"En la pobreza más extrema he encontrado la mayor riqueza"
Nací en Barcelona en 1920 y mi infancia transcurrió entre Barcelona y Gandía, lugar de nacimiento de mis padres.
Desde el principio tuve un instinto espontáneo de ayudar a los demás. No es algo que aprendiera en los libros ni en la escuela, pero estaba presente en mi naturaleza, como lo está también en muchas personas en grados diversos.
Vivíamos delante de la Catedral de Barcelona. Mi niñez transcurrió apacible y feliz entre la familia, el colegio y las interminables horas de juego en las calles de la ciudad. En cada barrio se formaban pandillas y eran frecuentes las peleas entre los bandos de los diferentes territorios, que se disputaban la supremacía en momentos cruciales como la verbena de San Juan. Los enemigos más cercanos eran los del barrio de Santa Catalina y la línea divisoria era la Vía Laietana. La época de la calle y el código de sus bandas fue muy educativa.
Durante unos años formé parte del coro de la Catedral de Barcelona bajo la dirección de mi querido maestro don Sancho Marraco. Esta experiencia más profunda equilibró la realidad guerrera de las "trincheras de barrio". Además, próxima a la Catedral, había una pequeña iglesia, Sant Felip Neri, que solía visitar. El ambiente sagrado y de recogimiento que se respiraba en el pequeño templo me abrió las puertas al conocimiento de mi propio espíritu y despertó en mí la atracción hacia el mundo interior.
Empecé el bachillerato pronto, cuando tenía unos doce o trece años. Iba a clase a la Academia Fernández, de la calle Princesa. Además de las asignaturas generales, estudiaba la "Teneduría de libros" (asignatura similar a lo que hoy en día sería la Contabilidad), inglés y francés. En aquella época hubo un vendedor itinerante que se hizo amigo de la familia. Cada vez que venía a casa nos explicaba cuentos e historias vividas que nos hacían "morir de risa". Era un representante de una casa de radios y otra de libros. Le compramos a plazos una ediciones de Julio Verne, Víctor Hugo, etc., y un diccionario Sopena de dos grandes tomos, que me aseguraría unos conocimientos valiosísimos de cultura general. Cada semana también adquiríamos una edición baratísima de clásicos llamada "Novelas y Cuentos". Valía cada ejemplar veinticinco céntimos. Esta colección traía diferentes escritores, algunos rusos, que enriquecieron mi vida intelectual. Me fascinaba la Historia y el maravilloso destino de sus héroes. Dostoievsky y Tolstoy tuvieron que esperar hasta el fin de la guerra civil, pero ya no podría olvidarme del estudio tan real que hacen del hombre y la humanidad.
Tendría unos quince años cuando leí un libro maravilloso en su estilo y claridad de argumentos, "La Historia del Bien y del Mal". Demostraba que Dios no existe, todo estaba explicado sin Él. Me cautivó enseguida. Siendo tan joven e inquieto no podía esperar a tomar una decisión sobre un asunto tan crucial y aquel libro daba la solución: "Dios no existe".
Así fue como en mi juventud atravesé una etapa personal de oscuridad y de duda que, gracias a Dios, no duró mucho tiempo.
La guerra civil estalló en 1936, y viví muy de cerca el caos político del momento, los movimientos sociales, sus líderes y discursos...En el año 38 me llamaron a las filas republicanas, y me incorporé a la División 27, una unidad diversa constituida para reconstruir otra división marxista cuyo nombre ahora no recuerdo. Una noche en el frente, sentado a orillas del Ebro, recuperé de nuevo la convicción de la existencia de Dios. Esta certeza me acompañaría siempre.
Acabada la guerra, después de considerar con todo detalle qué estudios me serían más útiles para ayudar a los pobres, escogí los estudios de Derecho, soñando defender las vidas de los inocentes y romper las cadenas de los explotados.
Sin embargo, pronto me di cuenta de que para ayudar a los pobres era mejor unirme a un grupo que tuviera los mismos ideales. Entonces encontré la Compañía de Jesús. Me fascinaron las palabras de su fundador, San Ignacio: "Lo que para otros serían actos heroicos, vosotros los consideraréis como ordinarios". Entusiasmado por sus principios espirituales, y en busca de una vida heroica y aventurera, en 1944 abandoné los estudios de Derecho e ingresé en la orden de los jesuitas.
Pasaron años hasta que finalmente en 1952 descendí por la escalerilla del buque que nos descargó en la India, país en el que tendría que completar mi formación de jesuita. Al bajar a tierra firme ante mí apareció un mundo nuevo y familiar, desde el principio me sentí como en casa. Durante el último año de estudios vi claramente que mi trabajo tenía que centrarse en la acción por los hombres, más que en el oficio religioso. Así fue como mi vida de misionero se inclinó hacia la obra social.
Mi primer destino fue Maharashtra, donde trabajamos con los campesinos pobres, organizándolos y ayudándolos a excavar pozos, creando escuelas y dispensarios médicos. En 1968 esta labor me costó la salida temporal del país. Gracias a la intervención de la entonces primera ministra, Indira Gandhi, pude regresar de nuevo a la India.
A mi vuelta me establecí en Anantapur, al sur de la India, y dejé la Compañía de Jesús. Allí me casé con Anne, mi infatigable compañera de trabajo, procedente de Inglaterra y hermanada en los grandes ideales que quería llevar a cabo.
