OVNI sobre el río Ebro en Logroño (fotografiado desde el puente de hierro).
Fotografía y montaje: Juan Carlos Santibáñez Herce
El verano de 1972 fue uno de los más calurosos de la historia de Logroño (dentro de las viviendas).
El motivo no fueron las altas temperaturas en sí, sino porque se ventilaron las casas lo justo por el día y por las noches no se abría una ventana para que entrase la fresca (o el fresco).
¿Qué ocurrió en Logroño para que las casas parecieran precintadas? Pues está claro, un Expediente X, aunque sería más apropiado en esta ocasión catalogarlo como un Expediente eÑe.
Un O.V.N.I. entró por la ventana en el colegio de los Escolapios, que como todo el mundo sabe es "Un Objeto Volador No Identificado" (lo que en inglés vendría a ser un U.F.O. -Unidentified Flying Object-).
Como solamente recordaba el miedo que pasamos, especialmente por la noche, he buscado a ver si alguien más recordaba aquel acontecimiento, y sí, lo he encontrado.
El 21 de junio de 1972, Javier Bosque, un muchacho de 20 años, nacido en Zaragoza y estudiante de sacerdocio, había estado grabando unos ensayos de guitarra en su grabador, dispuesto a un costado de la cama.
Por la noche, cuando Bosque se hallaba tendido en ella y con el transistor en marcha, se puso a leer un libro con un suave fondo musical. La noche avanzaba y la emisora dejó entonces de emitir, pero como tenía la costumbre de poner el transistor a un volumen muy bajo, los posibles ruidos de interferencia no le molestaban, por lo que sobre las dos de la madrugada siguió con el aparato en marcha y leyendo tranquilamente.
De pronto, le parece observar que la luz de la habitación ha aumentado algo en su intensidad. Su sorpresa es mayor al notar un fuerte resplandor tras las hojas entornadas de la ventana, descartando de inmediato la posibilidad de un farol o una broma. El foco de luz es potente y está centrado completamente, penetrando la fuerte luminosidad por entre las dos hojas y el espacio entre estas y el marco.
Su extrañeza se convierte en temor al darse cuenta de que la ventana se está abriendo con lentitud, dejando paso a un objeto luminoso que se dirige recto hacia el centro de la abertura de su alcoba. Avanza despacio, como a dos metros del suelo de la habitación, sin ruido, sin chisporroteo, ni zumbido alguno. Se queda un momento parado a la misma altura de entrada al pie de su alcoba.
La luz es vivísima, hiere los ojos del azorado testigo, que aterrorizado por la presencia alucinante del aparato, toma la única acción defensiva que se le ocurre, se cubre hasta medio rostro con las sábanas. El objeto inicia un descenso en vertical, quedando parado nuevamente como a 40 cm. del suelo.
Medio deslumbrado, Bosque no aparta sus ojos semicerrados del ovni, temeroso de una agresión, pues era algo increíble, que desafiaba a la misma razón por su aspecto y comportamiento. Siente la necesidad de hacer algo. Sabe que desde la entrada del aparato en la habitación, el transistor ha empezado a producir unos pitidos extrañamente agudos, y que con toda probabilidad, si pone en marcha el grabador, este grabará todos los sonidos. Saca entonces su brazo por debajo de las sábanas, aprieta el botón correspondiente, se retira a su posición primitiva y espera.
Este es el momento aproximado en que el ovni inicia su descenso buscando una posición más baja en la habitación. Alcanzada esta nueva altura, y tras un momento de inmovilidad, el objeto, lanza un rayo hacia el transistor primero, para seguir con el grabador. Una vez retirado el haz de luz, el artefacto vuelve a ascender a la altura de dos metros y después de unos segundos de suspensión, inicia su marcha recta hacia la ventana, donde desapareció.
Javier Bosque pudo apreciar que el objeto una vez en la calle ascendía hasta perderse de vista. La forma del ovni era ovoide con unas medidas aproximadas de 0,50 metros de diámetro mayor, por 32 cm., poseía volumen y era completamente liso, metálico. El rayo luminoso pareció en su primer momento, como una prolongación del aparato, solo una cosa le distinguía de la masa del ovni, sus límites no vibraban como los del aparato, sus características eran más compactas que la luz común. Era algo sólido, concreto, con límites bien determinados. Salió de la habitación lentamente, su avance fue recto, con una ligera inclinación hacia arriba.
*
Y esta es la historia de aquel verano que muchos logroñeses recordarán. Verdad o fantasía lo que fue real es el miedo que pasamos. Cualquier ruido o luz nos parecía que ya estaban detrás de la persiana...
"yaaa están aquí"