe;
 me despierto cuando sueño lo que puede existir.



Todo lo que nos rodea se vuelve parte de nosotros, 


se nos infiltra en la sensación de la carne y de la vida,
 y, baba de la gran Araña, 
nos liga sutilmente a lo que nos rodea, 


enredándonos en un lecho suave de muerte lenta, donde oscilamos al viento. 


Todo es nosotros, y nosotros somos todo, 
¿pero de qué sirve esto, si no es nada? 



Un rayo de sol, una nube cuya sombra súbita dice que pasa,
 una brisa que se levanta, 


el silencio que llega cuando cesa,
 un rostro u otro,
 algunas voces, la risa casual entre ellas, que hablan, 


y después la noche en que emergen sin sentido los jeroglíficos rotos de las estrellas.


Comparados con los hombres sencillos y auténticos, que pasan por las calles de la vida, 


con un destino natural y callado, 
esas figuras de los cafés asumen un aspecto que no sé definir 



sino comparándolas con ciertos duendes de los sueños 


-figuras que no son de pesadilla ni de disgusto,
 pero cuyo recuerdo, cuando despertamos, nos deja, sin que sepamos por qué,



un sabor a asco pasado, 
un disgusto de algo que está con ellos 
pero que no se puede definir como siendo suyo.



La luz se había tornado de un amarillo exageradamente lento, 
de un amarillo sucio de lividez. 


Habían crecido los intervalos entre las cosas, 
y los sonidos, más espaciados de una manera nueva, 
se producían inconexamente.


 Cuando se oían, terminaban de repente, como cortados. 


El calor, que parecía haber aumentado, parecía estar, siendo calor, frío.  


Por la leve rendija de las contraventanas se veía la actitud de exagerada expectativa del único árbol visible.



El silencio le había entrado con el color. En la atmósfera se habían cerrado pétalos. 



Y en la propia composición del espacio
 una interrelación diferente de algo como planos había alterado 
y roto el modo como los sueños, las luces y los colores usan la extensión.


Sí, soñar que soy por ejemplo, simultáneamente, separadamente,  inconfusamente, 
el hombre y la mujer de un paseo que un hombre y una mujer se dan a la orilla de un río. 



Verme, al mismo tiempo, con igual nitidez, del mismo modo, 
sin mezcla, siendo las dos cosas con igual integración en ellas, 
un navío consciente en un mar del Sur y una página impresa de un libro antiguo.




¡Qué absurdo parece esto! Pero todo es absurdo, y el sueño es, 
sin embargo, lo que menos lo es.





Cuanto más completo el espectáculo del mundo, 
y el flujo y reflujo de la mutación de las cosas,
 más profundamente me convenzo de la ficción ingénita de todo, 
del prestigio falso de la pompa de todas las realidades. 


Y en esta contemplación, 
que a todos los que reflexionan les habrá sucedido tener alguna vez,
 la marcha multicolor de las costumbres y de las modas, 
el camino complejo de los progresos y de las civilizaciones, 



la confusión grandiosa de los imperios y de las culturas
 -todo esto se me representa como un mito y una ficción, 
soñado entre sombras y olvidos.




Pero no sé si la definición suprema de todos esos propósitos muertos,
 hasta cuando son conseguidos,
 debe estar en la abdicación extática del Buda, que,


al comprender la vacuidad de las cosas,
 se alzó de su éxtasis diciendo «Ya lo sé todo»,
 o en la indiferencia demasiado experta del emperador Severo: «omnia fui, nihil expedit» -lo he sido todo, nada vale la pena».





Jakub Schikaneder
Praga, 27 de febrero de 1855 - Praga, 15 de noviembre de 1924






El poniente está esparcido por las nubes sueltas separadas que tiene todo el cielo. Reflejos de todos los colores, reflejos suaves, llenan las diversidades del aire alto, flotan ausentes en las grandes angustias de la altura. Por las cumbres de los tejados erguidos, mediocolor, mediosombras, los últimos rayos lentos del sol que se va adquieren formas de color que no son suyas ni de las cosas en que se posan. Hay un vasto sosiego por cima del nivel ruidoso de la ciudad que también se va sosegando. Todo respira más allá del color y del sonido, con una inspiración honda y muda.