Junto con un grupo de voluntarios en 1969 fundamos el Rural Development Trust (RDT- Consorcio para el Desarrollo Rural) como instrumento para llevar a cabo el desarrollo social y económico de las comunidades rurales más pobres y discrimadas, sometidas durante siglos al yugo de la pobreza e ignorancia.
Empezamos desde la nada. Al llegar por primera vez a Anantapur, la "Ciudad del Infinito", nos acogió una habitación vacía y una cartel colgado en la pared que decía: "Espera un milagro."
Sin duda, un mensaje que resultó ser profético.
Éramos un pequeño grupo de voluntarios, un ejército de paz soñador, solos y abandonados, pero dispuestos a aceptar un reto mayor que el que dejamos atrás en Maharashtra.
En 1996 se consolida el proyecto RDT con la Fundación Vicente Ferrer en España para sensibilizar a la población española, y asegurar la continuidad del proyecto de desarrollo integral iniciado en Anantapur en 1969. La Fundación Vicente Ferrer en España, con sus trabajadores, voluntarios y padrinos, y nosotros en la India con el "Rural Development Trust" (RDT), formamos un gran equipo humano (FVF-RDT) con un objetivo común: eliminar la pobreza.
Hasta hoy, todo este tiempo ha estado repleto de planes, proyectos, luchas, necesidades urgentes que resolver, crisis, sorpresas. Ha sido el día a día conviviendo con la pobreza y el sufrimiento humano en los niveles más básicos. Pero siempre adelante, convencidos del camino escogido y con la fuerza moral de saber que tenemos a la Providencia a nuestro lado. (¡Aunque no la monopolizamos!).
*
[No lo había dudado ni un solo instante a la hora de encauzar su vocación. Al encanto franciscano había preferido el heroísmo de san Ignacio. Lo estimulaba pertenecer a la orden más perseguida de la historia. Veía a su fundador como a un gran Capitán con sotana, para el que la acción es la mejor de las oraciones. Así podía conciliar la antimonia de su personalidad. Aliar su lado meditativo, visionario, con su lado dinámico, un misionero. En realidad, un místico que quiere pasar a la acción.]
"Era el año 1957. El centro de retiro espiritual, situado en lo más alto de las montañas, curiosamente se llamaba "La Providencia". Entramos en una vida de estudio, meditación, oración y ascesis. Todos los que vivíamos allí estábamos impregnados de una corriente de espiritualidad muy seria. Pero a mí me pasó una cosa muy rara.
Frente a mí tenía dos caminos para seguir: el camino de la oración y el camino de la acción. Y no había lugar a dudas: las cuestiones espirituales podían esperar. Esta afirmación la vi entonces como una luz clarísima. De repente abría los ojos para mirar el mundo exterior y los cerraba para dejar de mirar el mundo interno. No quiero más libros, ni más teorías, ni misticismos. Solo quiero la acción buena y útil para la vida de los hombres, y nada más."
[...Al trasponer la Gate of India (Puerta de la India), Vicente es consciente de que penetra en otra galaxia. Lo apabulla la muchedumbre que lo atrapa -como a la salida de un estadio- en un hormiguero donde pululan toda clase de facies: mongoloides, negroides, dravidianos...
Creía que el hábito clerical, la sotana, lo separaría del pueblo. Sin embargo, pasa totalmente desapercibido en medio de este carnaval vestimentario. Los hay, incluso, que van desnudos, el cuerpo cubierto de cenizas y los pelos trenzados como una cortina que les llega hasta el suelo.
El calor es pegajoso, aunque luzca un sol de 40ºC. Tiene la camiseta empapada. Chorrea sudor por todos sus poros.
La India, constata, tiene un olor especial, entre rancio y dulzón, mezcla de pachuli y de especias, de excrementos y de putrefacción. La música la ponen, con ráfagas negras, los basureros del cielo, con su lúgubre concierto de graznidos.
Deambula por una calle jalonada de extraños comercios. A la barroca parada del astrólogo sucede la desvencijada silla de barbero limpiaorejas. Más adelante, el consultorio de un médico ayurvédico y un vendedor de píldoras afrodisíacas. Después dos tenderetes: uno con una macabra exhibición de dentaduras postizas usadas y otro con un muestrario de viejas gafas apedazadas.
Al levantar la vista, tiene la ilusión, ante las fachadas neogóticas por las que cruza el imperial de un autobús rojo, de que se encuentra en Londres, espejismo que lo mismo podría trasladarlo a Nueva York, viendo los rascacielos de los bancos y compañías de seguros Nariman, un auténtico downtown a la americana. Pero en realidad está abajo, a ras del suelo, donde una humanidad doliente duerme bajo los soportales y vive en míseros chamizos sobre las aceras, donde en lugar de jardines hay contenedores llenos de inmundicias.
Al atardecer, la playa de Chopati se convierte en feria. Es la cita festiva de los desocupados. En la orilla galopan los ponis que montaron los momefludos hijos de los ricos.
Las indias se bañan púdicamente los pies, arremangándose el sari. Los hombres, en cuclillas a la sombra de un babiano, juegan al ajedrez...]
