lunes, 10 de marzo de 2014

CUPIDO NO DA UNA

El amor es un problema de salud pública porque enferma
Walter Riso
Cupido en el mirador
William-Adolphe Bouguereau




“Enamorados o esclavizados”, es un libro escrito por Walter Riso en donde desmitifica el enamoramiento.

Un manifiesto de liberación afectiva para ser capaz de mantener los lazos profundos y auténticos en el amor, sin que ello signifique perder nuestra identidad o individualidad, ni quedar atrapados en el círculo vicioso de la dependencia.

El amor es un problema de salud pública. Celos, violencia intrafamiliar, pérdida afectiva, duelo afectivo, infidelidad, violencia de género y hasta asesinatos en nombre del amor. La gente sufre mucho, por eso es un problema de salud. No es un tema menor, es un tema complicado.

Desafortunadamente, la cultura en la que estamos inmersos se basa en el sacrificio ilimitado del propio yo como requisito para acceder a un amor de pareja, siendo la base el dolor y la abnegación amorosa como principios imprescindibles para que una relación fluya y dure.


PEDRO RUY BLAS
 A LOS QUE HIRIÓ EL AMOR





Frente a esto, Walter Riso, en cuatro capítulos cortos, se manifiesta a favor de la liberación afectiva. La posibilidad de establecer un vínculo de amor saludable y sin ataduras, donde cada quien pueda dar impulso al desarrollo de su libre personalidad, sin agobios ni sufrimientos inútiles que nos impidan ser como realmente somos a pesar y por encima del amor hacia la otra persona.
Un esquema mental liberador y constructivo para lograr relaciones placenteras, felices y llevaderas:


 el amor opresivo por un amor libre; 
el amor obsesivo por una amor apasionado pero sereno; 
el amor fusionado por un amor con identidad personal 
y el amor temeroso por un amor valiente.

Comprender que finalmente somos responsables de nuestra propia felicidad afectiva.

En el presente libro dejo plasmada mi opinión sobre ciertos aspectos del amor que, sin duda, responden a su vez a una visión del mundo, unos principios y una ideología personal. Espero que alguno de los aspectos aquí analizados lleven a los lectores y lectoras a pensar y descubrir el amor más allá de los términos convencionales.

Me propuse hacer un manifiesto de liberación afectiva conciso y políticamente incorrecto.
Que podamos tener una relación que no atente contra nuestro libre desarrollo de la personalidad. Es prácticamente como defender la Carta Universal de los Derechos Humanos, en lo referente a la libertad. La liberación afectiva es que tú puedas amar, pero que el amor no te aplaste. 
Lo que hemos visto es que muchos amores funcionan bajo una especie de libertad vigilada que te aprisiona, te encierra, te esclaviza. Yo invito a hacer tu propia revolución afectiva en el amor.

Existen cuatro amores dañinos. Se encuentran con mucha frecuencia, y representan el imaginario social, de acuerdo con cómo nos han vendido el amor a través de canciones y telenovelas. Un amor idealizado.

El amor obsesivo

Ahí lo que planteo es que tú puedas amar sin enloquecerte. 
Uno cree que para estar enamorado hay que tener taquicardia, sudores, 
estar todo el día sufriendo como si estuvieras viendo una película de terror,
 y realmente no es así. 
Sentir pasión es que yo pueda pensar sobre lo que estoy sintiendo.


El amor fusionado

Tiene que ver con no perder la identidad, 
porque muchas relaciones terminan siendo una imitación del otro. 
Y hay cosas que por principio no puedes negociar en el amor, 
como tu propia historia, tus creencias básicas, tus idearios. 
Una cosa es ponerse de acuerdo en cosas secundarias,
 pero no se puede cambiar la verdadera manera de ser.


El amor temeroso

El amor está hecho para que a los valientes les vaya bien. 
El miedo nace de creer que puede haber certeza en el amor, 
es decir, que en algún momento yo tenga certeza de que nunca se va a acabar esto,
 y resulta que la posibilidad cero no existe. 
Yo propongo un amor valiente, que acepta lo peor que pueda ocurrir.

El amor opresivo

Está relacionado con la libertad, que a su vez se divide en tres.

Si yo por amor tengo que perder la libertad de pensar,
 sentir y actuar como me dé la gana de acuerdo con mis valores, ese amor no me sirve.

Si yo por amor debo perder la capacidad de ejercer mis gustos, 
preferencias, vocación y autorrealización, ese amor no me sirve. 

Y si por amor tengo que perder la libertad de tener mis amigos con tranquilidad, tampoco me sirve.


El amor es una construcción social y personal. Tú lo construyes a través de la información que recibes del medio, de las telenovelas, de la literatura, del cine, de la música, de la poesía…



Hala, venga a "de sufrir"




MÓNICA NARANJO & OCTETO IBÉRICO   
  EMPIEZO A RECORDARTE







Cuando vemos estudios sobre el tema, nos damos cuenta de que estamos vendiendo un amor que es bastante enfermizo y muy propenso a generar sufrimiento. Vendemos un amor que no solo es cursi en términos estéticos, sino que es dañino en tanto te hace creer que el amor es todopoderoso, que el amor es eterno, que el amor todo lo puede y que le da sentido a la vida cuando en la práctica no es así.

El amor es casi un problema de salud pública porque enferma, porque genera mucho sufrimiento y porque no hace que las personas se puedan realizar siempre.

Parte de eso es esta información a través de la música y la poesía, que termina siendo más o menos similar cuando se habla del amor, y que van armando estas creencias que después nos impiden amar con libertad y tranquilidad.

Tú puedes bailar un bolero y sentirte romántico, pero si te tomas en serio la letra del bolero vas mal. Ya estás tomando como filosofía de vida algo que siempre trata más o menos de lo mismo: 

                                                       un amor imposible, 
                                                                         alguien que sufre.


 Canciones que dicen:

 “Tú eres quien define mi vida”, 
 “Lo eres todo para mí”, 
“No puedo vivir sin ti”.

 Todas esas cosas generan un caos afectivo. 


Yo pienso que sí puede existir romanticismo, pero ese romanticismo debe ser intervenido por la mente. Uno tiene que pensar el amor, vivirlo y pensarlo. Cuando uno está en una relación de pareja, no solo siente el amor, también lo piensa.  Siempre está lo cognitivo en el amor, lo que pasa es que nosotros reducimos el amor solo al sentimiento y nos olvidamos de otras partes más importantes.

