René Magritte Golconde, 1953 |
"Cualquiera que sea una educación buena, debería transformarte en un individuo único, y no en un conformista; debería proveerte con un espíritu original para que puedas enfrentarte a los grandes desafíos, debería permitirte encontrar los valores que serán el plano por el cual te guiarás en el transcurso de tu vida; debería enriquecerte espiritualmente, una persona que ama lo que hace, dondequiera que sea, con quien quiera que estés"
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PROPAGANDA
MACHINERY
(1985)
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(Parte de su discurso de aceptación del galardón de Maestro del Año de Nueva York, 30 de enero de 1990)
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Acepto este premio en nombre de todos los buenos profesores que he conocido a lo largo de los años y que han luchado para hacer de sus relaciones con los niños algo digno, hombres y mujeres que nunca están conformes, siempre cuestionando, siempre esforzándose por definir y redefinir lo que la palabra “educación” debería significar.
Un Profesor del Año no es el mejor profesor, estos suelen pasar demasiado desapercibidos para ser fácilmente descubiertos, pero es un modelo, símbolo de esas gentes anónimas que utilizan sus vidas gratamente al servicio de los niños. Este es su premio tanto como mío.
Vivimos en una época de profunda crisis escolar. La economía mundial narcótica está basada sobre nuestro propio consumo de las mercancías, de forma que si no compramos tantos sueños de humo el negocio colapsaría, y las escuelas son un importante centro de compra.
La crisis de nuestra escuela es un reflejo de una crisis social más amplia. Parece que hemos perdido nuestra identidad.
Vivimos en redes, no en comunidades, y todos los que conozco están solos por eso. En cierto modo la escuela es responsable privilegiado de esta tragedia tal y como lo es también en la creciente brecha entre clases sociales.
Utilizar las escuelas como un mecanismo de selección no hace sino crear un sistema de castas, lleno por abajo de intocables que vagan por los trenes del metro pidiendo y durmiendo en las calles.
He observado un fenómeno fascinante en mis veinticinco años de ejercicio de la profesión: que las escuelas y la escolarización son crecientemente irrelevantes para las grandes empresas del planeta. Nadie cree ya que los científicos son enseñados en clases de ciencias o que los políticos en clases de civismo o que los poetas lo son en clases de inglés.
La verdad es que las escuelas no enseñan nada salvo cómo obedecer órdenes. Esto es un gran misterio para mí porque miles de personas, gentes responsables, trabajan en las escuelas como profesores, cuidadores y gestores pero la lógica abstracta de la institución sobrepasa sus contribuciones individuales.
Aunque los profesores se preocupan y trabajan duro, la institución es psicopática -no tiene conciencia-. Suena la sirena y el joven que se encontraba escribiendo un poema debe cerrar su cuaderno y moverse a otra aula donde deberá memorizar que el hombre y el mono derivan de un ancestro común.
No creo que nos libremos de las escuelas en un futuro cercano, no ciertamente en lo que me queda de vida, pero sí hemos de cambiar lo que se está convirtiendo en un desastre de ignorancia. Hemos de entender que la institución educativa “escolariza” muy bien, pero no “educa”, algo por completo inherente al diseño organizacional.
No es la culpa de los malos profesores o del poco dinero gastado, es que es imposible que la educación y la escolarización puedan llegar a ser alguna vez la misma cosa.
Las escuelas están diseñadas para producir, a través de la aplicación de fórmulas, seres humanos estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado.
La miseria diaria a nuestro alrededor está causada en gran medida por el hecho de que - tal y como Paul Goodman lo estableció hace treinta años- forzamos a los niños a crecer en el absurdo. Cualquier reforma de la escolaridad tiene que tratar con elementos absurdos en su naturaleza intrínseca.
Es absurdo y antivital ser parte de un sistema que te obliga a sentarte en lugares recluidos para gente de la misma edad y clase social que tú. Ese sistema te aparta radicalmente de la inmensa diversidad de la vida y de las sinergias de la variedad, de hecho te castra tu propio ser y futuro, acoplándote a un presente continuo de igual forma a como lo hace la televisión.