[El noviciado de Vinalaya, en el extrarradio de Bombay, es una área ajardinada, con un edificio colegial de los años cuarenta en forma de media luna.
En su residencia espartana, Vicente toma conciencia de que vive en un gueto de confort y de opulencia, anclado en un océano de pobreza.
Basta asomarse a los ventanales del dormitorio para que la vista se pierda en un informe paisaje de chabolas. Aquí lo llaman "slum". Hay cuarenta y siete registrados por la municipalidad, pero este de Dharadi es el más importante, incluso el mayor de toda Asia. En un área de cuatro kilómetros cuadrados, viven, o mejor, sobreviven, medio millón de personas. Las condiciones de vida son infrahumanas. El salario medio es de diez rupias por persona (cuarenta pesetas).
En este campo de desolación no hay un solo árbol. Ni flores, ni pájaros. Sólo carroña, detritos que se disputan aves de rapiña y perros famélicos. El aire es pestilente. Las condiciones higiénicas, trágicas. Un cultivo de tuberculosis, fiebre amarilla, disentería, malaria...
La mortalidad infantil registra un índice de entre los más altos del planeta, mientras que la esperanza de vida es de las más bajas.
Vicente, la mirada perdida en el horizonte, como un general en el campo de operaciones, dijo señalando el slum:
-Ahí está nuestro campo de batalla.]
Muchos campesinos desesperados por la crisis del campo y la falta de jornal querían emigrar. Yo los retuve.
-Resistid- -les dije-. Cavad pozos y os pagaré con trigo y aceite. Así en lugar de repartir gratuitamente el trigo, lo convertiríamos en trabajo.
Esta iniciativa tuvo un auge tremendo. Paulatinamente, se extendió de pueblo en pueblo, hasta expandirse fuera del distrito. La originalidad del proyecto era dar trabajo a la gente y que fuera trabajando sus propios campos.
Habíamos elaborado también una especie de "catecismo universal", basado en la encíclica "Populorum Progressio", que propugnaba el advenimiento de la paz y la justicia a través del desarrollo. Pretendía que, a través de una actitud espiritual, se infuyera en lo económico, pero para que fuera universal no podía tener un cariz religioso, ya que debía ser aceptado por todo el mundo, por hindis, por musulmanes, por católicos, etc.
A modo de eslogan decíamos: "Dos hijos de una misma madre no son necesariamente hermanos. Hermanos lo son de verdad cuando uno ayuda al otro."
Lo más difícil era que el pueblo entendiese este mensaje de hermandad. Por esto emprendimos una campaña de concienciación por las aldeas, a través de un montaje teatral. La obra se titulaba "El milagro de dar".
Entre el auditorio, se invitaba a diez campesinos a subir al estrado. Yo les preguntaba:
-¿Tú que necesitas?
Uno decía:
-Agua.
El otro:
-Un pozo.
El problema era el mismo. Yo cogía una rama de un árbol y se la entregaba al primero.
-Toma, supón que esto son diez mil rupias. Imagínate ahora que con este dinero has podido cavar un pozo, tienes agua, puedes regar y asegurar una buena cosecha...¿Qué es lo que haces ahora?
-Pues lo pagaré. Pagaré lo que debo.
-Y ¿qué me pagarás?
-El doble.
-No -lo atajaba-, yo no quiero el doble. Quiero solo lo que has recibido, no quiero más.
Acto seguido, pasaba la rama al siguiente y repetía la secuencia, y así hasta el décimo. Al final preguntaba al público:
-Bueno, ahora haced cuentas. ¿Con cuánto dinero hemos empezado?
Y todos respondían:
-¡Diez mil rupias!
-Y ¿Cuánto tengo ahora?
-Diez mil rupias -repetían.
-Pero ¿cuántos pozos hemos excavado con diez mil rupias?
-¡Diez pozos!
-¿Lo habéis comprendido
-¡Sí! -gritaban.
-O sea, que ahora se han cavado diez pozos y tengo el dinero en mis manos.
Supongamos que el tercero no lo hubiera devuelto, porque es egoísta, ¿qué hubiera pasado? Que los tres primeros tendrían el pozo y los siete restantes, muertos de hambre, hubieran tenido que emigrar.
Aunque parezca infantil, esto despertó las conciencias. Eran espíritus puros, de una gran nobleza, a los que no se había puesto a prueba.
Se creó un formidable movimiento de solidaridad. Mi relación con el pueblo era íntima y directa. Tenían en mí una confianza ciega. El nuestro era un estilo humano. Yo, más tarde les decía:
-Ahora tú necesitas una bomba para extraer el agua de tu pozo. No te preocupes. Te voy a dar la bomba. Ya sabes que en el banco van a pedirte firmas, avales, crédito y tiempo. Yo te lo daré sin intereses, sin papeles, sin nada. Yo te creo, me basta tu palabra. Y más todavía: eres libre. Si después no quieres dar nada, no lo des. No te vamos a perseguir. Estaremos decepcionados por tu falta de palabra, eso es todo. Pero yo tengo fe en ti, sé que me lo devolverás.
Y la gente no se limitaba a devolver, sino que daba con creces. Al préstamo añadía lo que podía: parte de su tierra, de su cosecha, e incluso joyas. Este excedente se entregaba a los más pobres, para que pudieran prosperar.
