MANUEL VICENT
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La rueda de la vida cohesiona la convivencia, pero en nuestro país este tejido social se halla profundamente contaminado
Con las primeras luces del día comienza a rodar la vida.
De madrugada el panadero amasa el pan; los barcos de pesca se hacen a la mar; por las carreteras convergen hacia las grandes urbes los camiones cargados de mercancías; los agricultores salen al campo; los padres llevan a sus hijos al colegio; los ejecutivos, oficinistas y obreros llegan a la fábrica; levantan el cierre los comercios; ruedan los autobuses y el suburbano en la ciudad transportando ríos de gente, a cada uno hacia su afán; en los hospitales se abren los quirófanos; los estudiantes llenan las aulas; en los mercados suenan los gritos de los tenderos animando las ventas de carne, pescado, frutas y hortalizas; en las redacciones de los periódicos comienza a prepararse el número del día siguiente mientras las ediciones digitales ruedan en las pantallas sin detenerse nunca; puede que a cualquier hora del día o de la noche un escritor esté escribiendo un libro, una pareja se esté enamorando y muchos ciudadanos anónimos estén proyectando sus sueños sobre el futuro. Esta es la rueda de la vida, que cohesiona la convivencia, pero en nuestro país este tejido social se halla profundamente contaminado. La prensa, la radio y la televisión bombean a la superficie de forma continua e inagotable la basura de la corrupción política y su insoportable hedor lo huele el panadero que fabrica el pan, el marinero que trae el pescado a puerto, el labrador que siembra las semillas, el camionero que transporta mercancías, los escolares que llegan con sus cargadas mochilas al colegio, los médicos que curan en los hospitales, las cajeras que cobran en los supermercados, los periodistas que elaboran las noticias, los carniceros, los ebanistas, las secretarias, los fontaneros, que cumplen con su deber. Como una lluvia ácida la corrupción se desprende desde la política sobre cualquier orden moral de la vida cotidiana. ¿A qué se espera? Este país necesita urgentemente una pala que se lleve al infierno de una vez a toda esta reata de imputados y se limpie el aire para que el panadero, el carnicero, el frutero, el estudiante, el médico, el profesor, el científico, el artista, el empresario vuelvan a la diaria rutina sin que el cabreo o el desánimo envenene, contamine y corrompa su propia vida.
A GALOPAR
Las tierras, las tierras, las tierras de España
las grandes, la sola desierta llanura
galopa caballo cuatralbo, jinete del pueblo
que la tierra es tuya
A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar
A corazón, suenan, suenan, resuenan
las tierras de España en las herraduras
galopa caballo cuatralbo, jinete del pueblo
que la tierra es tuya
A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie
que es nadie la muerte si va en tu montura
galopa caballo cuatralbo, jinete del pueblo
que la tierra es tuya
A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar
Paco Ibáñez
Paco Ibáñez
A galopar (Rafael Alberti)
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Gran artículo, cómo no, de Vicent.
ResponderEliminar¡Cuánta razón!¡Cuánta mierda! ¿Cuánta paciencia?
La veo a usted un poco mosqueada. No es para menos.
ResponderEliminarSi tuviéramos que enterrar en el mar a todo el que se lo merece en este país, no habría enterradores suficientes.
La paciencia, con estas cosas, más con los rollos que nos meten, tiene que ser finita.
ResponderEliminarQue nos tienen atontados perdidos y hay que espabilar.
No, en el mar ni hablar, bastante tiene ya el pobre, con la metáfora nos conformamos (y con encerrarlos).
ResponderEliminarPero es cierto, no es para menos el mosqueo, pues que se note ¿no?
Tampoco es necesario quemar contenedores ni material urbano para protestar ante cualquier cosa, aunque para algunos es la única manera de hacerse ver. La unión es la que realmente hace la fuerza, y no es una frase hecha nada más.
ResponderEliminar¡Viva los de Burgos!
ResponderEliminarPor ejemplo.
ResponderEliminarPero que nos expliquen un poco más el problema, please, porque ocurre lo de siempre, si no estás implicado directamente (en este caso, si no vives en Burgos) es casi seguro que, entre unos y otros, consigan hacerte un lío.
ResponderEliminarSi una barriada entera está mosqueada .....
ResponderEliminar...me parece más fidedigna su visión, que la versión de la autoridad. Además, el Gamonal, es un barrio normal que yo sepa.
ResponderEliminarYo tampoco conozco el asunto de cerca, ni quien lleva razón, pero se ha demostrado que además de voto, también se puede tener voz.
ResponderEliminarSí, Gato, pero al final la visión que nos dan no es la de los vecinos, sino que, como se ha visto por las manifestaciones montadas "ad hoc" en distintas ciudades, léase Madrid, la visión se nubla, porque, como ocurre siempre en este país, a estas cosas se apuntan siempre los de siempre.
ResponderEliminarQue alguien de Burgos me explique, por favor, las claves de este asunto.