El amor es saludable cuando decimos que tiene tres cosas.

La primera de ellas es el deseo, al que yo llamo Eros en el libro, un deseo que sea compartido, que sea erótico. Las ganas del otro no pueden faltar en una relación. No es lo más importante pero tiene que estar.

El segundo punto es la Filia, que viene de una tradición aristotélica, y que es básicamente ser amigo de tu pareja,  tener proyectos comunes. En cualquier relación que no sea esclavizada, hay amistad. La amistad es, por definición, democrática. Implica la alegría de que el otro exista, como la definía Spinoza. Y esa amistad te permite tener proyectos comunes, comunicarte, tener humor. 

Y el tercero es la compasión: que te duela lo que al otro le ocurre y te alegre la alegría del otro. Es la ternura, la no violencia. 

En resumidas cuentas, la estructura del amor sano es hacer el amor con la amiga o amigo y con ternura.

Esos tres elementos configuran lo que llamamos un amor saludable: deseo, amistad, ternura y compasión, y tienen que estar siempre al servicio del crecimiento personal, es decir, que ningún tipo de amor afecte tu dignidad personal o tus derechos humanos. Que tus principios se puedan mantener intactos. 
Un amor es sano cuando tiene esos elementos y cuando puedes amar con dignidad, sin renunciar a lo que eres.

Siempre se comparan las relaciones del pasado con las de ahora y se toma como ejemplo que antes había menos divorcios, ¿qué pasaba? ¿Había otra visión del amor o era represión o temor a reconocer: “me equivoqué, ya no quiero estar más contigo”?

Había una visión distinta del amor. El amor era visto como un sacrificio. Muchas relaciones de antes eran por apariencia, por aguante. La gente que tenía 30 o 40 años de casados se sentían orgullosos de eso pero no todos tenían relaciones de calidad. Lo que se busca en la posmodernidad es romper el mito de que las relaciones largas son las mejores. La idea tampoco es darle pase a la cultura del desechable, pasar de una relación a otra, eso es patología.  El amor propio es un factor importante. Antes no se veía eso siempre.

Yo no creo que exista el alma gemela ni un tal para cual, ni tampoco creo que el amor sea eterno. El amor se construye. En el amor hay que ser realista. Como dicen los budistas: Realismo afectivo, crudo y duro.

Si estás esclavizado no puedes establecer una relación de pareja dentro del amor, saludable y plena, porque la esclavitud te limita, afecta tus principios, tus valores, aunque hay esclavos felices, y cuando el amo los deja en libertad se asustan y prefieren seguir siendo esclavos. El desarrollo de la libre personalidad es la palabra exacta y, en ella, la esclavitud es totalmente incompatible con un crecimiento adecuado.

La independencia afectiva es no negociar con tu propia identidad, porque tu identidad es tu historia, tus creencias más importantes, tu ideología, tus valores más sentidos y los que te definen como persona. La independencia afectiva es amarte, pero sin perder mi esencia. Puedo negociar en conductas específicas. No dejo las medias aquí, pero qué pasa cuando tú eres de extrema derecha y yo de extrema izquierda. Yo tengo humor y tú no. Yo soy extrovertido y tú introvertida. Esas cosas no se pueden negociar. La gente intenta negociar la esencia del otro, entonces lo que produce es una malformación, una mutación que termina siendo un frankenstein.

Una paciente jovencita le decía al novio, te quisiera más extrovertido, un poquito más trabajador, más amigo, que puedas animar una fiesta aburrida. Yo le dije, no lo quieres, quieres a otra persona, pero el tipo, como estaba enamorado, dijo yo lo hago, pero no fue capaz. Yo lo que defiendo, y ahí es lo políticamente incorrecto, es un individualismo responsable en el amor. No estoy de acuerdo con que uno se entregue ciegamente al otro. 
Me parece que así pierde su propia personalidad, su propio carácter.
Tienen que negociar algunas cositas, pero es más difícil que sean pareja. Los polos opuestos no se atraen. Chocan. Se ha visto en todas las investigaciones que para que una pareja funcione tienen que ser semejantes. Primero, no tener que explicarle el chiste, que tengan un humor similar. Segundo, que les indignen las mismas cosas. Si a mí me indigna algo que a ti no, y entiendo por indignación la ira ante la injusticia, estamos mal. Debe haber una compatibilidad de fondo. 

Otra cosa es el complemento. Uno se puede complementar. Si tú eres hábil en el dinero y yo no, tú manejas el dinero. No estamos hablando de variables de personalidad esenciales que definen el carácter de cada uno. Si yo soy un tipo extrovertido que me gusta ir a bailar y tú una introvertida que le gusta ver televisión, vamos a tener problemas.

Cómo hacemos, a ti te va a tocar que te guste el baile, pero no vas a perder tu introversión. Vas a bailar como baile un introvertido y yo a ver televisión como lo hace un extrovertido, pero no puedo cambiar mi esencia. La semejanza sobre lo fundamental es lo que une a la pareja.

Individualismo responsable es, te quiero y me quiero, te cuido y me cuido, te ayudo y me ayudo. Yo también estoy ahí. Son dos individualismos que deciden solidarizarse. Vamos para el mismo lado. Una cosa es la reciprocidad en el amor y otra la entrega ciega donde yo me pierdo en ti y tú te pierdes en mí y entramos en una especie de fusión. Yo lo llamo "canibalismo afectivo”.

Antes de que entre Eros, lo ideal, sería tener de manera consciente un buen autoconocimiento y decir esto es lo que yo no quiero del amor. Lo importante es saber qué es lo que uno no quiere del amor, más que lo que quieres.

Hay temas que se pueden intentar negociar, porque son más fáciles. Esos temas de todas maneras tienen un límite implícito. Usted se va a bailar y yo viendo televisión, pero el que se va, va a querer bailar con el marido. Una cosa tan sencilla como esa, de salir a bailar sin el marido, hay parejas que se las aguantan, pero hay otras que no. Uno negocia. Hay cosas que se pueden hacer, pero de todas maneras implica una gestión. El amor hay que gestionarlo, no solo implica sentimientos, implica una administración de muchas cosas.