La respuesta de los campesinos fue tan clamorosa que nos desbordó. Nos faltaba un fondo para poder atender a tantas solicitudes. Sabía que a la larga recuperaríamos el dinero, pero ¿cómo conseguiríamos de inmediato sufragar tantos miles de pozos y de bombas? Tomé la decisión de ir a España. Había que obtener el dinero fuese como fuese. No podíamos defraudar el fabuloso movimiento de solidaridad que se había creado.
Solicité por teléfono el permiso del provincial de Bombay. Seco y tajante me dijo que no, sin darme explicación alguna.
No lo dudé. Al día siguiente compraba un billete y me plantaba en Roma.
Fui directo al despacho del general. Abrigaba la esperanza de entrevistarme con un compatriota, el padre Arrupe, pero como estaba de viaje, lo reemplazaba un americano, el padre O´Keafe. Me recibió con cierto reproche.
-Así que usted se presenta aquí por las buenas, sin autorización ni cita previa.
-Las circunstancias lo exigen, le respondí.
Le expuse la gravedad de la situación.
-Si realmente hay un razón grave para que no vaya a España, me vuelvo enseguida. Pero, en conciencia, necesito saberlo.
El americano se quedó pensativo, se rascó la barbilla y con voz apagada dijo al fin:
-Siga...siga para España.
Vídeo: RDT Vicente Ferrer
"He estado buscando el significado del hombre. Comprendí que mi búsqueda no había sido el misterio de la vida, sino el hombre. Y creo que esa búsqueda de quiénes somos es la que nos une a todos, porque la humanidad la constituyen todos los hombres juntos, no sus creencias."
"Ya sé que no lo parece, pero los hombres tenemos como una antena que nos conecta y nos comunica entre nosotros. Dentro de cada uno de nosotros hay un poderoso radar que siempre va buscando y cuando encuentra a otro hombre hace que nos aproximemos a él. Aunque levantemos barreras, los otros nos importan, y nos importan porque cada uno de nosotros somos una minúscula parte de la misma cosa: la humanidad."
"Sí, hasta entonces yo quería dedicarme a la meditación y de repente la vida interior me producía una especie de angustia y un grito salió de mi interior: “No quiero leer más libros, ni rodearme de teorías y misticismos. Lo que he de hacer es pasar a la acción”. Desde entonces la acción ha dominado toda mi vida."
"Cuando el ser humano comienza a ligarse a creencias, su libertad espiritual disminuye. Para mí fue muy útil el tiempo que pasé en la Compañía de Jesús, pero necesitaba recobrar mi libertad. La obediencia ciega es útil para ellos, no para mí; además, yo no sirvo para liturgias. Me atacaron mucho porque decían que yo no hacía un trabajo espiritual, pero yo creo que la buena acción es lo más espiritual que existe porque se moviliza todo: tus manos, tu mirada, tu corazón, tu pensamiento… Todo lo bueno que hay en ti se pone en movimiento. La acción contiene en sí todas las filosofías, todas las religiones, al universo entero y al mismo Dios."
“Lo que yo sugiero es que todos somos responsables y
que podemos hacer muchísimo.
Los gobiernos cambian, los bancos pueden quebrar,
pero el amor de los hombres no quebrará nunca.
Los poderosos tienen poder y mucho dinero,
pero los ciudadanos tenemos el poder de perseverar en hacer el bien.”
“Un comisario político me reclutó para formar un piquete de ejecución.
Eran dos hombres de unos cincuenta años, estaban hundidos,
no reaccionaron ni siquiera cuando se formó el pelotón.
Me invadió una compasión incontenible. Miré al horizonte y allí apunté.
Empezaba a comprender que mi lucha no tenía los mismos ideales”
Vicente Ferrer es una de esas personas que te devuelve la confianza absoluta en la Humanidad y en nuestra capacidad individual y colectiva para mejorar el mundo. Ha dejado el mundo mucho mejor de como lo encontró y con todo un legado de cómo continuar su obra.
Desde su juventud su mayor deseo y vocación era ayudar a los demás y por eso se hizo misionero en 1952. Las misiones en aquella época eran la única expresión de cooperación internacional.
Pero su libertad y sus fuertes convicciones de cómo combatir las causas de la miseria por encima de evangelizaciones teóricas y rigideces religiosas le llevaron a desertar de un concepto limitante de religión cuando la espiritualidad es un concepto mucho más amplio.
Y no solo abandonó la Compañía de Jesús, sino también teorías paternalistas, caritativas y obsoletas para acabar con la pobreza.
Cooperante, economista, gestor, … es parte de su trabajo, pero bienhechor y alquimista son las palabras que mejor reflejan su vida porque se instaló hace décadas en una tierra desértica y pobre, y hoy en día son más de 20.000 km2 llenos de árboles, pozos, agua, escuelas, hospitales y gente feliz: 4 millones de intocables que han recuperado la dignidad y la libertad. Gente analfabeta y por debajo del límite de la pobreza que en una generación han llegado a la universidad.
Vicente Ferrer es ejemplo de perseverancia, de trabajo bien hecho, de nobleza y de esperanza porque su vida demuestra que el fin de la pobreza extrema no es ningún sueño cuando hay intención de verdad.
