(...)
Hay que saber
callar en todos
los idiomas
y en todas partes,
siempre
dejar caer,
caer,
dejar caer,
caer,
las hojas.
(...)
Oda al otoño
Pablo Neruda
¿Por qué se caen las hojas en otoño?
Los árboles utilizan las hojas para capturar la energía que necesita todo ser vivo, y extraerla de la luz que llega del sol.
Cada año, los árboles caducifolios renuevan todas sus hojas, perdiendo el follaje al llegar el otoño. El motivo es que en esta estación las horas de luz se reducen, la radiación solar pierde fuerza y los suelos muchas veces se hielan, dificultando la captación de agua y nutrientes por parte de las raíces. A pesar de que los árboles vivan en un clima húmedo, con una abundante caída de nieve y lluvias durante el otoño, sufren de sed.
Para inducir la fuerza de succión, los árboles arrojan sus hojas con el fin de no secarse.
Para inducir la fuerza de succión, los árboles arrojan sus hojas con el fin de no secarse.
El frío provoca la llamada sequía fisiológica. Las fuerzas de absorción se reducen y el árbol es incapaz de llevar agua hasta sus hojas.
Cuando empieza el frío, la planta corta el suministro de savia a las hojas, retira la clorofila y otros compuestos útiles de las hojas y la guarda en otros tejidos para echar mano de ellos en primavera.
Las hojas son fábricas de comida para el resto de la planta. Utilizan la energía del sol para transformar dióxido de carbono, agua y otros nutrientes del suelo en otras moléculas que necesitan para crecer y realizar sus funciones vitales. Es un proceso llamado fotosíntesis.
En los días de tregua del invierno, con algo de sol, las hojas comenzarían a hacer la fotosíntesis: absorberían humedad y empezarían a funcionar de nuevo, suministrando alimentos al árbol. Pero en cuanto volviese el frío propio de la estación, pillaría a las hojas con agua en sus venas, lo que las congelaría y mataría; de modo que el árbol se quedaría cubierto de hojas muertas que no serían de gran ayuda, no funcionarían con la llegada de la primavera y por tanto este moriría.
Con las heladas, por ejemplo, las hojas se estropean porque el agua que contienen se congela formando cristales que dañan sus tejidos. Por otra parte, con el suelo congelado, las raíces no pueden absorber agua ni nutrientes, ya que solo pueden tomarlos si están disueltos.
Como consecuencia, la planta moriría de sed al perder agua por las hojas (como parte del proceso de fotosíntesis) que no recupera por las raíces.
De modo que los árboles de hoja caduca se comienzan a deshacer de las hojas en cuanto la luz del sol se reduce y llega el frío. Se retira el suministro de savia (y clorofila), y en ese momento se produce la abscisión: el árbol produce células que se desarrollan en la unión entre la hoja y la rama, desde la base de la unión hacia el interior que corta la unión entre ambas, lo que termina "separando" la hoja del árbol. El viento y la lluvia le ayudan a caer al suelo.
¿Por qué las hojas cambian de color en otoño?
El secreto de esa conversión está en la molécula de clorofila que es la sustancia encargada de absorber la luz. Una hoja es como una fábrica de alimentos. Procedente de la raíz, a través del tallo, un conjunto de finísimas tuberías entran por el pecíolo, o rabillo, de la hoja y se ramifican por los nervios hasta alcanzar toda la superficie. Estas tuberías constituyen la red de transporte particular de la planta: llevan agua y sales minerales hasta la hoja, allí, gracias a la clorofila, que capta la energía de la luz solar, combinan esos ingredientes con el dióxido de carbono del aire para fabricar los alimentos que la planta necesita para vivir.
La clorofila es un compuesto químico crucial para aprovechar la energía solar, al ser el pigmento más abundante, es el que le da el color verde a las hojas en la primavera y el verano.
La hoja funciona como un fábrica de alimentos a pleno rendimiento siempre que haya horas suficientes de luz solar y agua disponible. Al llegar el otoño, especialmente en las latitudes que están alejadas del ecuador terrestre, los días se hacen más cortos y fríos y la planta se prepara para los rigores del invierno.
La hoja funciona como un fábrica de alimentos a pleno rendimiento siempre que haya horas suficientes de luz solar y agua disponible. Al llegar el otoño, especialmente en las latitudes que están alejadas del ecuador terrestre, los días se hacen más cortos y fríos y la planta se prepara para los rigores del invierno.
En el rabillo o pecíolo de cada hoja, cerca del punto de unión a la rama, existe una porción ligeramente más gruesa llamada zona de abscisión. Durante el verano, las conducciones que llevan el agua y los alimentos atraviesan esa zona sin problemas, pero cuando llega el otoño, las células que componen la abscisión comienzan a hincharse y van estrangulando poco a poco los conductos que unen la hoja con el resto de la planta. La zona de abscisión va tomando un aspecto acorchado y llega un momento en el que interrumpe totalmente el flujo de savia.
Cuando la comunicación se interrumpe, la glucosa y los productos de desecho quedan atrapados en la hoja, sin el aporte de agua, la clorofila comienza a degradarse.
A medida que la cantidad de clorofila disminuye, el color verde va desapareciendo con ella y otras sustancias coloreadas, otros pigmentos que estaban enmascarados, comienzan a tomar el relevo.
A medida que la cantidad de clorofila disminuye, el color verde va desapareciendo con ella y otras sustancias coloreadas, otros pigmentos que estaban enmascarados, comienzan a tomar el relevo.
Algunas plantas, como por ejemplo, el arce, utiliza la glucosa almacenada en las hojas para producir unos pigmentos de color rojo intenso, llamados antocianinas. Las antocianinas son sustancias antioxidantes que abundan en muchas plantas, por ejemplo, le dan el color rojo a la piel de algunas variedades de manzana y a la uva de la que sale el vino tinto. Algunos científicos piensan que este colorante actúa como anticongelante, evita que las hojas se hielen inmediatamente y prolonga el tiempo que se mantienen unidas al árbol, de esa manera la planta puede extraer los azúcares y otras sustancias que tienen almacenadas las hojas. Otra teoría defiende que las hojas muertas que se acumulan en otoño liberan las antocianinas al suelo para impedir, con su efecto tóxico, que nazcan plantas que podrían competir con el árbol en primavera.
El color marrón de algunas hojas se debe a los taninos, un tipo de pigmentos que se producen por la acumulación de las sustancias de desecho. El color naranja se debe al caroteno y el amarillo a las xantófilas, ambos son carotenoides, un grupo de pigmentos muy comunes en las flores y en algunos alimentos como las zanahorias, los plátanos o la yema de huevo.
Dependiendo de la especie de árbol, y del tiempo atmosférico durante los días de otoño, los colores de las hoja toman un protagonismo más o menos acusado y proporcionan una gama extensa de tonos que le dan una belleza especial.
Qué portentosa versión de Eva Cassidy. Qué más que volverla a escuchar...
ResponderEliminarMaravillosa Eva.
ResponderEliminarMe encanta el otoño, se acaba el ferragosto, se van los turistas, vuelve el frío...
Me apunto al otoño, mi estación preferida.
ResponderEliminarMagnífico post, extraordinaria Eva Cassidy y ese fragmento de Neruda...
Toda una clase de Ciencias Naturales.
ResponderEliminarA ver si te animas, Gato, y te acaba por gustar de una vez Eva Cassidy.
ResponderEliminarEl otoño ha tomado nota de que estamos apuntados. Gracias, Charlie. Pretendo hacer más naturales todavía las Ciencias Naturales, por lo menos disfruto recordándolas y también aprendiendo cosas nuevas.
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