Por eso uno no puede enseñar a enamorarse, pero sí a administrar. Esa gestión requiere la razón, hacer acuerdos y ver los desacuerdos. Claro, introversión y extroversión es más fácil, aunque en la vida práctica no siempre. Imagínate que a mí me guste fumar marihuana y a ti no, qué hacemos. Yo puedo fumar mi marihuana fuera de la casa, pero tú me vas a aguantar el tufo, los ojos, te va a indignar, no te va a gustar. Eso no quiere decir que no lo ames, ojo, eso es muy importante. Te amo, pero te dejo. Porque el amor no basta para que una relación funcione bien. 
El amor es un sentimiento y hay que aprender a manejarlo y a ver cómo se convive con ese sentimiento, pero tienes  que aprender a manejar el vehículo. Tú le echas gasolina, pero cómo manejas el vehículo, no se va a manejar solo. Puede que esas incompatibilidades lleguen al extremo de te amo, pero te dejo porque no le vienes bien a mi vida.

Para mí el 75 por ciento de una relación, para que funcione bien, tiene que ver con la amistad. Es que es pura razón. La amistad la construyes con la razón, con el conocimiento, con los sinsabores, con la diversión, la alegría. El 75 por ciento de una pareja es eso. El 25 por ciento se reparte entre el eros y cuidar al otro.


SLAVE TO LOVE

Esclavitud en el amor

La esclavitud aparece cuando se te bloquea el libre desarrollo de la personalidad y a raíz de los siguientes motivos.

Uno, si yo no puedo pensar, sentir o actuar de acuerdo a mis principios y valores. Si el amor me exige eso, prefiero estar solo. Estamos hablando de la libertad de consciencia. En el libro termino con la historia de una señora que no se podía reír, porque al marido no le gustaba como se reía y ella aprendió a reírse tapándose la boca. Es increíble, yo me puedo reír como me da la gana.

Dos, gustos. Tengo la libertad de tener mis gustos y preferencias y ejercerlos con libertad. Si por amor debo renunciar a eso, qué tipo de amor es ese. Estoy oprimido en una relación donde se me exige que yo sea contrario a lo que soy y uno dice que por amor debe negociar todo, no señor, no se debe negociar todo. Cuando tú ves a una persona que se sacrifica, se muere por el otro y se entregue más allá de su identidad personal, se pierde así misma y deja de ser ella, esas personas pierden el norte. La gente dice vea como lo ama y yo digo, vea lo poco que se quiere a sí mismo.

El tercer punto es si por amor tengo que renunciar a asociarme, a juntarme, a tener amigos propios, pues ese amor me limita socialmente. Es decir, la gente pide permiso para tener amigos y a mí eso me sorprende. Uno avisa, voy a salir, pero algunos creen que si se está en pareja se tiene que renunciar a su vida personal. Nos parece que no, pero es así, es lo que ocurre en la práctica, y la gente se va mermando en su potencial humano. Por eso la gente cuando se separa se queda sin hobbies, sin amigos, con una manera de pensar prestada, con una visión del mundo que no es la propia y tiene que volver a rehacerse.

NINO BRAVO - CARTAS AMARILLAS




El cuarto punto es el derecho a cambiar de opinión. Se tienen estas dos frases. Te casas y después te quieres separar, porque yo te conocí alcohólica, pero después de diez años me cansé. No te curas, no vas a pedir ayuda. La respuesta que da el otro es como un mantra. "Tú me conociste así", como si usted tuviera que tener un destino irrevocable. Cambié de opinión. "Te conocí así, pero ya me cansé". De acuerdo, o ya no te amo, y el otro le dice, "pero usted juró amarme". "Entonces me equivoqué", porque uno, ¿cómo puede jurar amar para toda la vida?  Tú no eres dueña de tus sentimientos. No puedes jurar amar, porque eso no depende de ti, y, ¿si cambias de sexo? ¿Y si te vuelves pederasta o te vuelves incompatible moralmente? Yo lo que me puedo comprometer es a respetarte, a ser honesto, a mantenerte informada de mi vida interior, pero no puedo comprometerme a amarte para toda la vida. Tengo el derecho al desamor. Si no tengo el derecho a desenamorarme, el amor se convierte en una prisión.

Todo esto tiene que ver con las creencias, los imaginarios sociales. Lo que han hecho es crear una serie de paradigmas frente al amor y frente a las relaciones, influida también por las cuestiones religiosas. Si para ti el matrimonio es un sacramento, para ti es para toda la vida, pase lo que pase, en cualquier situación, el otro sea alcohólico o infiel, pues has hecho un juramento dentro de un ritual religioso que consideras sagrado. Lo que hacían las abuelitas de antes era aguantar a costa de cualquier cosa, porque se habían casado para toda la vida.

Uno de los valores hoy es la autonomía, la capacidad de gobernarme a mí mismo y el derecho a cambiar de opinión, con lo cual no quiero decir que cada cual se puede separar cuando le dé la gana y que no le den trascendencia a una relación. Lo que estoy diciendo es que hay separaciones que son útiles y hay que festejar. 


No veamos la pareja y el amor como el motivo de realización principal. Humanicémoslo, vivámoslo y gestionémoslo como cualquier otra actividad nuestra. Al amor hay que verlo y concretarlo desde una perspectiva práctica, más allá de la fantasía, “hay que aterrizarlo en la tierra” y para esto es recomendable “amar sin obsesión, amar sin renunciar a la propia identidad, amar sin miedo a la pérdida” y en definitiva, “amar siendo libres”.

Está científicamente comprobado que el enamoramiento, la intensidad, dura de un año y medio a dos. Los antropólogos dicen que es el tiempo que se requiere para poder copular y tener un hijo y criarlo, y luego se acabó la magia. Pero los seres humanos no buscamos solo eso. Entonces (después de la etapa de "endulzamiento") aparece no únicamente el eros (el enamoramiento), sino también la amistad en el amor, la comunicación, tener un factor en común con el otro, un proyecto de vida con el otro y la ternura. La montaña rusa se endereza, ya no se tiene taquicardia, sudor, pero sí deseo, un deseo que no es loco, no es obsesivo, lo maneja el entusiasmo, que se puede gestionar con la amistad. El amor sigue.

Se tiene que amar lo que la otra persona es, sin magnificarla o disfrazarla. El realismo afectivo es aceptar a la persona como es y amarla como tal.
Si hay algo de la persona que no gusta, hay que tratar de llegar a un acuerdo. Si hay algo que es de principio y es vital, no hay cómo transformarlo y por ende no hay motivo para estar con esa persona.