Su propuesta de desarrollo integral pasa por cubrir las necesidades pueblo a pueblo y de preocuparse por la comunidad como conjunto. Los pilares del “modelo Ferrer” son la escolarización por encima de todo y la ecología, la diversificación de los cultivos, el comercio responsable, la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres y evitar la discriminación social de los discapacitados físicos o psicológicos.
Trabajando con los intocables, los pobres de los pobres, de los que dice la tradición que si los tocas debes lavarte después. Para cuatro millones de ellos construyó Ferrer 4.000 pozos, 596 embalses, 1.550 escuelas, 5 hospitales, minibancos que daban minicréditos a los campesinos, 13 centros para discapacitados y ha plantado 11 millones de árboles en una zona que era desértica, etc.
De él se han escrito varios libros:
“La revolución silenciosa” de Alberto Oliveras
“El encuentro con la realidad” del propio Vicente Ferrer
“Un pacto de amor. Mi vida junto a Vicente Ferrer” de su esposa Anna Ferrer
"Entendimiento y hechos se autosupervisan el uno al otro. El pensamiento vigila que no se introduzcan sueños ajenos a los hechos y los hechos obligarán al pensamiento a no volar excesivamente con explicaciones que aparten de la realidad del "mundo tal cual es". La utilización únicamente de hechos y entendimiento no es una imitación, sino una ventaja que nos permite una mirada objetiva al mundo y a la realidad"
"En la práctica, ¿a qué me refiero cuando hablo de -hacer el bien-? Sencillamente, en primer lugar, no hacer mal a nadie; acompañar a las personas a llevar la carga de su dolor físico, o la del dolor de la soledad; asistir a un amigo o un desconocido al final de una enfermedad terminal; colaborar con las actividades sociales de tu barrio; dedicar un poco de tu tiempo a asociaciones de ayuda.
La acción une a los hombres. Las ideologías suelen separarlos. La acción buena es el acto espiritual más grande que se pueda hacer. Es la ideología más avanzada del espíritu humano.
Ayudar a los demás siempre nos pone en un nivel superior, pero el acto de dar se tiene que llevar a cabo con mucha humildad. Cuando damos, podemos pensar que somos dioses. "
* * *
Camins (Caminos)
Camins, que ara s’esvaeixen, / Caminos, que ahora se desvanecen
Camins, que hem de fer sols, / Caminos que tenemos que hacer solos
Camins, vora les estrelles, / Caminos cerca de las estrellas
Camins, que ara no hi son. / Caminos que ahora no están
Vam deixar-ho tot, el cor encés pel món, / Lo dejamos todo con el corazón encendido por el mundo
per les parets de l’amor, sobre la pell, / Por las paredes del amor sobre la piel
erem dos ocells de foc, sembrant tempestes, / Eran dos pájaros de fuego sembrando tempestades
ara som dos fills del Sol, en aquest desert. / Ahora somos dos hijos del Sol en este desierto
Mai no és massa tard per tornar a començar, / Nunca es demasiado tarde para volver a empezar
per sortir a buscar el teu tresor. / Para salir a buscar tu tesoro
Camins, somnis i promeses. / Caminos sueños y promesas
Camins, que ja son nous. / Caminos que ya son nuevos
No és senzill saber cap on has de marxar, / No es sencillo saber hacia dónde has de ir
pren la direcció del teu cor. / Toma la dirección de tu corazón
Mai no és massa tard per tornar a començar, / Nunca es demasiado tarde para volver a empezar
per sortir a buscar el teu tresor. / Para salir a buscar tu tesoro
Camins, que ara s’esvaeixen, / Caminos que ahora se desvanecen
Camins, que has de fer sol, / Caminos que tienes que hacer solo
Camins, vora les estrelles, / Caminos cerca de las estrellas
Camins, que ja son nous. / Caminos que ya son nuevos
Vídeo; musicaglobal
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[No lo había dudado ni un solo instante a la hora de encauzar su vocación. Al encanto franciscano había preferido el heroísmo de san Ignacio. Lo estimulaba pertenecer a la orden más perseguida de la historia. Veía a su fundador como a un gran Capitán con sotana, para el que la acción es la mejor de las oraciones. Así podía conciliar la antimonia de su personalidad. Aliar su lado meditativo, visionario, con su lado dinámico, un misionero. En realidad, un místico que quiere pasar a la acción.]
Frente a mí tenía dos caminos para seguir: el camino de la oración y el camino de la acción. Y no había lugar a dudas: las cuestiones espirituales podían esperar. Esta afirmación la vi entonces como una luz clarísima. De repente abría los ojos para mirar el mundo exterior y los cerraba para dejar de mirar el mundo interno. No quiero más libros, ni más teorías, ni misticismos. Solo quiero la acción buena y útil para la vida de los hombres, y nada más."
[...Al trasponer la Gate of India (Puerta de la India), Vicente es consciente de que penetra en otra galaxia. Lo apabulla la muchedumbre que lo atrapa -como a la salida de un estadio- en un hormiguero donde pululan toda clase de facies: mongoloides, negroides, dravidianos...
Creía que el hábito clerical, la sotana, lo separaría del pueblo. Sin embargo, pasa totalmente desapercibido en medio de este carnaval vestimentario. Los hay, incluso, que van desnudos, el cuerpo cubierto de cenizas y los pelos trenzados como una cortina que les llega hasta el suelo.