Es absurdo y antivital ser parte de un sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que realmente quieres es construir casas, o sentarte a discutir con un extraño sobre la construcción de casas cuando lo que realmente quieres es leer poesía.
Es absurdo y antivital moverte de aula en aula al sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus “deberes”.
¿Cómo aprenderán a leer?” dirán algunos y mi respuesta es: Cuando los niños reciben experiencias completas en vez de las graduadas en aularios, entonces aprenden a leer, a escribir y cálculo con total facilidad si esas cosas tienen sentido en el ambiente vital que les rodea.
Pero recordad que en los Estados Unidos casi nadie que lea, escriba o sepa cálculo tiene mucho respeto. Somos una tierra de charlatanes, pagamos mejor a los charlatanes y les admiramos, así que nuestros hijos hablan constantemente, siguiendo el modelo de la televisión y de sus profesores.
Es muy difícil enseñar incluso lo más “básico” porque ya no son “básicos” en la sociedad que hemos creado.
Dos instituciones controlan a día de hoy la vida de nuestros hijos: la televisión y la escuela, por este orden. Ambos reducen el mundo real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia hacia una abstracción sin final y sin frenos.
En los siglos pasados los niños y adolescentes estaban ocupados en trabajo real, caridad real, aventuras reales, y en la búsqueda real de maestros que pudieran enseñarnos lo que realmente queríamos aprender.
Mucho tiempo se pasaba en desempeños comunitarios, practicando el afecto mutuo, el entendimiento y estudiando cada nivel de la comunidad, aprendiendo cómo hacer una casa, y docenas de otras tareas necesarias para convertirse en un hombre o mujer íntegros.
Pero aquí está el cálculo del horario que dispone cualquier niño de los que enseño:
De las 168 horas que tiene la semana, tienen que dormir 56.
Ven unas 55 horas de televisión a la semana de acuerdo a informes recientes.
Tiene que ir a la escuela unas 30 horas a la semana, usando unas 6 horas en prepararse, ir y volver a casa, y gastan una media de 7 horas a la semana en deberes.
Por supuesto que mis alumnos comen también, y eso añade algo de tiempo,
por lo que si quitamos 3 horas a la semana para cenas
llegamos a la cantidad neta de tiempo privado para cada niño de 11 horas a la semana,
para crearse una conciencia de sí individualizada
Quiero contaros el efecto que produce en los chicos el quitarles todo su tiempo – tiempo que necesitan para desarrollarse – y forzándoles a gastarlo en abstracciones. Tenéis que escuchar esto, porque ninguna reforma que no ataque estas patologías específicas no serán más que un mero lavado de cara.
1. Los niños a los que enseño son indiferentes al mundo adulto. Esto desafía la experiencia de miles de años. Un observación intensiva de lo que “los mayores” hacían siempre fue una de las más excitantes ocupaciones de los jóvenes, pero nadie quiere crecer ahora, ¿y quién les puede culpar de ello? Nosotros somos los juguetes.
2. Los niños a los que enseño ya apenas sienten curiosidad y la poca que muestran es transitoria, no pueden concentrarse durante mucho tiempo, incluso en lo que quieren hacer. ¿Podéis ver la conexión entre las sirenas sonando una y otra vez para cambiar de clase y este fenómeno de atención evanescente?
3. Los niños a los que enseño tienen un pobre sentido del futuro, de cómo el mañana está indefectiblemente unido al presente. Como dije antes, viven en un presente continuo, el preciso momento en el que se encuentran es el límite de su conciencia.
4. Los niños a los que enseño son ahistóricos, no tienen conciencia de cómo el pasado ha dado forma a su propio presente, limitando sus elecciones, moldeando sus valores y sus vidas.
5. Los niños a los que enseño son crueles entre sí, muestran falta de compasión ante los infortunios, ríen las debilidades, y muestran desprecio por aquellos que muestran necesidad de ayuda.