Hay una pasión obsesiva y una armoniosa. La primera es en la que se va hacia la meta, pero a cualquier costo, nos olvidamos de uno mismo, nos olvidamos de la salud, del bienestar y lo que interesa es alcanzar y poseer al otro, "ya eres mío", "ya eres mía". Entonces, "solo pienso en ti", porque lo único que importa en el mundo es la pareja, todo gira alrededor de esa persona. Es una pasión mala, porque es una enfermedad. No te despierta, sino que te mantiene maníaco, fuera de control.


Por otro lado, la pasión armoniosa es cuando se está con alguien, pero se logra ser independiente (a pesar de llevar una vida de pareja), se llega a tener una vida propia, se sienten ganas por el otro, deseo, pero no es un deseo desesperado e insaciable, porque el problema de la obsesión "mala" es que siempre se quiere más, el individuo nunca se satisface. Es como una adicción.

En principio todos queremos la certeza en el amor, es decir, no deseamos correr ningún riesgo, tenemos miedo de quedarnos solos y de perder a la persona amada. Algunos dicen que es prácticamente imposible tener cero miedo, sin embargo, sí se puede, de acuerdo a la experiencia que yo tengo al ver tanta gente.

En el amor hay que aprender a ser valientes, aceptar lo peor que pueda pasar. Si me dejan de querer, se acaba, y si me dejan de querer no me merece quien no me quiere, qué vamos hacer.
Me deprimo unas semanitas y después sigo.
Se tiene mucho miedo de perder a la "media naranja" puesto que vemos en el otro toda nuestra realización personal, toda nuestra identificación, porque ponemos en ese otro toda nuestra autorrealización. Pero si somos independientes, no vamos a tener ese miedo.




También hay gente civilizada


JOSÉ FELICIANO  -  PARA DECIR ADIÓS





LAS LÍNEAS ROJAS

Primero, lo obvio, que no te quieran. Pero, ¿ por qué mucha gente está con personas que no las quieren y siguen ahí?

Dos, cuando tu autorrealización no se puede llevar a cabo, es decir, tu vocación más esencial. Si por el amor te impide esto, pasaron la línea roja.

Tercero, cuando violan tus principios o valores. Cuando ocurre cualquier cosa, te amo, pero te dejo, es la salida.

Lo ideal sería te dejo de amar, esa sería la fácil, un desamor que te libera. Eso no se cumple porque tú no puedes producir desamor a voluntad, ni amor a voluntad. Eros te flecha por la espalda, pero no te quita la flecha. La flecha se quita, a veces con la decepción, pero generalmente se quita lentamente. Es doloroso.

Que dentro de una pareja una parte tenga más derechos o privilegios que la otra, como se observaba en las relaciones de hace 50 años, me parece una falta de respeto y un atentado total a los derechos humanos. Aquí somos iguales, no tiene que haber quien tenga más privilegios, a no ser, en casos extremos, de que el otro esté enfermo, esté con una enfermedad terminal o esté paralítico, obviamente hay que cuidarlo más.

El amor no es tan complicado, lo complicamos nosotros. Ser valiente en el amor no es estar todo el día haciendo cosas, humillándome; la gente cree que estar bien en la relación es disminuir la probabilidad de que perder al otro es someterme al otro, es apegarme al otro, ser dependiente, decirle sí a todo para que no haya nada. Hay que entender que si hay peleas, hay peleas, porque si en cada una de estas tengo miedo de que me vaya a separar, no voy a pelear nunca, no voy a discutir jamás, voy agachar la cabeza, me voy a arrodillar.


Los límites del amor

Love`s Secrets - William-Adolphe Bouguereau
No importa qué digan los poetas, no amamos con el corazón, sino con el cerebro. Podemos inventar el amor de pareja en el día a día, construirlo a nuestra imagen y semejanza, e incluso trascenderlo o abandonarlo.

Si el amor solo fuera sentimiento y emoción pura, quedaríamos inevitablemente a la merced de sus altibajos y fluctuaciones.
Entraríamos en un "todo vale" afectivo que funcionaría como una bomba de tiempo, donde el "ser para el otro" quedaría automáticamente validado y el "ser para sí" sería considerado una herejía.

No importa qué digan los románticos: ser incondicional en el amor, amparado en la quimera del amor verdadero, promueve el sufrimiento, el desinterés por uno mismo. 

El amor completo, el que incluye pasión (eros), amistad (philia) y ternura (ágape), no llega de improviso como un demonio o un ángel que se apodera de nosotros, también existe la voluntad de amar o de no amar.
No solo el amor nos "posee", también lo poseemos a él: nadie es víctima del amor sin su propio consentimiento.
Nuestra cultura ha hecho una apología al amor incondicional, el cual parte de una idea altamente peligrosa: "Hagas lo que hagas te amaré igual". Es decir, que a pesar de los engaños, los golpes, la crueldad, el desinterés o el desprecio, si los hubiera, en nada cambiarían mi sentimiento.

Más allá de mi dignidad y a cualquier precio, hagas lo que hagas, te amaré per sécula seculórum. Amor ilimitado, irrevocable y eterno. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante estupidez? Si el amor lo justificara todo, estaría por encima de los derechos humanos.

Realmente, ¿nunca esperas nada a cambio de tu pareja, ni siquiera una mínima retribución? No seamos hipócritas. Si eres fiel, esperas fidelidad; si das sexo, esperas sexo; y si das ternura, no esperas un desprecio o un golpe. 

El mito del amor sin límites ha hecho que infinidad de personas establezcan relaciones totalmente dañinas e irracionales, en las que se promulga el culto al sacrificio y la abnegación sin fronteras. "Vivo para ti", "Mi felicidad es tu felicidad" ¿Y después qué? ¿Cómo escapar si me equivoqué? Si el amor teórico y celestial es ilimitado y no conoce condiciones, el amor terrenal las necesita, y con urgencia. 
Basta mirar cualquier indicador sobre maltrato y relaciones disfuncionales para darse cuenta de que los llamados "males del amor" ya conforman un problema de salud pública.