En las cosas coloridas que el sol no ve, los colores empiezan a adquirir tonos de su color ceniciento. Hay frío en las diversidades de esos colores. Duerme una pequeña inquietud en los valles falsos de las calles. Duerme y sosiega. Y poco a poco, en las más bajas de las nubes altas, comienzan a ser de sombra los reflejos; sólo en aquella nubécula, que planea águila blanca por cima de todo, el sol conserva, de lejos, su oro que ríe.

Todo cuanto he buscado en la vida, yo mismo he dejado de buscarlo. Soy como alguien que buscase distraídamente lo que, en el sueño entre la busca, olvidó ya lo que era. Se vuelve más real que la cosa buscada ausente el gesto presente de las manos visibles que buscan, revolviendo, apartando, colocando; y existen blancas y largas, con cinco dedos cada una, exactamente.

Todo cuanto he tenido es como este cielo alto y diversamente el mismo, harapos de nada tocados por una luz distante, fragmentos de falsa vida que la muerte dora desde lejos, con su sonrisa triste de verdad entera. Todo cuanto he tenido, sí, ha sido el no haber sabido buscar, señor feudal de pantanos por la tarde, príncipe desierto de una ciudad de túmulos vacíos.

Todo cuanto soy, o cuanto he sido, o cuanto pienso de lo que soy o he sido, todo esto pierde de repente -en estos pensamientos míos y en la pérdida súbita de luz de la nube alta- el secreto, la verdad, la ventura tal vez, que hubiese en no sé qué que la vida tiene por debajo. Todo esto, como un sol que falta, es lo que me queda, y sobre los tejados altos, diversamente, la luz deja escurrir sus manos de cascada, y surge a la vista, en la unidad de los tejados, la sombra íntima de todo.




Vaga gota trémula, clarea a lo lejos la primera estrella.








LIBRO DEL DESASOSIEGO
FERNANDO PESSOA
FRAGMENTOS








9 comentarios:

carlos perrotti dijo...

A las instantáneas de Schikaneder le has encontrado la voz de Pessoa rimando con esa brumosa pesadumbre, la melancolía de esa luz solitaria encerrada en esas habitaciones donde puede o no haber alguien, esas escenas dramáticas que pronto serán olvidadas y que sólo esas instantáneas habrán de recordar. A la voz de Pessoa le has encontrado imágenes para su tenso a veces lánguido desasosiego. Koto Song es como el hipnótico barniz que las realza.

Otro post muy bien vislumbrado y diagramado, Marian.

marian dijo...

Schikaneder es un pintor poco conocido, o no tanto como otros austrohúngaros Gustav Klimt y Alfons Mucha (que algún día espero tenerlos por aquí también).

Hoy la protagonista es la música, unos pocos cuadros del pintor eran suficientes para lo que quería, pero ya que no es muy conocido he decidido poner algunas pinturas más de él.

Eso del barniz y su poder me ha gustado, Carlos.

Juan Nadie dijo...

¡Qué bueno!
Para alguien que recién está empezando a aficionarse a la poesía de Pessoa (de los diversos Pessoa) esto es fantástico, y cuadra muy bien con la obra de Schikaneder, del que conocía alguna pintura, pero no todas, ni mucho menos. Gracias, me las quedaré, y así no tengo que buscarlas :-)
Brubeck, "niquelao", oye.

marian dijo...

Tengo más, eh, las compartiré:) (Y sin marco)
Todo sea por lo de Pessoa:)

Juan Nadie dijo...

Pues, muchas gracias por compartirlas. Por la música también. ¿Has visto?, no me ha costado decir la famosa palabra. :-)

Ning Jie dijo...

Durante una etapa lejana, me dio fuerte con Pessoa; me fascinaban sus múltiples personalidades literarias y con todas me encontraba a gusto. Era un tipo muy peculiar de calle y en su interior.
Y de Schikaneder qué te voy a contar, yo que tanto admiro la melancolía en el arte, que se me pueden saltar las lágrimas contemplando una pintura, una imagen que alguien plasmó muchos años atrás y sigue transmitiendo la misma sensación ante miradas de tantas generaciones.
Decía Victor Hugo que la melancolía es a felicidad de estar triste.

Precioso post, Marian. Quedo a la espera de mi idolatrado Alfons Mucha :)

marian dijo...

Gracias, Ning. La música, el cine y la pintura son mis debilidades (con sus lágrimas incluidas:)
Pues le daremos la bienvenida al Art Nouveau en cualquier momento...

marian dijo...

¡Y los dulces!

marian dijo...

De nada, Charlie.
P.A. :)