domingo, 29 de abril de 2012

DEL ROMANTICISMO




 Friedrich
Mujer ante el ocaso


Si el Renacimiento supuso una ruptura
con la cultura medieval, el Romanticismo
 es, en parte,
 un regreso sentimental hacia ella.
 Es un volver nostálgico en busca de sus tradiciones,
de sus recuerdos caballerescos...
Esta vuelta viene condicionada, sobre todo,
 por el cansancio
y la repulsa que el hombre del siglo XIX
siente ante el frío clasicismo,
cargado de razones materiales y científicas
del llamado Siglo de las Luces, el siglo XVIII,
 y del que, a pesar de todo,
 el Romanticismo es una consecuencia.
 El hombre vuelve a mirar su interior
y encuentra sus sentimientos íntimos;
se descubre a sí mismo,
parte del Universo, capaz de sentir.
Vientos de libertad levanta el Enciclopedismo francés;
 y el deseo de nacionalización, la opresión napoleónica.
La Revolución de 1830 en Francia,
con sus ideas liberales,
será uno de los estandartes románticos.




La libertad guiando al pueblo
(DELACROIX)




Frédéric Chopin
Polonesa Heróica
Arthur Rubinstein


*
Como todos los movimientos culturales,
el Romanticismo
no sólo será una tendencia o manera
de interpretar el arte y la literatura;
será, fundamentalmente,
una postura frente a la vida.
El idealismo, el individualismo
y la visión pesimista del hombre
al encontrarse desamparado frente a un mundo hostil,
serán las banderas de este movimiento.
El espíritu individualista del hombre romántico
 chocará con la dura realidad.
Ésa será su lucha.
El mundo que le ha tocado vivir no le gusta,
 y arremete solitario,
 como un caballero andante, contra todo.
Sólo importa su ideal.
Descubre entonces
 la presencia de fuerzas sobrenaturales,
 el inevitable destino,
contra el que nada puede,
y su alma se angustia.
Necesita encontrar
unos ideales firmes por los que luchar.
 Los encuentra en la humanidad,
en la mujer, en la patria...
La literatura romántica
 es fiel reflejo de esta visión, de esta postura.
 El afán de individualismo
y originalidad
impulsa al autor
a prescindir de una serie de normas preestablecidas
y se deja arrastrar
por el torbelino de su imaginación.
 Su estilo intentará ser imagen de su personalidad.
 Nacerá, así, una expresión menos cuidada,
 más confusa y desigual,
pero cargada de emotividad y fuerza,
que en ocasiones
se convertirá en violencia y desequilibrio.
Su idealismo
le llevará a buscar modelos de la Edad Media,
 en Dante, en el Romancero,
en las baladas germánicas;
el lejano y misterioso Oriente
con su carga de exotismo,
serán motivos de inspiración,
y además,
todo el encanto de la España árabe
con sus bellas leyendas fronterizas de amor y muerte.
La gran victoria del Romanticismo fue
crear una literatura popular.
Al sacar el poeta su mundo íntimo,
 su profundo yo, a la luz,
 todos se ven identificados,
aunque sea en parte ,
en ese cúmulo de sentimientos líricos.
Su sinceridad y sentimentalismo
llegan hasta la sensibilidad de los lectores
cultos y menos cultos.
 Y el pueblo está lleno de sentimientos.
 Por ello recita de memoria los versos de sus poetas,
como el que sin decir su nombre proclama su amor,
su dolor o su queja.
Alemania e Inglaterra
 pueden considerarse como las cunas del Romanticismo. 
Aproximadamente en el 1800 pasan estas ideas a Francia,
A España llegan,
poco a poco, los aires del movimiento.
 Desde 1810 van penetrando
las teorías románticas alemanas.
 El camino se va configurando
y el triunfo pleno llega en 1835.
La vuelta de los emigrados,
huidos a Francia a consecuencia de
las represiones a los liberales
 por parte del absolutismo de Fernando VII,
fue la causa definitiva.
La duración del Romanticismo en nuestra tierra es breve.  No obstante, dará sus frutos.