¿Quién dijo que hay que soportarlo todo o resignarnos a una vida insulsa y sin sentido, por amor? ¿De dónde sacamos que para el amor no hay ley? No solo traspasa los límites racionales del amor quien vulnera los principios de la persona supuestamente amada, sino quien acepta sumisamente el desamor, la descalificación, el engaño o cualquier otra forma de ofensa.

Si nunca te indignas con tu pareja, pueden pasar dos cosas: o vives en el autoengaño o estás viviendo con un santo o una santa, lo cual es igualmente preocupante.
Reconocer que existen ciertos límites afectivos no implica necesariamente dejar de amar, sino aceptar la posibilidad de modificar la relación en un sentido positivo o simplemente alejarse y no estar en el lugar equivocado, aunque duela la decisión.

Aun así, algunas personas parecen tener una conexión directa entre el sistema límbico (encargado de sentir) y el lóbulo prefrontal (encargado de pensar), y en tal sentido son capaces de dejar de amar si no se sienten amadas. Una paciente me decía: "En cuanto supe que no me amaba lo dejé de amar instantáneamente" Afortunados quienes lo logran.

Si crees que el amor lo justifica todo y que amar es tu principal fuente de realización, el amor se convertirá en una obsesión y no serás capaz de renunciar al afecto o a tu pareja cuando debas hacerlo. La máxima es como sigue, así el miedo y el apego te bloqueen la mente y ablanden tu corazón: no importa cuánto te amen, sino cómo lo hagan.
El buen amor es un problema de calidad total. Cuando estás en una relación en la que no te aman como quisieras o no te respetan, pero sigues allí aferrada o aferrado pese a todo, esperando el milagro de una resurrección imposible, pasaste los límites del amor razonable e inteligente.

Existe un punto donde la línea de lo no negociable se desdibuja y perdemos el norte.

El mensaje es que no necesitas "amar el amor sobre todas las cosas" para vivir en pareja y que hay límites a partir de los cuales el amor se transforma en enfermedad o adicción. Para amar no debes renunciar a lo que eres. Un amor maduro integra el amor por el otro con el amor propio, sin conflicto de intereses: "Te quiero, porque me quiero a mí mismo, porque no me odio". Y si amarte implica aniquilar mi autoestima, prefiero la compañía de mi vieja amiga, la soledad.

Las preguntas claves son: cuáles son los límites del amor y cómo podemos identificarlos.
Analizo por qué nos cuesta tanto ponerle límites al amor y me concentro en algunos pensamientos negativos responsables (sobre el amor, sobre uno mismo, sobre los mandatos sociales y sobre el futuro).
Hago una diferencia entre la entrega irracional, autodestructiva y denigrante que promueve la cultura de la abnegación, con especial énfasis en el papel de la mujer (síndrome de la nodriza, la geisha y la empleada) y la dedicación saludable, que sugiere amar sin renunciar a uno mismo y sin olvidarse de la pareja; también señalo una diferencia entre el individualismo responsable y el individualismo irresponsable. 
En la última parte, relaciono el amor con los valores y los derechos humanos, partiendo de dos pilares fundamentales: el amor democrático y el amor digno. Aprender a amar sin renunciar a lo que somos. 

Necesitamos hacer una revolución afectiva, y esto es válido para ambos géneros. Para lograr modificar los paradigmas que tenemos sobre las relaciones afectivas, debemos revisar nuestras concepciones tradicionales sobre el amor en general y el amor de pareja en particular, a la luz de un conjunto de valores renovados. La experiencia amorosa es un arte que habita un punto medio, tan cerca del corazón como de la razón.

*


LOS ADIVINOS
(Se creen imprescindibles)
ANA MARÍA DRACK   -   ENHORABUENA





Sin vanidad, dice...
TRÍO LOS PANCHOS & EYDIE GORMÉ  -    SABOR A MÍ





*

LOS LÍMITES DEL AMOR SALUDABLE

Haría cualquier cosa por ti, si me lo pidieras.
¿Quién no ha dicho esta frase alguna vez en su vida, bajo el efecto hipnótico del enamoramiento? ¿Y cuántos no se han arrepentido luego? Amor sin límites, sin condicionamientos, libre de pecado y más allá del bien y del mal. Existir para el otro, vivir para el amor, consagrarse a él y realizarse por medio suyo, junto a la persona amada.

Y si eres mujer, la cosa es peor: "Estás hecha para amar", afirmaban sin pudor pensadores de la talla de Rousseau y Balzac. Amar hasta reventar, hasta agotar reservas, hasta "morir de amor", como cantaba Charles Aznavour.
Romanticismo a ultranza, descarado, febril, ilimitado, que todo lo justifica, hecho para quienes están dispuestos a entregarse hasta la médula y sin recato, no importan las consecuencias.

La consigna del amor irracional es terminante: si no hay abdicación del yo, si la subordinación al amor no es radical, entonces ese amor no es verdadero. "Sacrificio y amor van de la mano", dice la sabiduría popular, porque así fue concebido por la civilización desde los comienzos.


Elegy - William-Adolphe Bouguereau
¿Que ya está pasado de moda, que ya se ha erradicado totalmente tal concepción? Lo dudo. Pienso que la exigencia de un amor irrevocable y sometido al otro sigue tan vigente como antes, aunque más solapado y maquillado por las reivindicaciones y conquistas sociales, sobre todo las feministas. Estoy de acuerdo con el sociólogo Gules Lipovetsky cuando afirma que aunque se ha intentado desmontar el culto femenino al amor, la tan anhelada  revolución afectiva aún está en pañales.

Las mitologías del amor, como veremos más adelante, además de ser altamente nocivas para la salud mental, todavía están presentes en el imaginario de infinidad de mujeres.

Obviamente no se trata de vivir sin amor y negar el hecho de que en algunas relaciones, tal como decía Roland Barthes en su libro Fragmentos para un discurso amoroso, "arder" es mejor que "durar". Nadie desdeña la experiencia amorosa en sí misma, sino las terribles secuelas de su idealización sin fronteras. 
Los mitos son ideales inalcanzables, salidos de toda posibilidad y anclados en un "deber ser" definitivamente contraproducente y sin sentido. 
No se trata de destruir el amor, sino de reubicarlo, ponerlo en su sitio, acomodarlo a una vida digna, más pragmática e inteligente. Un amor justo y placentero que no implique la autodestrucción de la propia esencia, ni que excluya de raíz nuestros proyectos de vida. 
El amor no lo justifica todo, no es Dios, aunque hayamos establecido esa correlación a través de los tiempos. "¿Por qué no lo deja, señora? ¿Por qué no se salva y escapa a la indiferencia y el maltrato psicológico que la están destruyendo? ¿Por qué sigue ahí, si sabe que él la engaña con otra mujer?" La respuesta es patética: "No puedo, lo amo".