6. Los niños a los que enseño se encuentran intranquilos ante la intimidad y la franqueza. No soportan una verdadera intimidad debido a una costumbre de por vida de guardar los secretos dentro de sí mismos, por lo que van formando su personalidad a base de trozos y partes de comportamiento prestados de la televisión o adquiridos para manipular a sus profesores. Puesto que no son ellos quienes dicen ser, el disfraz se les cae en la intimidad por lo que las relaciones íntimas deben ser evitadas.
7. Los niños a los que enseño son materialistas, siguiendo la estela de sus maestros que “gradúan” todo -y sus tutores televisivos que ofrecen todo lo imaginable “gratis”, buscando formar vidas dedicadas a comprar cosas, la acumulación como filosofía.
8. Los niños a los que enseño son dependientes, pasivos y tímidos ante la presencia de nuevos desafíos. Esto es a menudo ocultado mediante actos de bravuconería, mediante enfados y agresividades que en el fondo solo expresan un vacío sin fortaleza interior.
Podría hablar de otras cuantas condiciones que una reforma de la escolarización tendría que afrontar si nuestro declive nacional pretendiera detenerse, pero por el momento ya habéis comprendido mi postura, tanto si estáis de acuerdo con ella como si no.
Puede que sean las escuelas las que causen estas patologías o la televisión, o ambas. Es una simple cuestión de aritmética, entre escuela y televisión todo el tiempo que los chicos tienen libre es absorbido por ambas.
¿Qué hacer? Necesitamos un feroz debate nacional que no decaiga, día tras día, año tras año. Necesitamos gritar y discutir sobre este modelo de escuela hasta que se arregle o se retire de la circulación para su reparación una cosa u otra.
Una reforma genuina es posible pero no debería costarnos nada. Necesitamos volver a pensar en las premisas fundamentales de la escolarización y decidir qué es lo que queremos que los niños aprendan y por qué.
Durante 140 años esta nación ha tratado de imponer objetivos de arriba a abajo desde los altivos puestos de mando centrales conformados por “expertos”, una élite central de ingenieros sociales. No ha funcionado. No va a funcionar.
El intento soviético de crear una república platónica en el Este de Europa ha sucumbido ante nuestra vista, nuestro propio intento de imponer el mismo tipo de ortodoxia centralizada utilizando las escuelas como un instrumento también se está resquebrajando, solo que más lenta y dolorosamente.
No funciona porque sus premisas fundamentales son mecanicistas, antihumanas y hostiles a la vida familiar. Las vidas pueden ser controladas por la maquinaria educativa pero siempre se revolverán con las armas de la patología social: drogas, violencia, autodestrucción, indiferencia y todos los síntomas que veo en los niños que educo. Ya es hora de que miremos hacia atrás para recobrar una filosofía educacional que funcione.
Uno de mis antiguos alumnos, Roland Legiardi-Lura, aunque huérfano de sus dos padres y sin herencia, cogió una bicicleta y atravesó solo los Estados Unidos cuando apenas había superado la niñez.
No nos puede extrañar entonces que ya siendo un adulto, decidiera hacer una película sobre Nicaragua, aunque no tuviera dinero ni experiencia previa en la realización de películas, y que ganara un premio internacional, aunque su trabajo regular fuera el de carpintero.
Ahora estamos hablando todo el rato de que nuestros jóvenes necesitan desarrollar autoconocimiento. Ya basta de tanta charlatanería.
Tenemos que crear experiencias escolares que devuelvan a los niños su tiempo, necesitamos confiarles desde una edad temprana con independencia de estudios, quizás programado desde el colegio pero que tenga lugar fuera de la institución educativa.
Tenemos que crear experiencias escolares que devuelvan a los niños su tiempo, necesitamos confiarles desde una edad temprana con independencia de estudios, quizás programado desde el colegio pero que tenga lugar fuera de la institución educativa.
Necesitamos crear un currículum donde cada niño tenga la oportunidad de desarrollar su individualidad y su autoconfianza.