El calor es pegajoso, aunque luzca un sol de 40ºC. Tiene la camiseta empapada. Chorrea sudor por todos sus poros.
La India, constata, tiene un olor especial, entre rancio y dulzón, mezcla de pachuli y de especias, de excrementos y de putrefacción. La música la ponen, con ráfagas negras, los basureros del cielo, con su lúgubre concierto de graznidos.
Deambula por una calle jalonada de extraños comercios. A la barroca parada del astrólogo sucede la desvencijada silla de barbero limpiaorejas. Más adelante, el consultorio de un médico ayurvédico y un vendedor de píldoras afrodisíacas. Después dos tenderetes: uno con una macabra exhibición de dentaduras postizas usadas y otro con un muestrario de viejas gafas apedazadas.
Al levantar la vista, tiene la ilusión, ante las fachadas neogóticas por las que cruza el imperial de un autobús rojo, de que se encuentra en Londres, espejismo que lo mismo podría trasladarlo a Nueva York, viendo los rascacielos de los bancos y compañías de seguros Nariman, un auténtico downtown a la americana. Pero en realidad está abajo, a ras del suelo, donde una humanidad doliente duerme bajo los soportales y vive en míseros chamizos sobre las aceras, donde en lugar de jardines hay contenedores llenos de inmundicias.
Al atardecer, la playa de Chopati se convierte en feria. Es la cita festiva de los desocupados. En la orilla galopan los ponis que montaron los momefludos hijos de los ricos.
Las indias se bañan púdicamente los pies, arremangándose el sari. Los hombres, en cuclillas a la sombra de un babiano, juegan al ajedrez...]
En su residencia espartana, Vicente toma conciencia de que vive en un gueto de confort y de opulencia, anclado en un océano de pobreza.
Basta asomarse a los ventanales del dormitorio para que la vista se pierda en un informe paisaje de chabolas. Aquí lo llaman "slum". Hay cuarenta y siete registrados por la municipalidad, pero este de Dharadi es el más importante, incluso el mayor de toda Asia. En un área de cuatro kilómetros cuadrados, viven, o mejor, sobreviven, medio millón de personas. Las condiciones de vida son infrahumanas. El salario medio es de diez rupias por persona (cuarenta pesetas).
En este campo de desolación no hay un solo árbol. Ni flores, ni pájaros. Sólo carroña, detritos que se disputan aves de rapiña y perros famélicos. El aire es pestilente. Las condiciones higiénicas, trágicas. Un cultivo de tuberculosis, fiebre amarilla, disentería, malaria...
La mortalidad infantil registra un índice de entre los más altos del planeta, mientras que la esperanza de vida es de las más bajas.
Vicente, la mirada perdida en el horizonte, como un general en el campo de operaciones, dijo señalando el slum:
-Ahí está nuestro campo de batalla.]
-Resistid- -les dije-. Cavad pozos y os pagaré con trigo y aceite. Así en lugar de repartir gratuitamente el trigo, lo convertiríamos en trabajo.
Esta iniciativa tuvo un auge tremendo. Paulatinamente, se extendió de pueblo en pueblo, hasta expandirse fuera del distrito. La originalidad del proyecto era dar trabajo a la gente y que fuera trabajando sus propios campos.
Habíamos elaborado también una especie de "catecismo universal", basado en la encíclica "Populorum Progressio", que propugnaba el advenimiento de la paz y la justicia a través del desarrollo. Pretendía que, a través de una actitud espiritual, se infuyera en lo económico, pero para que fuera universal no podía tener un cariz religioso, ya que debía ser aceptado por todo el mundo, por hindis, por musulmanes, por católicos, etc.
A modo de eslogan decíamos: "Dos hijos de una misma madre no son necesariamente hermanos. Hermanos lo son de verdad cuando uno ayuda al otro."
Lo más difícil era que el pueblo entendiese este mensaje de hermandad. Por esto emprendimos una campaña de concienciación por las aldeas, a través de un montaje teatral. La obra se titulaba "El milagro de dar".
Entre el auditorio, se invitaba a diez campesinos a subir al estrado. Yo les preguntaba:
-¿Tú que necesitas?
Uno decía:
-Agua.
El otro:
-Un pozo.
El problema era el mismo. Yo cogía una rama de un árbol y se la entregaba al primero.
-Toma, supón que esto son diez mil rupias. Imagínate ahora que con este dinero has podido cavar un pozo, tienes agua, puedes regar y asegurar una buena cosecha...¿Qué es lo que haces ahora?
-Pues lo pagaré. Pagaré lo que debo.
-Y ¿qué me pagarás?
-El doble.
-No -lo atajaba-, yo no quiero el doble. Quiero solo lo que has recibido, no quiero más.
Acto seguido, pasaba la rama al siguiente y repetía la secuencia, y así hasta el décimo. Al final preguntaba al público:
-Bueno, ahora haced cuentas. ¿Con cuánto dinero hemos empezado?
Y todos respondían:
-¡Diez mil rupias!
-Y ¿Cuánto tengo ahora?
-Diez mil rupias -repetían.
-Pero ¿cuántos pozos hemos excavado con diez mil rupias?
-¡Diez pozos!