CONCHA PIQUER  -    Y SIN EMBARGO





Si el amor, en cualquiera de sus formas, se nos presenta como la máxima aspiración de vida, no podremos vivir sin él y haremos cualquier cosa para obtenerlo y retenerlo, independiente de los traumas que pueda ocasionar. Parecería que todo vale cuando se trata del "milagro del amor", o mejor, nada vale o da lo mismo, porque se supone que no hay amor auténtico sin dimisión absoluta. Amor dispuesto a todo, cuanto más insensato, mejor. Amor en cantidades apabullantes, desmedido, ahogarnos en él hasta perder el sentido de la proporción y de la propia vida. ¿Acaso no se trata de eso? ¿Acaso el amor no es "lo más sustancial"?, gritan a los cuatro vientos los enamorados del amor. 

Pues no: el culto al sacrificio sentimental ilimitado es una epidemia que aniquila vidas y al cual nos sometemos inexplicable y embelesadamente como ovejas al matadero.
La siguiente frase de Francis Bacon resume esa sensación cuasimística que embarga a los que han sufrido el flechazo: "La naturaleza del amor implica ser rehén del destino".


A young girl defending herself against Eros - William-Adolphe Bouguereau
La idea de que las mujeres son "el pilar de la familia" y que, por tanto, deben estar dispuestas a hacer cualquier tipo de sacrificio para defender la unidad y felicidad del grupo familiar es similar a la del soldado que muere por una causa o el hombre que lo hace por el honor. Valores que son antivalores: el deber de la despersonalización que se sustenta en la sacralización de un amor desmedido.
No importa que debas sacrificar estudios, profesión, vida social y hasta las ganas de vivir: si te deprimes en nombre del amor, esa depresión será santificada. 
Amor heroico, inmolación de la propia identidad, que las abuelitas en su sabiduría llamaban "la cruz del matrimonio".
En los amores enfermizos, cuya norma es la dependencia y la entrega oficial sin miramientos, el desinterés por uno mismo se convierte en imperativo. Toda forma de independencia es sospechosa de egoísmo, mientras el desprendimiento y el altruismo relamido son considerados un acercamiento al cielo y un pasaporte a la salvación. No solo hay que vivir para el prójimo, sino también, legal y moralmente, para la persona que supuestamente amamos, sin excepciones.

Dicho de otra forma: la propuesta afectiva implícita que aún persiste en la mayoría de las culturas amantes del amor desesperado, inclusive en muchas de las llamadas culturas "liberadas" o "liberales", sigue siendo la misma que ha caracterizado la historia del amor desde sus comienzos: "Amar es dejar de ser uno mismo".
No se trata de vincularse en libertad, sino de desaparecer en el ser amado. Pura absorción. Si suponemos que el amor de pareja no tiene límites, si hacemos de la abnegación una forma de vida, es apenas natural que no sepamos cómo reaccionar ante cualquier situación afectiva que nos hiera o degrade. Una vez pasamos el límite de los principios, devolverse no es tan fácil porque ya estamos enredados en la maraña de sentimientos que hemos fabricado y en los deberes que hemos asumido.

¿Qué se supone que deberíamos hacer cuando la persona que amamos viola nuestros derechos? Si el costo de amar a nuestra pareja es renunciar a los proyectos de vida en los cuales estamos implicados, ¿habrá que seguir amando? Y si no podemos dejar de amar, ¿habrá que seguir alimentado el vínculo? Se me dirá que cualquier relación de pareja requiere de aceptación y que la convivencia afectiva implica renunciar a ciertas cosas. Vale. Es apenas obvio que para estar en pareja hay que negociar muchas cosas, sin embargo, el problema surge cuando la supuesta negociación excede los límites de lo razonable, es decir, cuando afecta directamente la valía personal o cuando los "pactos de convivencia" fomentan la destrucción de alguno de los miembros. 
El ágape (compasión) también tiene sus contraindicaciones. Ante un bebé o una persona gravemente incapacitada es natural no esperar nada a cambio. Nadie niega que haya momentos en los que el "yo" pase a un segundo plano, pero si esta ayuda se lleva a cabo de una manera compulsiva, maternal o paternalista, habremos entrado al terrible mundo de la codependencia.

Acoplarse a las exigencias razonables de cualquier relación afectiva, acercarse al otro sin perder la propia esencia, amar sin dejar de quererse a sí mismo, requiere de una revolución personal, de cierta dosis de subversión amorosa que permita cambiar el paradigma tradicional del culto al sacrificio irracional por un nuevo esquema en el que el respeto propio ocupe el papel central.

¿Amar con reservas? Sí, con la firme convicción de que amarte no implica negociar mis principios. 



Vaya...



MARÍA VERANES  -  MI CARADURA



¿Hasta dónde debemos amar?
 Algunas razones para no seguir

Obviamente, no hasta el cielo. El límite lo define tu integridad, tu dignidad, tu felicidad.  Si te pasaste de la raya y estás en el lado oscuro del amor, es probable que quieras regresar a lo que eras antes, a la tranquilidad de aquella soledad bien llevada. Cuando establecemos las condiciones de un amor de pareja saludable, definimos una zona, una demarcación realista más que romántica, a partir de la cual una relación debe transformarse o terminarse, así el sentimiento amoroso exista. 


Cupido - William-Adolphe Bouguereau
Pasar los límites de lo razonable (respeto, maltrato, infidelidad...) no implica que el afecto tenga que disminuir necesariamente, sino que a partir de ese punto, el amor por sí solo no justifica ni valida el vínculo afectivo debido a los costos psicológicos, morales, físicos y/o sociales. 
En una relación de pareja constructiva, lo que en verdad interesa es la conveniencia y congruencia interpersonal, es decir, qué tanto la persona que amas le viene bien a tu vida y qué tanto concuerda con tus ideas, intereses y necesidades, e igual para el otro lado. 
Es cierto que a veces no tenemos el poder de desenamorarnos a voluntad, pero sí podemos dejar de magnificar el amor y alejarnos de una relación afectiva destructiva, así sea con esfuerzo y dolor.