Hace poco cogí setenta dólares y envié a una niña de doce años de mi clase con su madre – que no hablaba inglés – en un autobús hacia la costa de New Jersey para encontrarnos con el jefe de policía del distrito de Sea Bright para comer y disculparnos por contaminar la playa con un casco de Gatorade.
A cambio de esta disculpa pública habíamos quedado en que el jefe de policía le enseñaría el trabajo de un policía de barrio durante un día cualquiera.
Tenemos que devolver a los niños tiempo libre desde ya mismo porque esa es la clave para el autoaprendizaje, y debemos reintroducirles en el mundo real tan rápido como sea posible para que el tiempo libre pueda ser gastado en algo más que abstracciones.
Es una emergencia, requiere una drástica acción de corrección. Nuestros niños están cayendo como moscas dentro de la institución escolar, ya sea buena o mala, no importa. Es irrelevante.
¿Qué más necesita un sistema escolar reestructurado?
Necesita que deje de ser un parásito del trabajo de la comunidad en la que se inserta. De todas las páginas escritas en la contabilidad de la historia, solo existe una entrada donde se recluya a nuestros jóvenes y no les pidamos nada de ellos al servicio del bien común.
Llego incluso a creer que necesitamos hacer de los servicios a la comunidad una parte importante de la enseñanza escolar.
Además de la experiencia enriquecedora que supone trabajar de forma no egoísta, es la forma más rápida de dotar a los jóvenes de responsabilidades reales en la vida corriente.
Durante cinco años manejé un programa escolar “autónomo” donde cada niño, pobre y rico, listo y no tan listo, tenía que dar 320 horas de trabajos o servicios a la comunidad.
Decenas de estos niños volvieron años después, ya crecidos, y me contaron que la experiencia de ayudar a alguien les había cambiado sus vidas. Les había enseñado a ver desde otra perspectiva, a repensar metas y valores.
Estudio independiente, servicios a la comunidad, aventuras y experiencia, largos periodos de privacidad y soledad, un millar de diferentes formas de aprendizaje -una por día o más tiempo -, estas son medidas potentes, baratas, y efectivas de empezar una reforma real de la escolarización.
Pero ninguna reforma a gran escala va a funcionar de forma que permita recuperar a nuestros jóvenes ya dañados ni a nuestra sociedad enferma hasta que impongamos abiertamente la idea de que la escuela debe incluir a la familia como motor principal de la educación.
La forma de devolver la salud a la educación es que nuestras escuelas se liberen del dominio absoluto de las instituciones sobre la vida familiar, es promocionar durante el tiempo de escolarización confluencias de padres e hijos que fortalezcan los lazos familiares. Ese fue mi fin último cuando envié a la chica y su madre al distrito de la costa de Jersey para encontrarse con el jefe de policía.
Nuestro mayor problema en conseguir que una vez popularizada esta forma de pensar pueda el sistema educativo ser reformado ya que tenemos unos intereses creados que se apropian de antemano de estas ideas para continuar con la escuela como está, a pesar de la utilización de una retórica aparentemente contraria.
Tenemos que exigir que nuevas voces y nuevas ideas sean escuchadas, mis ideas y las vuestras. Ya hemos tenido un amplio repertorio de voces muy autorizadas y con eco en medios escritos y televisión; una década de debate para todos es lo que se necesita ahora, no más opiniones de “expertos”.
Los expertos en educación nunca han tenido razón, sus “soluciones” son costosas, autocomplacientes, y siempre requieren mayor centralización. Ya hemos visto los resultados.
*
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John Taylor Gatto es autor de varios libros como “A different kind of teacher“, “Weapons of mass instruction”, “Dumbing us Down”, “The Exhausted School” y “Underground History of American Education” y de un famoso artículo publicado en el Wall Street Journal (”I quit, I think“), y también es un gran defensor del homeschooling
Durante sus años como profesor en una de las escuelas de un barrio muy pobre en la ciudad de Nueva York, logró formar estudiantes de pensamiento independiente y de espíritu emprendedor, cuando lo normal para esa escuela era un rendimiento muy por debajo del promedio nacional.