 Bécquer y Rosalía de Castro, 
dos islas románticas, dos rezagados.



GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
SEVILLA, 17 DE FEBRERO DE 1836
MADRID, 22 DE DICIEMBRE DE 1870

RIMAS, 42. (III)

Sacudimiento extraño
que agita las ideas
como huracán que empuja
las olas en tropel.

Murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder.

Deformes siluetas
de seres imposibles,
paisajes que aparecen
como a través de un tul.

Colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del Iris
que nadan en la luz.

Ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás.

Memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de llorar.

Actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin riendas que la guíe,
caballo volador.

Locura que el espíritu
exalta y desfallece;
embriaguez divina
del genio creador.

Tal es la inspiración.

Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro
y entre las sombras hace
la luz aparecer,

brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel.

Hilo de la luz que en haces
los pensamientos ata,
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit.

Inteligente mano
que en el collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir.

Armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás.

Cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal.

Atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción.

Raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga,
descanso en que el espíritu
recobra su vigor.

Tal es nuestra razón.

Con ambos siempre en lucha
y de ambas vencedor,
tan sólo al genio es dado
a un yugo atar las dos.



TURNER
Luz y color (la teoría de Goethe) - La mañana después del Diluvio -
Moisés escribiendo el Libro del Génesis

Joseph Mallord William Turner  (23 April 1775 – 19 December 1851)





Rosalía de Castro

Santiago de Compostela, 24 de febrero de 1837
Padrón, 15 de julio de 1885
Un manso río, una vereda estrecha,
un campo solitario y un pinar,
y el viejo puente rústico y sencillo
completando tan grata soledad.

¿Qué es soledad? Para llenar el mundo
basta a veces un solo pensamiento.
Por eso hoy, hartos de belleza, encuentras
el puente, el río y el pinar desiertos.

No son nube ni flor los que enamoran;
eres tú, corazón, triste o dichoso,
ya del dolor y del placer el árbitro,
quien seca el mar y hace habitar el polo.



Arthur Rubinstein
Polonesa Op. 53, en La bemol mayor

Polonesa Heroica (Chopin)
















10 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Maravilloso Rubinstein.

Sirgatopardo dijo...

Uno de los grandes, sí señor.

marian dijo...

Además de ser un pianista excepcional, tocar a Chopin no debe ser moco de pavo.
De polaco a polaco.

Sirgatopardo dijo...

Por cierto, para romántico el amigo Larra.

marian dijo...

Y Nino Bravo, y Adamo, y Camilo Sesto,...:)

Juan Nadie dijo...

Si digo que romántico es Larra, y que Nino Bravo, Adamo, Camilo Sesto y por ahí seguido son en realidad babosillos (con todos los respetos), ¿me llevaré una colleja?

marian dijo...

Y si digo que iba con sorna, ¿me la darás tú a mí?
¿Cómo se te ocurre que pueda comparar a uno con otros? Parece mentira a estas alturas. Pero qué burro eres tú también a veces, llamarles babosillos con todos tus respetos, dejémoslo mejor en romanticoides ¿no?. Que por cierto, de estos tres hay canciones bien majas, ahora que, si hablamos del Bisbal, de Bustamante, ..., en esto caso, aplico yo lo de babosillos (con todos mis respetos).

marian dijo...

Lo de burro iba con todos mis respetos, eh, que por cierto, tú también me has (me habéis) ninguneado a Gustavo y a Rosalía, que ni el uno era una rana, ni la otra la Rosa de España.
(Esto por la Aljandra Pizarnik)
¿Me darás otra colleja?

Juan Nadie dijo...

Ganas me dan, no te creas :-)

La Rosalía es una asignatura pendiente de "Salvo el crepúsculo". Habrá que arreglar eso.

marian dijo...

Por mí, no te reprimas:)