¿Cuándo pierde el amor su sentido vital?

Al menos, en tres situaciones:
primero, cuando no te quieren;
segundo, cuando tu realización personal se ve obstaculizada;
y, tercero, cuando se vulneran tus principios.

Dicho de otra forma: estaré a tu lado siempre y cuando me sienta amada o amado, pueda llevar adelante mis proyectos de vida y no vulneres mis principios y valores. De no ser así, el amor y la pareja deberán entrar en cuarentena.

Veamos cada una de estas situaciones en detalle.

Cuando no te quieren. ¿Por qué seguimos en una relación insana, a sabiendas de que no nos aman? Esperar a que te quieran puede ser una de las experiencias más humillantes y tristes: "Ya no me abraza, ya no se preocupa por mí" o "Nunca me he sentido realmente amada o amado" ¿Qué esperas, entonces? Mendigar amor es la peor de las indigencias, porque lo que está en juego es tu persona, y si el otro, el que está por "encima", acepta dar limosnas, no te merece.

¿Quién tiene el poder en una relación? No es el más fuerte, ni el que tiene más dinero, es el que necesita menos al otro. Si tu pareja puede prescindir de ti mucho más fácil de lo que tú puedes prescindir de él o ella, hay que equilibrar la cuestión. 

Una persona honesta jamás estaría con alguien a quien no ama para aprovecharse de ciertos beneficios, llámese comodidad, dinero, compañía, etcétera.

Si no te quieren, no es negociable. ¿Qué vas negociar, qué acuerdos vas a proponer si no hay sentimiento, ni ganas ni deseo? 

¡Qué mala consejera puede ser a veces la esperanza! En ocasiones, la crudeza de la realidad o la más dolorosa desesperanza nos quita la carga de un futuro inconveniente. Si bajara un ángel y te dijera que tu pareja nunca podrá amarte, ¿seguirías manteniendo la relación? ¿Qué harías? 
Para mí es claro que si alguien titubea o duda de que me ama, no me ama. "Dame un tiempo", "Déjame pensarlo" o "No estoy seguro", son excusas o mentiras. 

Si es evidente que no te quieren y sigues allí a la espera de la resurrección amorosa, dispuesta o dispuesto a responder a cualquier insinuación, te extralimitaste: estás del otro lado. 
Y si tu sensación de insatisfacción afectiva persiste a pesar de tus reclamos, ya tienes resuelto el problema. No hay dudas: no te aman, y alguien tiene que irse. 

Todo lo que nos haga crecer como seres humanos, mientras no sea destructivo ni para uno ni para otros, debe llevarse a cabo, si no queremos sentirnos incompletos. No hablo de impulsos patológicos, como las adicciones o las perversiones, sino de esa energía y pulsión de vida que nos hacen más humanos cuanto más las llevamos a cabo. Sin obsesionarnos por ello, la búsqueda de la excelencia (superación no egocéntrica) y el perfeccionamiento (mejoramiento continuo) definen el arte de vivir. ¿Cuál es tu vocación, tus aficiones, tus querencias, tus gustos, tus sueños, tus proyectos de vida? ¿Por qué abandonarlos? Un amor que exija la castración a la motivación del otro para que funcione, no es amor, sino esclavitud. 

Si por hacer feliz a la persona que amas renunciaste a tus deseos íntimos, has reprimido tu esencia o has adoptado un look prestado que distorsiona tu verdadero yo, pasaste el límite de un amor saludable. O peor: si esa fue la "prueba de amor" que te exigieron, no te amaron o no te aman lo suficiente.

Cuando vulneran tus principios o valores ¿Qué estamos dispuestos a negociar por amor? Hay cosas en las que no podemos ceder, simplemente porque si lo hacemos, nos traicionaríamos a nosotros mismos. 

Existe un acuerdo implícito en la mayoría de los pensadores sobre el tema de los valores: el límite de lo negociable es la dignidad personal, es decir, la opción de ser valorado, honrado y respetado.
La dignidad tiene que ver con la autonomía y la autodeterminación. Sentirse digno es aceptar que uno es merecedor de respeto. La dignidad es lo que se resiste a la humillación, a la autocondena y a la condena injusta.
¿Cómo saber cuándo alguien afecta tu dignidad?  Cuando la indignación tiene lugar, sentimos que se ha violado lo entrañable y que los intereses más íntimos y radicales han sido maltratados. El filósofo Theodor Adorno decía que la indignidad se identifica con la tortura, la privación de la libertad, la injusticia, la explotación, la crueldad y la vejación.


El rapto de Psique por Cupido -  William-Adolphe Bouguereau
La premisa es conservar tu ser moral y negarte a ser objeto. Y un buen comienzo para ello es aceptar que tu pareja no es más que tú, ni más valiosa, al menos en lo que se refiere a la posibilidad de recibir consideración y respeto.

Los seres humanos somos iguales en derecho, somos iguales en dignidad, a pesar del culto a la entrega y al sacrificio por amor. Por eso, cuando negocias tus principios y tus creencias fundamentales, así lo hagas por amor a tu pareja, niegas tu condición y dejas de quererte a ti mismo.

Existen, al menos, dos factores clave que afectan la dignidad personal en las relaciones afectivas; pero hay que tener en cuenta que el tema no se agota con esta clasificación. Convertirse en un instrumento para satisfacer a otros. El sacrificio que se exige en nombre del amor puede ser una excusa para utilizar al otro para los propios fines. 

En muchas culturas, el usufructo realizado en nombre del amor ha sido visto como una consecuencia natural del matrimonio: si lo tuyo es mío y lo mío es tuyo, si establecemos una relación sobre la base de la despersonalización y el canibalismo afectivo e intelectual, entonces tu cuerpo es mío, tu mente me pertenece, tu libertad es parte de mi patrimonio, y viceversa.
Intercambio de identidades: definitivamente tenebroso. 

Tanto los golpes físicos como el maltrato psicológico afectan la dignidad. Sin embargo, mientras que el castigo físico deja marcas y queda registrado en la piel, el maltrato psicológico suele ser invisible para cualquier observador. 
De todas maneras, debemos reconocer que cuando la vida está en juego, no siempre es fácil defender la dignidad, pese a que la historia de la humanidad está repleta de personas que lo arriesgaron todo antes de aceptar un trato indigno. No olvides que nadie puede utilizarte y convertirte en un instrumento sin tu consentimiento. 