Debido a sus logros sobresalientes con sus alumnos, que tan solo tenían 13 años de edad, fue nombrado como profesor del año del estado de Nueva York en 1991.
Hasta aquí todo va bien. Lo asombroso es que, al explicar los métodos que usó para obtener dichos logros, fue colocado en la lista negra del sistema de educación de Estados Unidos y fue tildado de subversivo y rebelde hasta que terminó retirándose del sistema ese mismo año, después de casi 30 años de trabajar como profesor.
Hoy en día está dedicado a filmar un documental sobre su experiencia de enseñar en los colegios públicos de dicho país. Gatto también ha publicado varios libros sobre educación en los cuales analiza los orígenes del sistema de educación moderno y cuestiona su idoneidad para la educación de las generaciones futuras.
En uno de sus escritos analiza 10 habilidades que la escuela de Harvard considera como esenciales para poder adaptarse a los nuevos desafíos del mercado laboral del siglo XXI y explica por qué ninguna de estas habilidades es enseñada en los establecimientos de educación tradicionales.
El documento advirtió a los estudiantes de Harvard que las credenciales profesionales iban a valer cada vez menos. El entrenamiento y las experiencias en el mundo real, en cambio, iban a ser claves para poder ser exitoso profesionalmente.
Las 10 habilidades consideradas como esenciales son las siguientes:
1.- La habilidad de definir un problema sin contar con la ayuda de otra persona.
2.- La habilidad de formular preguntas que plantean un desafío a las ideas preconcebidas.
3.- La habilidad de trabajar en equipo sin tener un guía.
4.- La habilidad de trabajar absolutamente solo.
5.- La habilidad de persuadir a otros de que la dirección que usted propone es la correcta.
6.- La habilidad de discutir acerca de técnicas y asuntos en público con el objetivo de llegar a tomar una decisión acerca de las normas y políticas establecidas.
7.- La habilidad de poder reorganizar información conocida y formar conceptos y patrones innovadores a partir de ella.
8.- La habilidad de poder extraer rápidamente la información útil desde una gran cantidad de datos irrelevantes.
9.- La habilidad de pensar inductivamente, deductivamente y dialécticamente.
10.- La habilidad de encontrar una solución óptima para resolver problemas usando la intuición y el sentido común. (Método heurístico)
Según J. T. Gatto, ninguna de estas cualidades es fomentada en las aulas de colegio hoy en día:
"El hecho de que no estemos enseñando estas habilidades en los colegios pasa por un tema de política de escuela. Es así por una razón muy válida: los colegios no podrían funcionar como hasta ahora si permitiéramos el desarrollo de estas facultades en nuestros niños.
¿Usted se puede imaginar un colegio en el cual los niños desafían las ideas preconcebidas? ¿O que trabajaran solos, sin ser guiados por un profesor? ¿O que definieran sus propios problemas?"
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JOAN MANUEL SERRAT
ESOS LOCOS BAJITOS
Álbum: En tránsito (1981)
A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que por su bien, hay que domesticar.
Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos transmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.
Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós.
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6 comentarios:
Hoy publica Arturo Pérez Reverte en el suplemento dominical EL SEMANAL un estupendo artículo al respecto de la educación.
Interesante post , vive Dios.
Muy interesante, y habrá que leer el artículo del Reverte.
El Nano, ya te digo...
No he leído ese artículo, pero lo leeré.
La escuela sigue teniendo una asignatura pendiente, más que la escuela los que se encargan del "Sistema Educativo". Más el politiqueo, etc.
El Nano es el Nano...
Tendré que volver a leer el post entero porque dice cosas muy interesantes.
Yo también lo tengo que leer más veces, no creas.
Es interesante porque nos hace reflexionar, cosa que les debe dar mucha pereza (o no es rentable) a quienes se encargan de diseñar la enseñanza.
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