-¿Lo habéis comprendido
-¡Sí! -gritaban.
-O sea, que ahora se han cavado diez pozos y tengo el dinero en mis manos.
Supongamos que el tercero no lo hubiera devuelto, porque es egoísta, ¿qué hubiera pasado? Que los tres primeros tendrían el pozo y los siete restantes, muertos de hambre, hubieran tenido que emigrar.
Aunque parezca infantil, esto despertó las conciencias. Eran espíritus puros, de una gran nobleza, a los que no se había puesto a prueba.
Se creó un formidable movimiento de solidaridad. Mi relación con el pueblo era íntima y directa. Tenían en mí una confianza ciega. El nuestro era un estilo humano. Yo, más tarde les decía:
-Ahora tú necesitas una bomba para extraer el agua de tu pozo. No te preocupes. Te voy a dar la bomba. Ya sabes que en el banco van a pedirte firmas, avales, crédito y tiempo. Yo te lo daré sin intereses, sin papeles, sin nada. Yo te creo, me basta tu palabra. Y más todavía: eres libre. Si después no quieres dar nada, no lo des. No te vamos a perseguir. Estaremos decepcionados por tu falta de palabra, eso es todo. Pero yo tengo fe en ti, sé que me lo devolverás.
Y la gente no se limitaba a devolver, sino que daba con creces. Al préstamo añadía lo que podía: parte de su tierra, de su cosecha, e incluso joyas. Este excedente se entregaba a los más pobres, para que pudieran prosperar.
La respuesta de los campesinos fue tan clamorosa que nos desbordó. Nos faltaba un fondo para poder atender a tantas solicitudes. Sabía que a la larga recuperaríamos el dinero, pero ¿cómo conseguiríamos de inmediato sufragar tantos miles de pozos y de bombas? Tomé la decisión de ir a España. Había que obtener el dinero fuese como fuese. No podíamos defraudar el fabuloso movimiento de solidaridad que se había creado.
Solicité por teléfono el permiso del provincial de Bombay. Seco y tajante me dijo que no, sin darme explicación alguna.
No lo dudé. Al día siguiente compraba un billete y me plantaba en Roma.
Fui directo al despacho del general. Abrigaba la esperanza de entrevistarme con un compatriota, el padre Arrupe, pero como estaba de viaje, lo reemplazaba un americano, el padre O´Keafe. Me recibió con cierto reproche.
-Así que usted se presenta aquí por las buenas, sin autorización ni cita previa.
-Las circunstancias lo exigen, le respondí.
Le expuse la gravedad de la situación.
-Si realmente hay un razón grave para que no vaya a España, me vuelvo enseguida. Pero, en conciencia, necesito saberlo.
El americano se quedó pensativo, se rascó la barbilla y con voz apagada dijo al fin:
[Su lugarteniente, Jesús Montalvo, busca desesperadamente ayuda internacional. Y consigue en España, a través del programa "Ustedes son formidables", poder excavar hasta 2000 pozos.]
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"Mi camino siempre ha sido el de la acción, pero la reflexión ha corrido paralela a la vida, inconsciente,
sin hacer ruido… y me he dado cuenta de que siempre he buscado lo mismo,
siempre he sido el mismo."
"He estado buscando el significado del hombre. Comprendí que mi búsqueda no había sido el misterio de la vida, sino el hombre. Y creo que esa búsqueda de quiénes somos es la que nos une a todos, porque la humanidad la constituyen todos los hombres juntos, no sus creencias."
"Ya sé que no lo parece, pero los hombres tenemos como una antena que nos conecta y nos comunica entre nosotros. Dentro de cada uno de nosotros hay un poderoso radar que siempre va buscando y cuando encuentra a otro hombre hace que nos aproximemos a él. Aunque levantemos barreras, los otros nos importan, y nos importan porque cada uno de nosotros somos una minúscula parte de la misma cosa: la humanidad."
"La pobreza del mundo nos arranca la ilusión a todos.
Así es, la tragedia de la pobreza, a la que vemos como una masa humana de rostro desfigurado, no amenaza solamente a los pobres, sino que también destruye espiritualmente a la humanidad. Destruye la fe y la esperanza, destruye nuestra propia alma."
"Sí, hasta entonces yo quería dedicarme a la meditación y de repente la vida interior me producía una especie de angustia y un grito salió de mi interior: “No quiero leer más libros, ni rodearme de teorías y misticismos. Lo que he de hacer es pasar a la acción”. Desde entonces la acción ha dominado toda mi vida."
"Cuando el ser humano comienza a ligarse a creencias, su libertad espiritual disminuye. Para mí fue muy útil el tiempo que pasé en la Compañía de Jesús, pero necesitaba recobrar mi libertad. La obediencia ciega es útil para ellos, no para mí; además, yo no sirvo para liturgias. Me atacaron mucho porque decían que yo no hacía un trabajo espiritual, pero yo creo que la buena acción es lo más espiritual que existe porque se moviliza todo: tus manos, tu mirada, tu corazón, tu pensamiento… Todo lo bueno que hay en ti se pone en movimiento. La acción contiene en sí todas las filosofías, todas las religiones, al universo entero y al mismo Dios."
[Cuando la sequía hace estragos, Vicente contraviene las órdenes de la jerarquía y abre de par en par las puertas del granero, repartiendo el trigo que había en reserva.]