¿Cómo sabes que estás amando irracionalmente? Aunque pueda parecer evidente para un observador imparcial, en el ojo del huracán, la tormenta no se percibe, el clima parece apacible y tranquilo. El autoengaño y la ignorancia funcionan de manera similar. A veces estamos tan embotados, tan acostumbrados al sufrimiento que no nos damos cuenta. Cuando esto ocurre, el dolor funciona como las termitas: por fuera, la casa luce como nueva, pero mientras tanto sus cimientos están siendo carcomidos lentamente. La mente puede acostumbrarse a la tristeza y a la ansiedad hasta considerarlas "normales".


GLORIA GAYNOR   -    I WILL SURVIVE



Cuando cruzamos los límites de la autoestima, una sensación de falta de completitud, de vacío y encierro vital hace su aparición. Sin embargo, aunque la evidencia de estas sensaciones es contundente, la mente duda y se acobarda.

Un combate entre la razón y la emoción tiene lugar:

"Pero no todo es malo... Hemos tenido momentos buenos...". Y la confusión alimenta la más cruel de las esperanzas: la posibilidad de que si "el amor todo lo puede", ojalá esta vez sí pueda. Y allí nos quedamos, semanas, meses o años, a la espera de un sueño que nunca se realiza.

Me pregunto: ¿por qué vivir mal? ¿Por qué resignarnos a una vida insufrible e insípida? Y no me refiero necesariamente a las parejas que viven en una guerra cotidiana continua y la decisión de alejarse sería más que obvia, sino a aquellas relaciones que se escudan en un aparente diálogo inteligente, que no es otra cosa que un forcejeo constante y encubierto.

El culto a la verborrea consiste en hablar sobre lo que se habla o sobre lo que no se habló pero debería hablarse. En estas relaciones parlanchinas, todo hay que explicarlo, siempre hay algo que justificar o demostrar. Nada ocurre con naturalidad y la vida se va llenando de esclarecimientos e ilustraciones constantes, ejemplos y estadísticas, para convencer al otro de lo que a uno le parece evidente. 
A una de estas parejas, aparentemente trascendidas, les pregunté si eran felices viviendo juntos, ya que todo terminaba en una polémica. Su respuesta fue al unísono: "¡Nosotros no peleamos, discutimos! Si la convivencia con la persona que amo termina convirtiéndose en un esfuerzo cotidiano por explicar y justificar todo lo que pienso, siento o quiero, si no hay patadas y gritos, la relación ya va cuesta abajo.

El amor saludable es aquel que se mantiene dentro de los límites razonables de la convivencia inteligente y tranquila y que discurre sin tantos tropiezos ni tanta disputa.


Algunos indicadores emocionales de haber pasado los límites del amor son: depresión, desgana, ansiedad, tedio o aburrimiento, sentirse atrapado, desear la viudez o la separación, sentirse bien y libre cuando la pareja se acuesta a dormir o se aleja, sufrir con cada relación sexual, sentirse humillada o humillado y sentir miedo, entre otras.

¡Benditos sean los silencios amigables, el consentimiento implícito que acompaña una sonrisa o el gesto afirmativo que no modula! Una buena pareja no habla tanto como la gente cree, sino lo suficiente para mantener vivo el interés.

Tal como nos enseñó Epicúreo, la felicidad tiene que ver con los balances, no se trata de mezquindad, sino de sabiduría. 



Dame tu libertad. No quiero tu fatiga

Dame tu libertad.
No quiero tu fatiga,
No, ni tus hojas secas,
Tu sueño, ojos cerrados.
Ven a mí desde ti,
No desde tu cansancio
De ti. Quiero sentirla.
Tu libertad me trae,
Igual que un viento universal,
Un olor de maderas
Remotas de tus muebles,
Una bandada de visiones
Que tú veías
Cuando en el colmo de tu libertad
Cerrabas ya los ojos.
¡Qué hermosa, tú, libre y en pie!
Si tú me das tu libertad me das tus años
Blancos, limpios y agudos como dientes,
Me das el tiempo en que tú la gozabas.
Quiero sentirla como siente el agua
Del puerto, pensativa,
En las quillas inmóviles
El alta mar. La turbulencia sacra.
Sentirla,
Vuelo parado,
Igual que en sosegado soto
Siente la rama
Donde el ave se posa
El ardor de volar, la lucha terca
Contra las dimensiones en azul.
Descánsala hoy en mí: la gozaré
Con un temblor de hoja en que se paran
Gotas del cielo al suelo.
La quiero
Para soltarla, solamente.
No tengo cárcel para ti en mi ser.
Tu libertad te guarda para mí.
La soltaré otra vez, y por el cielo,
Por el mar, por el tiempo,
Veré cómo se marcha hacia su sino.
Si su sino soy yo, te está esperando.


PEDRO SALINAS


11 comentarios:

  1. Lo mejor, el título. Y la viñeta de Quino (la de los abuelos).
    La entrada, como siempre, habrá que leerla tranquilamente, que nos tienes agobiaos...

    ResponderEliminar
  2. Pues el título es mío (aunque ya lo habrá inventado alguien antes).
    No me seas quejica, eh.

    ResponderEliminar
  3. Inventar, quería decir: ocurrir.
    Pero no me importa que alguien lo utilice:)

    ResponderEliminar
  4. Cupido es un hi........ta.
    Como dice Juan Nadie, habrá que leerlo despacio, no me vaya a enamorar...

    ResponderEliminar
  5. Pues léelo deprisa, Gato, porque si lo haces despacio las probabilidades van disminuyendo.

    ResponderEliminar
  6. Eso Carlos, tú dándole moral a la gente.
    Señuelo está bien, porque como arquero parece mentira que no le hayan detenido todavía, o por lo menos confiscado el arco y las flechas.

    ResponderEliminar
  7. Que te cuenten los arriba firmantes, dónde tiene el cuartel general (disfrazado de parque) el tal Cupido.

    ResponderEliminar
  8. Le hemos echado de allí. El jodío niño, con sus alitas y sus flechitas... anda ya!

    ResponderEliminar
  9. No me extraña, pasear por allí tenía que ser un sinvivir.

    ResponderEliminar