“Lo que yo sugiero es que todos somos responsables y
que podemos hacer muchísimo.
Los gobiernos cambian, los bancos pueden quebrar,
pero el amor de los hombres no quebrará nunca.
Los poderosos tienen poder y mucho dinero,
pero los ciudadanos tenemos el poder de perseverar en hacer el bien.”
“Si quieres actuar en esta historia de la humanidad
donde la pobreza es la enfermedad cumbre,
se ha de dar un movimiento humano de los que tienen
hacia los que no tienen nada. Así se hacen los milagros”
“Un comisario político me reclutó para formar un piquete de ejecución.
Eran dos hombres de unos cincuenta años, estaban hundidos,
no reaccionaron ni siquiera cuando se formó el pelotón.
Me invadió una compasión incontenible. Miré al horizonte y allí apunté.
Empezaba a comprender que mi lucha no tenía los mismos ideales”
“Quise ser uno más entre los seres humanos, seguir la línea del corazón,
porque no tenemos más remedio que amarnos entre nosotros
ya que todos formamos una unidad; y mientras eso no acabe
de entenderse seguiremos luchando entre nosotros”
Vicente Ferrer es una de esas personas que te devuelve la confianza absoluta en la Humanidad y en nuestra capacidad individual y colectiva para mejorar el mundo. Ha dejado el mundo mucho mejor de como lo encontró y con todo un legado de cómo continuar su obra.
Desde su juventud su mayor deseo y vocación era ayudar a los demás y por eso se hizo misionero en 1952. Las misiones en aquella época eran la única expresión de cooperación internacional.
Pero su libertad y sus fuertes convicciones de cómo combatir las causas de la miseria por encima de evangelizaciones teóricas y rigideces religiosas le llevaron a desertar de un concepto limitante de religión cuando la espiritualidad es un concepto mucho más amplio.
Y no solo abandonó la Compañía de Jesús, sino también teorías paternalistas, caritativas y obsoletas para acabar con la pobreza.
Cooperante, economista, gestor, … es parte de su trabajo, pero bienhechor y alquimista son las palabras que mejor reflejan su vida porque se instaló hace décadas en una tierra desértica y pobre, y hoy en día son más de 20.000 km2 llenos de árboles, pozos, agua, escuelas, hospitales y gente feliz: 4 millones de intocables que han recuperado la dignidad y la libertad. Gente analfabeta y por debajo del límite de la pobreza que en una generación han llegado a la universidad.
Vicente Ferrer es ejemplo de perseverancia, de trabajo bien hecho, de nobleza y de esperanza porque su vida demuestra que el fin de la pobreza extrema no es ningún sueño cuando hay intención de verdad.
Su propuesta de desarrollo integral pasa por cubrir las necesidades pueblo a pueblo y de preocuparse por la comunidad como conjunto. Los pilares del “modelo Ferrer” son la escolarización por encima de todo y la ecología, la diversificación de los cultivos, el comercio responsable, la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres y evitar la discriminación social de los discapacitados físicos o psicológicos.
Trabajando con los intocables, los pobres de los pobres, de los que dice la tradición que si los tocas debes lavarte después. Para cuatro millones de ellos construyó Ferrer 4.000 pozos, 596 embalses, 1.550 escuelas, 5 hospitales, minibancos que daban minicréditos a los campesinos, 13 centros para discapacitados y ha plantado 11 millones de árboles en una zona que era desértica, etc.
“La revolución silenciosa” de Alberto Oliveras
“El encuentro con la realidad” del propio Vicente Ferrer
“Un pacto de amor. Mi vida junto a Vicente Ferrer” de su esposa Anna Ferrer
y
"Entendimiento y hechos se autosupervisan el uno al otro. El pensamiento vigila que no se introduzcan sueños ajenos a los hechos y los hechos obligarán al pensamiento a no volar excesivamente con explicaciones que aparten de la realidad del "mundo tal cual es". La utilización únicamente de hechos y entendimiento no es una imitación, sino una ventaja que nos permite una mirada objetiva al mundo y a la realidad"
"En la práctica, ¿a qué me refiero cuando hablo de -hacer el bien-? Sencillamente, en primer lugar, no hacer mal a nadie; acompañar a las personas a llevar la carga de su dolor físico, o la del dolor de la soledad; asistir a un amigo o un desconocido al final de una enfermedad terminal; colaborar con las actividades sociales de tu barrio; dedicar un poco de tu tiempo a asociaciones de ayuda.
La acción une a los hombres. Las ideologías suelen separarlos. La acción buena es el acto espiritual más grande que se pueda hacer. Es la ideología más avanzada del espíritu humano.
Ayudar a los demás siempre nos pone en un nivel superior, pero el acto de dar se tiene que llevar a cabo con mucha humildad. Cuando damos, podemos pensar que somos dioses. "
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¡Valiente, Vicente Ferrer! No he leído el post, lo leeré, pero de momento digo eso.
ResponderEliminarUn buen adjetivo para calificarle.
ResponderEliminarHeroíco, como Rajoy....
ResponderEliminarLo de Rajoy es broma, aunque conozco a quien lo afirma....
Eliminar¿No podías haber elegido a otro?, que me das cada susto...
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